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La UE quiere evitar la implantación del ecoterrorismo en Europa

Seguridad

La agencia europea de seguridad, Europol, alerta sobre nuevas narrativas radicales procedentes del ecologismo y el animalismo extremistas

Imagen de una persona con una máscara de calavera en un acto antinuclear en Barcelona 

Xavier Gómez/Archivo

El ecologismo extremista en Europa, y en el mundo entero, es una corriente de pensamiento radical sumida en un debate no resuelto sobre sí las acciones violentas que han de permitir alcanzar sus objetivos conservacionistas deben incluir o no víctimas humanas. El último informe sobre la actividad terrorista en Europa publicado por Europol, la agencia de seguridad de la Unión, alerta sobre la expansión de ciertos colectivos que abogan por acciones violentas directas para aplicar su ideario ecologista y animalista radical. Ciertos colectivos podrían devenir en grupos ecoterroristas.

El ecologismo extremo –que es objeto de monitorización permanente por las autoridades mundiales desde hace muchos años- tiene la característica de conectar a la extrema izquierda con la extrema derecha. Los ecoterroristas son “ecologistas que creen que la única vía para frenar la expansión del capitalismo (al que hacen responsable de la emergencia medioambiental planetaria) es mediante la violencia”, explica un especialista de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional en estas materias.

La emergencia medioambiental planetaria contra la que lucha esta manifestante, sirve de excusa a alguno grupos para decantarse por la violencia

SOPA Images

Como se ve, se llega desde diferentes plataformas ideológicas al ecologismo radical, ese que se plantea la violencia como una opción válida, y hasta la única, para alcanzar los objetivos de su ideario. Así, la propia Europol habla sin ambages de términos como “ecofascismo”. “En 2020, una mayor conciencia pública sobre el clima y las crisis ecológicas llevaron a los extremistas de derecha a promover cada vez más puntos de vista ecofascistas”, señala el informe de la agencia de seguridad europea.

Las narrativas ecologistas de uno y otro signo se superponen. También desde la extrema izquierda y el anarquismo hay quien aterriza en el ecologismo radical, por ejemplo, ciertos defensores del derecho animal. “Las variantes son infinitas –explica el especialista de los servicios de información consultado por La Vanguardia-, para algunos no se puede ser ecologista si no se es vegano y se convierten en animalistas al máximo. Se han radicalizado”.

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Ciertos extremistas de derechas y de izquierdas comparten una visión apocalíptica del futuro –algunos se apuntan a teorías conspirativas- que será la consecuencia, según ellos, del maltrato al planeta. Su deber, entienden, es detener ese daño. Algunos grupos culpan a la tecnología de estar al servicio del Estado para alcanzar un mayor control social y quieren llegar a una especie de estado puro de la naturaleza (de ahí la necesidad de preservarla) en una suerte de neoludismo.

Algunos grupos abogan por la destrucción de la tecnología 

Archivo

Hay incluso corrientes de pensamiento denominadas aceleracionistas (de izquierda y de derecha) que alimentan estas narrativas con la suya propia. Estos aceleracionistas consideran que inevitablemente “el sistema capitalista va a caer y que hay que acelerar ese proceso incluyendo para ello grandes atentados, en ese contexto se entienden las celebraciones de grupos de ultra derecha de atentados yihadistas”, comenta el miembro de la Comisaría General de Información.

A Europa, por ejemplo, han llegado extensiones del movimiento Individualistas Tendiendo a lo Salvaje, conocido también por las siglas ITS. Es un colectivo que nace en México hace aproximadamente diez años que se ha propagado a otros países de América como Chile y Brasil y que ha desembarcado ya en Europa. “Su primera reivindicación en España fue en 2018. Se atribuyeron la quema de unos vehículos en la ciudad de Valencia, aunque quiero aclarar que actualmente su capacidad lesiva aquí es muy escasa”, detalla el experto.

Una familia circula junto a un área carbonizada del estado brasileño de Amazonas

Edmar Barros / AP

Los ITS han superado por completo el debate sobre si puede haber víctimas humanas en sus acciones violentas. Consideran, dentro de su ideario extremista, que es lícito hacerlo y no solo contra los empresarios y directores de grandes corporaciones sino también contra cualquiera de sus trabajadores por colaborar en compañías que contribuyen a la “devastación de los ecosistemas”.

Aunque se han llevado a cabo acciones de gran violencia en Europa, reivindicadas por grupos eco radicales, como ataques a domicilios de empleados de empresas contaminantes en Reino Unido, la quema de coches o la suelta de animales de granja en España o diversos ataques a torres de 5G en Alemania, hay diversos obstáculos de tipo legal para la lucha contra estas acciones. 

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No todas las legislaciones nacionales de cada miembro de la UE contienen criterios equiparables para declarar ataques terroristas a determinados episodios ilícitos. Además, los grupos que están detrás de estos estragos son de carácter horizontal y con poca estructura o de muy escasa duración, lo que los aleja de la definición de grupo terrorista que contiene, por ejemplo, el ordenamiento jurídico español.

“No son células estancas y es muy difícil probar autorías”, dice el experto policial, quien añade que en ocasiones reivindican hechos que no han cometido quienes se los atribuyen públicamente o que directamente no se han producido.

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Las acciones de protesta y las performances quedan fuera de la tipología terrorista

Además, las autoridades europeas vigilan que una determinada acción de protesta o performance reivindicativa, como muchas de las que llevan a cabo diferentes organizaciones en pos de un cambio de política mundial con respecto al medio ambiente, acaben en un expediente que lleve la etiqueta equivocada de ecoterrorismo.