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Dime qué publicas en redes sociales y te diré cómo eres

Psicología

Si te identificas con alguno de estos comportamientos, puede que te esté sucediendo algo

Peshkova / Getty Images/iStockphoto

¿Alguna vez has publicado tu mal de amores en Facebook? ¿Subes fotos de los platos que comes? ¿Eres de los que quieren dejar constancia de cuántos kilómetros acaba de correr? Son solo tres ejemplos de lo que muchos usuarios de las redes sociales suelen postear en ellas. Si te sientes identificado con alguno de estos casos, lee este artículo: puede que tu comportamiento en las redes sociales sea indicio de algo peligroso.

Cambiando un poco el refrán que nos enseñaron nuestros abuelos, “se coge antes a alguien por lo que publica en Facebook que a un ladrón o a un cojo”, asegura Manel Navarro, psicoanalista emocional. Algo que ya sentenció un estudio de la Universidad de Miami en 2014, que decía que las personas emocionalmente inestables publicaban más en Facebook que las que sí tenían estabilidad. Esto, con el fin de regular sus emociones y recibir apoyo social y así conseguir bienestar.

Las personas emocionalmente inestables publicaban más en Facebook que las que sí tenían estabilidad”

Según ese estudio, gracias —o pese— a Facebook, se puede saber si somos extrovertidos o tímidos; si padecemos ansiedad; si estamos bien con nuestra pareja… Y de ahí, un dato que hasta asusta: esta red social puede predecir con un 33 % de probabilidad con quién podríamos llegar a tomarnos unas tapas el próximo fin de semana.

Para Navarro, “una cosa es que en alguna ocasión se nos haya ido la mano publicando aspectos de nuestra vida personal que nos delatan, porque somos humanos y todos tenemos momentos de bajón; otra cosa es que hay personas que están metidas en un bucle y que no paran de publicar contenidos arquetípicos. Ahí es donde tenemos el problema”.

He aquí algunos de estos arquetipos. Si te identificas con alguno de ellos o varios, al final te desvelamos qué te puede estar pasando.

El hombre/mujer selfi.

Sus fotos de perfil son selfis, las de portada, a veces, también. Y, de vez en cuando, sube un selfi a su muro sin más.

El reportero de su propia vida (o las fotos de pies).

Sube foto cuando comienza el día, cuando desayuna y lo que desayuna y cuando está en la oficina. También cuando va al gimnasio y cuando se mete en la cama a dormir.

En esta categoría entran las fotos de pies en cada contexto, más fáciles de hacer que el selfi y menos comprometidas, al no aparecer la cara.

El que publica única y exclusivamente para que lo vea su ex.

El rencor o la necesidad de recuperar a la pareja perdida lo/la llevará a hacer de su Facebook o Instagram un monográfico de frases de autoayuda, de desamor, de fotos de fiesta con amistades para demostrar lo bien que se lo pasa sin él/ella, o de selfis con la mejor cara posible.

El representante de Paulo Coelho.

Y de los autores de autoayuda que se tercie. Postea frases hechas o de ánimo, para encarar la semana, hacer frente a una ruptura o sobre las dificultades inherentes a la vida.

DESTACADO: “El abuso de las redes sociales, habla, en fin de lo solos que estamos y de una enorme necesidad de recibir cariño”

El compartidor espameador.

Se pasa la vida compartiendo publicaciones de otras páginas o usuarios de Facebook sin generar contenido propio. Lo que comparte puede ser directamente espam o fakes de páginas basura o bien causas políticas, sociales, o lo que sea que deje constancia de sus principios y calidad humana. Muchas veces, este individuo no acaba de saber o entender lo que está compartiendo.

El que sube fotos con sus parejas.

Cuelga fotos con su pareja hasta la saciedad: la foto de perfil, la de portada, álbumes de viajes, de cenas, de cualquier salida aunque sea al cine… Hasta que rompe con su pareja y entonces suele borrar todas esas fotos. Cuando comienza una nueva relación, el álbum se renueva con la cara de la flamante pareja. Y así sucesivamente.

El fiestero.

Relacionado con el anterior. Cada fin de semana sube fotos de lo bien que se lo ha pasado en la discoteca o de la cena previa. Quizás con el objetivo de llamar la atención de un ex o demostrar su gran vida social.

El comiditas.

Todo lo que come lo fotografía. No hace falta que vaya a un restaurante, lo que cocina también es susceptible de ser fotografiado.

El amigo de los animales.

Comparte fotos de sus mascotas, pero también constantemente de perros y gatos en adopción o maltratados. Aunque la intención es buena, nadie podría acoger en su casa a tantos animales, que no entiende que abusar en demasía de un contenido en las redes sociales, por bondadoso que sea, genera rechazo entre sus contactos.

-El deportista.

Documenta el recorrido que hace y los kilómetros que ha hecho. También puede optar por subir selfis en el gimnasio, levantando pesas o haciendo algún tipo de ejercicio.

-El viajero.

Cada vez que viaja, sube un álbum completo de todos y cada uno de los rincones por donde ha pasado, aunque la foto esté repetida varias veces.

-El amigo fantasma.

No publica nada, no comparte nada, no da nunca al me gusta. Solo está en Facebook para mirar lo que le interesa. Y está enganchado a ello.

Según Navarro, “el abuso de las redes sociales, habla, en fin de lo solos que estamos y de una enorme necesidad de recibir cariño, que arrastramos desde niños. Lo que nos convierte en —he aquí el peligro del que hablábamos al inicio de este artículo— potenciales adictos:

A la aprobación: cuantos más likes recibamos, más subida, (falsa) de autoestima, que, como cualquier droga, calma nuestra angustia existencial, aunque solo sea por unos momentos. Cada vez se hará más imprescindible para pasar el tiempo sin ansiedad por culpa del vacío emocional.

“A que los demás vean cuán listos, fuertes, ricos o guapos somos”. En definitiva, “las redes sociales para algunos de sus habitantes son como el chocolate que calma la ansiedad de la frustración y endulza por unos momentos nuestras vidas, vacías de lo más esencial: el amor”.