Una tarde capturando Pokémon por Barcelona
El fenómeno de Internet del año
Probamos el videojuego más popular del momento y ésta ha sido nuestra experiencia
No he podido resistirme a descargar Pokémon GO, y eso que no soy muy amigo ni de bajarme programas raros (¿APK?), ni de las apps que solicitan acceso a casi todo lo que guardo en el móvil. Sin embargo, entre el furor que está levantando el juego y la nostalgia de aquellas partidas a los Pokémon de Game Boy he acabado sucumbiendo a la última moda de internet.
Después de descargar la app, un proceso mucho más fácil de lo que podría parecer, he empezado la partida y, como es tradición en esta serie de juegos, he tenido que decidir cuál sería mi primer Pokémon. De nuevo, la nostalgia ha hecho que me decidiera por esa pequeña tortuga celeste llamada Squirtle, el mismo personaje que ya hace casi veinte años llamó mi atención, cuando Pokémon era solamente ese nuevo cartucho que había arrasado en Japón.
Mientras que aquellos cartuchos nos permitían jugar tranquilamente desde casa, Pokémon Go nos obliga a salir de ella, nos anima a poner los pies en la calle y hacernos explorar nuestro entorno como si fuéramos los verdaderos protagonistas de aquellas aventuras. Con esta idea en mente salgo de casa dispuesto a conseguir los 150 Pokémons y, claro está, convertirme en el mejor entrenador.
Aunque el juego todavía no está disponible en España, eso no quiere decir que no vayamos a encontrarnos nada al salir a la calle. Al contrario, los Pokémon ya están por todas partes esperando a ser capturados. El juego ubica todos los Pokémon, así como otros puntos de interés (Poké Paradas, Gimnasios Pokémon) mediante una combinación de Google Maps y un algoritmo privado creado por sus desarrolladores. El mundo ya está completamente invadido por estas criaturas.
Nada más salir de casa me dirijo hacia el puerto de Barcelona. Por el camino voy consiguiendo ítems cada vez que me acerco a algún monumento, grafiti o lugar curioso. Estos puntos me permiten recolectar las Poké Ball con las que más tarde daré caza a Pikachu y compañía. Ahora bien, es cuando encuentras un Pokémon que empiezas a entender todo el revuelo que el juego ha levantado.
En Drassanes, en el Passeig de Colom o en el Port Vell he podido capturar un buen puñado de estas criaturas. Resulta curioso cómo el hecho de estar cerca del mar hace que muchos de los Pokémon que he encontrado sean del tipo “Agua” o “Roca”, precisamente los dos elementos más comunes en la zona.
Cada vez que he intentado capturar un Pokémon he notado las miradas llenas de curiosidad de los turistas que pasaban por allí. A veces apuntaba con mi móvil hacia zonas que no eran muy “fotografiables”, otras hacia grupos de gente que se encontraban en el camino de mi objetivo –algo que puede resultar algo embarazoso–.
Sin entrar a discutir si el juego es más o menos bueno –al fin y al cabo, ni siquiera ha sido lanzado oficialmente–, la posibilidad de explorar y capturar a estas criaturas en esas mismas calles por las que pasas cada día es una experiencia sorprendente. Nintendo, The Pokémon Company y Niantic, las tres empresas responsables del juego, han dado en el clavo a la hora de saber ver el impacto que podría tener mezclar una franquicia tan querida como Pokémon con una idea como la que propone la realidad aumentada.
Mientras regreso a casa después de una fructífera sesión de captura pienso en aquellos juegos que mucho antes que Pokémon Go exploraron estas ideas. Pienso en InviZimals, el juego del estudio barcelonés Novarama que fue pionero en el uso de la realidad aumentada en consolas; o también en Ingress, un juego (creado por el mismo estudio que Pokémon Go) que ya en 2014 protagonizaba guerras virtuales en Barcelona sin que mucha gente se diera cuenta de ello.