Cuando la policía llegó al lugar del crimen, se topó con el cuerpo de un varón molido a palos. El cadáver presentaba múltiples golpes y lesiones, además de un disparo en la cabeza. Además, la casa se encontraba completamente revuelta, como si alguien hubiese entrado a robar. O eso parecía. Pero, algo no cuadraba y los agentes iniciaron una ardua investigación.
Una de las primeras personas en ser interrogada fue la mujer de la víctima, Mary Ellen, cuya actitud despertó ciertas sospechas al tratar de ligar con uno de los investigadores al cargo. ¿Qué viuda haría algo así? Con el tiempo se descubrió que solo las denominadas viudas verdes, aquellas que matan o confabulan para hacerlo por pura avaricia, utilizan tales grotescas artimañas.
Un amor platónico
Mary Ellen Gurnick (nombre de soltera) nació el 3 de septiembre de 1947 en el condado californiano de Northridge, donde su llamativa personalidad y belleza arrasaban allá donde iba. Así lo recuerda Barbara Favilla, amiga de la infancia de nuestra protagonista: “Cuando salíamos y quedábamos con chicos siempre se fijaban en Mary Ellen”.
Entre sus admiradores se encontraba su vecino, Robert ‘Bob’ Samuels, dos años menor que ella, demasiado tímido para acercarse, e incluso para pedirle una cita. Siempre vio a Mary Ellen como un amor imposible. De hecho, Robert jamás le confesó sus sentimientos. Lo haría muchos años después.
Mientras Mary Ellen se casaba con su primer marido y tenía una hija, Nicole, el joven Robert triunfaba en Hollywood como operador de cámara de películas tan importantes como El color púrpura, El cielo puede esperar y Arma letal 2. Hasta que, en 1980, el destino cruzó sus caminos, Robert se atrevió a pedirle una cita a Mary Ellen quien, recién divorciada, aceptó de buena gana.
A los seis meses, Bob y Mary Ellen se casaron, se mudaron a los suburbios de Northridge, en el Valle de San Fernando, y Nicole se fue a vivir con ellos. Robert quería tanto a la pequeña, que la trataba como si fuese su hija. Sin embargo, los problemas comenzaron por el tren de vida que Mary Ellen pretendía llevar.
Las peleas por la economía familiar eran una constante, así que Robert pensó en montar una franquicia de Subway, la famosa sandwichería, y poner al frente a su esposa. Él creyó que aquello le serviría a su esposa para concienciarse sobre la importancia del dinero y no gastar a manos llenas. Se equivocaba.
En octubre de 1986, Mary Ellen decidió abandonar a Robert. Cuando el cámara llegó a casa se encontró con una nota en la cocina que decía: “Nuestro matrimonio se había vuelto rancio, las cosas simplemente no funcionaban. Espero que podamos ser amigos, pero no puedo vivir contigo”.
La primera reacción de Robert para recuperar a su mujer fue llegar a un acuerdo: le entregaría 30.000 dólares y aportaría 1.5000 dólares mensuales para cubrir los gastos de manutención. Además, ella continuaría al frente de la sandwichería y le pagaría el apartamento donde viviría con Nicole.
Esta solución solo sirvió para que Mary Ellen se diese a la buena vida: se compró ropa cara y salía de copas todas las noches para ligar con otros hombres. Su avaricia llegó a tal punto que descubrió que Robert valía más muerto que vivo. Su fallecimiento le reportaría, en un principio, medio millón de dólares. Aunque, en realidad, se trataba de muchísimo más.
El sicario
Con esta información, Mary Ellen buscó a un sicario para cargarse a su marido. Y quien mejor que el novio de su hija Nicole, un conocido traficante de drogas, de 27 años, llamado Jim Bernstein. El plan era ejecutar a Robert en su propia casa, aunque escenificando un supuesto robo.
Así, el 8 de diciembre de 1988, Jim irrumpió armado en la casa de Robert iniciando una fuerte disputa con el cámara. Durante la pelea, Jim lo molió a palos y lo remató con un disparo de escopeta en la cabeza. Antes de marcharse, el sicario revolvió la casa para simular un robo y se marchó. Casualmente, al día siguiente, Mary Ellen y Nicole encontraron el cuerpo sin vida de Robert. La mujer alegó que habían pasado a dejarle al perro.
Según las primeras pesquisas, el asesinato apuntaba a un posible asalto y robo. Pero las pruebas halladas en el escenario no cuadraban con un allanamiento. Los agentes pensaron que alguien cercano había orquestado el asesinato del cámara.
Mary Ellen entró en comisaría, ataviada con un vestido escotado y coqueteando con los policías; una actitud que sorprendió a los investigadores. Sobre todo, cuando “en un momento dado, puso su mano sobre la cabeza calva de uno de los detectives y habló de lo mucho que le gustaban los chicos calvos”, explicó el fiscal Jan Maurizi. Pese a su sospechosa actitud de viuda alegre, los agentes no tenían prueba alguna contra ella.
A los pocos días del asesinato, Mary Ellen puso a la venta la sandwichería y presentó una demanda para cobrar el dinero de la póliza de seguro de vida de su todavía marido. Robert y ella todavía no se habían divorciado, por lo que Mary Ellen heredó medio millón de dólares entre seguros y bienes raíces.
A partir de ese momento, la viuda empezó a tener hábitos lujosos y a gastar dinero a mansalva: compró abrigos de piel, lencería y ropa cara, le regaló un Porsche blanco de 50.000 dólares a su nuevo novio Dean Groover y planeó mudarse a Cancún y comprar un apartamento de 180.000 dólares.
Cinco meses después del crimen, la policía recibió un aviso anónimo que señalaba a Mary Ellen y a Jim. Cuando los llevaron a comisaría, una conversación hizo presagiar un desenlace fatal. “Va a arrestar a uno de nosotros o a los dos aquí, ahora, esta noche por el asesinato. Dice que sabe al cien por cien que tú y yo lo hicimos”, le dijo Jim a Mary Ellen.
Pese a la advertencia del sicario, ninguno confesó el crimen y los investigadores tampoco lograron derrotar a los sospechosos. Tras el interrogatorio pertinente, sicario y viuda quedaron en libertad.
Sin embargo, cuatro semanas más tarde, el cuerpo de Jim apareció en una remota carretera de montaña en el condado de Ventura. Lo habían apaleado y estrangulado, y el cadáver estaba en avanzado estado de descomposición.
La fotografía
Tras la identificación del cadáver, la policía se percató de la coincidencia e iniciaron una nueva ronda de interrogatorios. El testimonio de su jefe fue clave. “Voy a decirle a la policía lo que sé”, fueron las palabras que Jim utilizó en su última conversación. Además, un cheque de 1.500 dólares emitido por Mary Ellen a dos hombres, Paul Gaul y Darrell Ray Edwards, llevó a los investigadores hasta los ejecutores del encargo.
“Cuando fuimos a por él, se dio cuenta de que todo había terminado. Admitió su participación”, dijo el sheriff Tom Odle sobre Paul Gaul. La siguiente en ser detenida fue Mary Ellen, cuya casa fue registrada de forma exhaustiva.
Una de las pruebas que revelaba el motivo del asesinato de su marido era una fotografía. En ella se veía a Mary Ellen, completamente desnuda, revolcándose sobre un montón de billetes. La imagen, tomada por su novio tras cobrar el dinero del seguro de vida, fue una de las piezas claves durante el juicio, celebrado en abril de 1994, por los asesinatos de Robert Samuels y Jim Bernstein.
Durante la vista, el fiscal recalcó al jurado la importancia de la citada impronta: “Una imagen vale más que mil palabras, y esto probablemente valía más que 10.000 palabras. Aquí el jurado podría mirar a esta mujer sentada en la mesa del consejo y luego mirar la fotografía de este asesino a sangre fría”.
A partir de ese momento, la prensa y la fiscalía apodó a Mary Ellen como la Green Widow (Viuda Verde) por el modo en que despilfarró el dinero de su marido rico y orquestó su asesinato. Para el detective George Daley, una viuda verde “es lo mismo que una viuda negra, que se come a su pareja cuando ya no le es útil”.
Por otro lado, la declaración de los sicarios Paul Gaul y Darrell Ray Edwards señalando directamente a la acusada, llevó a la fiscalía a describirla como una persona “fría”, “calculadora” y “hambrienta de dinero”.
Los miembros del jurado incluso utilizaron calificativos despectivos hacia la viuda como “egoísta” o “malvada”. Se trataba de una “depredadora muy astuta”, que alegó ser una mujer maltratada para justificar sus crímenes.
Ese “montón de mentiras”, como llegó a decir uno de los miembros del jurado, llevaron a Mary Ellen a ser condenada a muerte por dos asesinatos en primer grado. “Demostró claramente que la acusada planeó los asesinatos durante mucho tiempo y tenía la capacidad de convencer a otros para que hicieran su trabajo sucio... La acusada involucró a muchas personas, incluso a su propia hija adolescente y a las amigas de su hija”, expresó el magistrado Michael R. Hoff en la vista posterior para ratificar la pena. Era septiembre de 1994.
Por su parte, los sicarios fueron declarados culpables de asesinato en segundo grado y sentenciados a una pena de quince años a cadena perpetua. Con el veredicto sobre Mary Ellen, la viuda se convirtió en una de las veinte mujeres que se encuentran en el corredor de la muerte del estado de California. A sus 76 años, la Viuda Verde está a la espera de fijar fecha para su ejecución.