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‘La asesina del hacha’, una devota ama de casa que mató a su mejor amiga en viernes 13

Las caras del mal

Pese a propinar 41 hachazos, Candy Montgomery fue declarada inocente

La historia contará con su propia serie protagonizada por Elisabeth Moss (‘El cuento de la criada’)

‘La asesina del hacha’, una devota ama de casa que mató a su mejor amiga en viernes 13

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Betty no respondía al teléfono pese a las insistentes llamadas de su marido. Era algo inusual porque no le gustaba quedarse sola en casa cuando Allan viajaba y, cada poco tiempo, necesitaba de sus llamadas. Al no localizarla, envió a un grupo de vecinos a su domicilio, que se encontraron con la tragedia. La mujer había sido brutalmente asesinada y su cadáver presentaba cuarenta y un hachazos. Su rostro quedó mutilado por completo.

Todas las sospechas se dirigieron hacia Candy Montgomery, la mejor amiga de la víctima, ante las versiones contradictorias que ofreció sobre aquella noche de viernes 13. Finalmente, la Policía terminó arrestándola y, durante el juicio, esta devota ama de casa fue declarada inocente. El jurado alegó que ‘La asesina del hacha’ mató a Betty Gore en defensa propia.

Perfecta ama de casa

Nada se sabe de la etapa familiar anterior al matrimonio de Candace (Candy) Lynn Montgomery (con apellido de soltera Wheeler): no se conoce si tuvo hermanos, si acudió al colegio o si en algún momento tuvo problemas personales. Hay una especie de hermetismo en torno a ella, salvo que nació en 1951 en Texas (Estados Unidos). Lo que sí sabemos es que a principios de los años setenta se casó con Pat Montgomery y que tuvieron dos hijos (un niño y una niña). Su marido, ingeniero eléctrico, trabajaba para el ejército estadounidense desarrollando sofisticados sistemas de radar con importantes ingresos económicos. Esta situación permitía que la familia viviese cómodamente y que Candy no tuviese que trabajar.

A sus 29 años, la joven se pasaba las horas en la cocina y realizando tareas de decoración, además de acudir a la iglesia y ejercer como perfecta ama de casa.

Candy Montgomery, la 'asesina del hacha'

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Fue su devoción por la religión lo que llevó a Candy a conocer a la que se convertiría en su mejor amiga, Betty Gore, un profesora de primaria. Ambas acudían a la Iglesia Metodista de Lucas, próxima a Wylie, donde las mujeres tenían un papel importante. Este centro espiritual albergaba a numerosas feligresas que buscaban un lugar donde reunirse y crear lazos. Con el tiempo, Betty y Candy entablaron una estrecha amistad cuyas familias también crearon un vínculo.

Pero cuando Candy conoció a Allan Gore, el marido de Betty, algo cambió en ella. Si hasta ese momento, se sentía aburrida debido a la rutina, la conexión con este hombre le supuso un revulsivo para su corazón.

Betty Gore, la mejor amiga de Candy Montgomery

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Todo ocurrió a finales del verano de 1978, cuando Candy y Allan jugaban un partido de voleibol en la iglesia y se chocaron accidentalmente al ir a por la misma pelota en una jugada. Aquel inofensivo golpe en la cabeza fue un antes y un después: había mucha atracción sexual. De hecho, a partir de ahí, Candy no pudo dejar de pensar en Allan. Necesitaba sentir mariposas en el estómago y salir de su vida tan convencional.

Poco a poco, Candy fue lanzándole indirectas a Allan y este, que también había sentido lo mismo por ella, empezó a hacerle más caso, a bromear más que con otras mujeres de la congregación… Pero todo con mucha discreción. Nadie tenía que enterarse. La oportunidad de estar a solas se les presentó una noche después de ensayar para el coro.

Betty y Allan Gore junto a una de sus hijas

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Allan se subió a su vehículo y, justo antes de arrancar, Candy se sentó en el asiento del copiloto. La mujer le confesó sus sentimientos: la atracción que sentía y las ganas que tenía de estar con él, pero a la vez, no estaba segura si quería dar un paso más y comenzar una aventura. Allan, en silencio, no supo qué decir ante ese derroche de sinceridad y Candy decidió marcharse a casa.

Los siguientes días, Allan no paró de darle vueltas a lo ocurrido y a analizar los continuos coqueteos que habían ido surgiendo desde el día del partido de voleibol en la iglesia. Su matrimonio también estaba estancado y las relaciones íntimas con Betty eran casi inexistentes salvo cuando decidieron tener hijos. Entonces, el acto sexual se convirtió en algo mecánico y sin emoción.

Las reglas del ‘affaire’

Una semana después de la confesión de Candy, ambos volvieron a encontrarse en otro partido de volley organizado por varios feligreses de la congregación. Al terminar, limpiaron el gimnasio y salieron juntos al aparcamiento. Una vez más fue ella quien tomó la iniciativa y preguntó a Allan si le interesaba tener un romance. Su respuesta fue dubitativa: no quería lastimar a Betty (acababa de quedarse embarazada) pero, a la vez, no dejaba de pensar en Candy.

Durante los siguiente meses, continuó el flirteo, los encuentros después del coro y las llamadas telefónicas. El deseo de comenzar una aventura extramatrimonial era cada vez más fuerte, pero para que nadie sospechase y para que nada les influyese en sus respectivas parejas debían de establecer una serie de reglas.

Foto de archivo de Candy Montgomery

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Candy hizo una lista con unas normas básicas para poder estar juntos: la historia se acabaría si alguno se enamoraba o si los encuentros suponían un riesgo para sus familias; solo quedarían de lunes a viernes mientras los cónyuges estuviesen trabajando y siempre en un motel a la hora de comer; y compartirían todos los gastos que surgiesen de aquel encuentro sexual. Cuando uno de los dos quisiese dar por zanjado el affair, el otro no exigiría una explicación al respecto, se daría por concluido.

Después de fijar aquella especie de ‘reglamento’, Allan y Candy fijaron el 12 de diciembre como su primera cita íntima. Lo hicieron en el motel Continental Inn en Central Expressway. Fue ella quien se registró en la habitación 213 y llevó comida para el almuerzo. Cuando Allan llegó, disfrutaron de un pollo marinado con ensalada y tarta de queso de postre. Después, mantuvieron relaciones sexuales.

Betty Gore junto a sus hijas

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Los siguientes dos meses y medio supusieron un montaña rusa de pasión para ambos. Ansiaban verse a todas horas y aprovechaban cualquier momento para acudir a un motel para dar rienda suelta a sus instintos. Sin embargo, lo que comenzó como una mera atracción sexual, se transformó en una relación romántica que, poco a poco, fue perturbando la tranquilidad de sus respectivos matrimonios.

Cuando a principios de julio de 1979 nació la segunda hija de los Gore, Candy empezó a mostrarse más posesiva y celosa. Betty requería de más atención y Allan se sentía culpable. De hecho, la pareja decidió acudir a un consejero matrimonial para intentar resolver sus problemas. Esa fue la gota que colmó el vaso y Montgomery terminó con la relación. Sin embargo, ya era tarde. Betty ya sospechaba lo que había pasado entre su marido y su mejor amiga.

41 hachazos

El viernes 13 de junio, Allan se marchó de viaje y Betty se quedó en casa. Llamó a Candy y le pidió que fuese para pedirle un favor. Tras charlar animadamente, Betty le espetó lo de su traición. Cuando Candy trató de disculparse, la profesora entró en cólera, la empujó con fuerza al cuarto de la lavadora y corrió a por el hacha que se encontraba al lado de la puerta para asestarle varios golpes. La ama de casa se defendió con rapidez y logró arrebatarle la herramienta. Aquello fue la perdición de Betty porque Candy entró en un “estado de ensueño” –como declaró durante el juicio- y comenzó a rajarla. Lo hizo en cuarenta y una ocasiones hasta que dejó a la víctima completamente mutilada.

Una vez que terminó la carnicería, se marchó a su casa y se limpió la sangre. Nadie tenía que saber que ella era la responsable del aquel dantesco crimen.

El hacha que Candy utilizó para matar a Betty

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Durante las siguientes horas, el teléfono de casa de los Gore no dejó sonar. Allan llamaba insistentemente para saber cómo estaba Betty y, extrañado al no contestar, decidió avisar a un vecino para que se cerciorase de que todo iba bien. Pero algo raro pasaba en la casa: la luz estaba encendida, nadie abría la puerta pero se escuchaban los llantos de un niño. Junto con otros residentes de la zona, forzaron la entrada y descubrieron el cadáver de la maestra.

En cuanto Allan recibió la terrible noticia avisó a Candy, pero esta le dio largas respecto a si la había visto o no ese mismo día. Por otro lado, la Policía encontró una huella ensangrentada en la escena del crimen y en cuanto Montgomery se enteró de las pesquisas, destruyó el calzado que llevaba aquella noche.

Betty Gore

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Sin embargo, la declaración que hizo ante las autoridades sembró de dudas su coartada y la convirtió en la principal sospechosa. Y más aún cuando Allan confesó a los agentes que mantuvo una aventura con Candy meses antes. La venganza tras la ruptura era motivo suficiente para perpetrar un asesinato, así que la acusaron de homicidio pese a sus negativas constantes. De hecho, el juez la dejó en libertad condicional bajo fianza hasta la celebración del juicio y toda la comunidad de su iglesia se volcó en su defensa.

Candy contrató a uno de los mejores abogados defensores, además de a un psiquiatra e hipnotizador clínico, el Dr. Fred Fason, para que demostrase que había tenido numerosos traumas durante la infancia que desencadenaron en una ira incontrolable.

Candy Montgomery y su marido Pat a la entrada del juzgado

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En defensa propia

Entretanto, los investigadores se afanaron en buscar pruebas que involucrasen a Montgomery, porque nadie podía creerse que aquella mujer guapa, vivaracha y totalmente normal hubiese cometido un ataque de tal magnitud. Candy se mostraba como una buena madre, un esposa devota, una feligresa que acudía diariamente a la iglesia y amiga de todo el mundo. Nadie sabía de dónde había sacado aquella extraordinaria fuerza física para empuñar el hacha y golpear cuarenta y una veces a su amiga.

Llegado el momento del juicio, celebrado en octubre de 1980, la expectación era máxima: Candy se enfrentaba a una condena por asesinato. El día que subió al estrado y dio su versión de los hechos, la acusada alegó que fue Betty quien la atacó primero y que ella solo trató de defenderse.

Candy Montgomery y su marido entrando al tribunal

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En ese instante, Candy aseguró que entró en una especie de “estado de ensoñación” que le impidió recordar que estaba golpeando a su amiga. “Le pegué, le pegué, le pegué y le pegué. Seguí golpeándola y golpeándola. Di un paso atrás y me miré y estaba cubierta de sangre”, explicó entre sollozos. La víctima recibió cuarenta y un hachazos.

El interrogatorio que le hizo su abogado defensor, Don Crowder, la ayudó mucho. Porque no solo negó que había planeado el asesinato antes de ir a la casa de los Gore, sino que cuando le mostraron el arma del crimen, Candy reaccionó horripilada. “No me haga mirarlo”, dijo al ver el hacha. Y en otro momento, excusó su reacción criminal con un “me asusté”.

Ilustración de Candy Montgomery subida al estrado

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Finalmente, el jurado exoneró a Candace Montgomery del cargo de asesinato en primer grado y alegó que la acusada actuó en defensa propia cuando mató a Betty Gore, su mejor amiga y esposa de su antiguo amante. La sentencia cayó como un jarro de agua fría para la comunidad texana. De hecho, el padre de la víctima afirmó que no podía estar contento con el veredicto porque “nunca sabremos qué sucedió”.

A la salida del juzgado, una muchedumbre trató de impedir que Candy se marchara al grito de: “¡Asesina! ¡Asesina!”. Los ciudadanos estaban conmocionados, pero la fiscalía no presentó ningún testimonio que refutase la versión de la sospechosa.

Momento en que Candy Montgomery se marcha a casa tras ser declarada inocente

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La historia de la llamada ‘Asesina del hacha’ vio la luz gracias al libro ‘Evidence of Love’ de los periodistas John Bloom y Jim Atkinson, el cual sirvió de inspiración para la película ‘Killing in a small town’, protagonizada por Barbara Hershey en 1990.

Actualmente, la vida de Candance Montgomery ha vuelto a salir a la palestra gracias a la grabación de una serie del género ‘true crime’ que estará interpretada por Elisabeth Moss (‘El cuento de la criada’). Bajo el título de ‘Candy’, la actriz explica que esta mujer “aparentemente lo tenía todo: un esposo cariñoso con un buen trabajo, una hija y un hijo, una bonita casa en un nuevo barrio suburbial. Pero, entonces, ¿por qué mató a su amiga de la Iglesia con un hacha?”. La respuesta, próximamente en la pequeña pantalla.