‘El Rafita’, el menor que violó, quemó y asesinó a Sandra Palo
Las caras del mal
Se cumplen 19 años del terrible asesinato de la madrileña a manos de Rafael Fernández García y otros tres cómplices
Juzgado por la Ley del Menor, ‘El Rafita’ no dejó de delinquir y acumula más de 30 antecedentes
Hablamos con María del Mar Bermúdez, la madre de la joven asesinada
‘Viva la vida’ entrevista a un asesino de Sandra Palo delante de su madre y estalla la polémica
“Una de las muertes más desproporcionadas, viles, inhumanas y sangrantes que existen”. Así recogió el Ministerio Fiscal en su conclusiones definitivas ante la Audiencia Provincial de Madrid, cómo habían perpetrado los por entonces acusados uno de los crímenes más terribles en la crónica negra española. El caso de Sandra Palo hizo tambalear los cimientos de la sociedad y también el de la justicia. A la joven madrileña de 22 años con una leve discapacidad intelectual la secuestraron, violaron por turnos, la quemaron comprando un euro de gasolina y atropellaron hasta en quince ocasiones. Su cuerpo apareció en una cuneta de la carretera de Toledo (N-401) a la altura de localidad madrileña de Leganés en 2003.
Uno de los cuatros responsables de tales atroces actos fue Rafael Fernández García, más conocido como ‘El Rafita’ o ‘Pumuki’, el pequeño del grupo de amigos con tan solo catorce años y que ya era un delincuente en potencia. Juzgado por la Ley del Menor salió en libertad a los cuatro años y desde entonces no ha dejado de delinquir. El próximo mes de mayo se cumplirá el 19º aniversario de la muerte de Sandra, sus padres María del Mar y Francisco luchan para que este trágico suceso nunca se olvide.
La banda del ‘Chupete’
Procedente del poblado chabolista de Las Mimbreras, ‘Rafita’ creció junto a sus cuatro hermanos rodeado de delincuencia y de un clima de violencia que asustaba al vecindario cercano. De ahí que hasta en dos ocasiones les realojasen, primero en Leganés para después, vivir en la avenida de Villaviciosa de Alcorcón. Desde niño, algunos miembros de su familia entraban y salían de la cárcel con cierta asiduidad. Por lo que el muchacho lo vio como algo normal y cotidiano en su día a día. De hecho, la madre de Sandra Palo explica que “cuando le juzgaron por lo de mi hija, el padre acababa de salir de prisión” por un delito de sangre, aunque en otras ocasiones también estuvo por tráfico de drogas.
No era de extrañar que rodeado de delincuentes, el apodado como ‘Pumuki’ también tiraría por esos cerros. Con siete años ya era “tironero” (que roba por el método del tirón); a los once formaba parte de su propia banda, conocida como del “Chupete” y que se dedicaba a robar, quemar coches, cometer agresiones, romper farolas…; y a los trece años, probó a convertirse en francotirador apostándose en lo alto de su casa y descargando su escopeta de perdigones contra los viandantes. Hirió a dos personas.
Por aquel entonces, estuvo interno en un centro de menores del distrito de Chamberí, pero con este historial delictivo fue expulsado y enviado de vuelta con sus padres. No fue el único que pasó por allí, otros dos hermanos fueron tutelados por la Comunidad de Madrid. Por este periplo delictivo se ganó el recelo de sus vecinos que exigieron a las autoridades mayor presencia policial en la zona para derrocar a la “banda del chupete”. Pero los delitos continuaron.
‘Rafita’ comenzó a cometer agresiones sexuales, se metió en el mundo del alunizaje… Se comportaba como un joven “agresivo, antisocial y hostil”, como le definirían después los expertos. Y entonces llegó la noche del crimen de Sandra Palo. Una noche en la que el menor de catorce años estaba compartiendo fechorías con los otros tres condenados.
Sandra Palo, la ‘niña’ de Getafe
La “niña”, como así la llamaban sus padres, tenía 22 años cuando la asesinaron vilmente. Vecina de Getafe (Madrid), era la mayor de tres hermanos y padecía una leve discapacidad intelectual motivada por un accidente de tráfico. Con nueve años salió despedida por el parabrisas del vehículo que conducía su padre. En el interior viajaba junto a su hermana que también voló fuera del coche. De aquel fuerte golpe en la frente, le quedó una cicatriz a la altura de la ceja izquierda y el hundimiento del cráneo en esa parte. Sin embargo, las secuelas psíquicas apenas se apreciaban. Era un ser “especial”, asegura su familia.
“Era una niña muy guapa, de gran corazón, con una gran sonrisa, siempre estaba riéndose”, nos relata su madre. “Una persona muy abierta y encantadora que se llevaba bien con todo el mundo. Tenía mucha relación con los chavales del barrio”, comentaban algunos vecinos. Y es que, Sandra era una joven muy querida, muy responsable y muy familiar. Disfrutaba de su tiempo libre entre amigos, pero también le gustaba acudir diariamente al taller ocupacional de plaza de Castilla. Sin embargo, su vida se truncó aquel 17 de mayo de 2003.
La tortura y agonía de Sandra
Aquella tarde, Sandra salía de su casa en el barrio de Las Margaritas en Getafe para encontrarse al norte de Madrid con sus compañeros de clase. Sobre las dos y media de la madrugada decidió regresar a casa. Ese mismo día era la comunión de su hermano pequeño, Ismael, y no quería llegar demasiado tarde. Se despidió de sus amigas en la plaza Elíptica (Carabanchel) para coger el Búho de regreso. Incluso envió un mensaje a sus padres informándoles que estaba esperando al autobús. No estaba sola, su novio la acompañaba.
Por otro lado, cuatro jóvenes entre 14 y 18 años montados en un ZX verde oscuro se dirigían a un garaje de Alcorcón para cambiar de vehículo. Esa noche querían realizar varios alunizajes y lo tenían todo listo. Ya entonces, fuentes policiales confirmaron que los cuatro delincuentes se dedicaban a robar tiendas empotrando coches contra los escaparates. Entre todos acumulaban en torno a 700 denuncias.
Haz todo lo que sea necesario para que suba al coche porque quiero liarme con ella”
Durante el trayecto, arribaron a la plaza Elíptica donde se encontraba la pareja. Fue entonces cuando Francisco Javier Astorga Luque, ‘El Malaguita (tenía 18 años y cinco meses), le dijo a uno de los menores: “Haz todo lo que sea necesario para que suba al coche porque quiero liarme con ella”. Amenazados a punta de navaja, Sandra y su acompañante subieron al vehículo, pero a los pocos kilómetros se deshicieron del chico. Como luego se supo durante el juicio, las súplicas de la chica fueron una constante. Solo pedía que la dejaran marchar para acudir a la Primera Comunión de su hermano. Sin embargo, los delincuentes hicieron caso omiso a sus peticiones.
Después de secuestrarla y de que Juan Ramón Manzano Manzano (‘Ramoncín’) y Rafael Fernández García (‘El Rafita’) en la parte trasera del vehículo, impidiesen que Sandra huyese, decidieron parar en un descampado junto a la carretera de Toledo (N-401). Allí se encontraba la fábrica de rótulos Fraile y donde comenzó la tortura de Sandra.
Para borrar huellas compraron un euro de gasolina y le prendieron fuego
Primero, los dos menores anteriormente citados junto a Ramón Santiago Jiménez (‘Ramón’), la inmovilizaron para que no pudiese escapar y comenzaron a violarla. Uno detrás de otro, durante cuarenta y cinco minutos. La joven intentó resistirse pidiendo auxilio sin éxito. Tras la violenta agresión sexual y completamente extenuada, Sandra intentó ponerse en pie. Pero ‘El Malaguita’ se percató que podía delatarles y decidió acabar con su vida.
Aprovechándose de lo malherida que se encontraba la joven, el mayor de edad se metió en el coche y lo aceleró hasta atropellarla brutalmente. La empotró contra el muro trasero de la fábrica. Como continuaba moviéndose aceleró de nuevo y repitió la acción hasta en “quince ocasiones”. Los jóvenes eran conscientes que si les identificaba tendrían problemas. Portaban ya multitud de antecedentes policiales a sus espaldas. Así que para borrar huellas, se acercaron a una gasolinera en Santa María de la Cabeza, compraron un euro de gasolina y regresaron. Allí, una Sandra agonizante intentaba sobrevivir. Después de rociarla con el líquido inflamable, la prendieron fuego. “Su muerte fue agónica y atroz, y se ensañaron con la víctima para ocultar su violación”, recalcó la fiscal durante el juicio.
Mientras tanto, los padres de Sandra Palo denunciaban su desaparición en una comisaría madrileña. Esperaban que su hija volviese a tiempo para la celebración. Esa misma mañana, la familia acudía a la iglesia por la comunión del pequeño y a las doce y media regresaron al domicilio. Allí les esperaba la policía para darles la mala noticia. A las 7:40 de la mañana, un camionero que se dirigía dirección Toledo avistó un bulto en un camino perpendicular a la autovía a la altura del kilómetro 8,200, en Leganés. Cuando se bajó y comprobó de qué se trataba, llamó inmediatamente a las autoridades. Había encontrado a una mujer muerta, calcinada y con evidentes signos de violencia. Era Sandra Palo.
Aquí comenzó la lucha de María del Mar y Francisco por descubrir la identidad de los asesinos de su hija. Fueron ellos mismos quienes, días después, rastreando el descampado encontraron varias pruebas. Entre ellas una camiseta de color lila y un walkman que portaba la víctima ese día. “Voy a ser su mayor pesadilla, tanto para él como para los menores”, afirmó la madre refiriéndose a los criminales días posteriores.
Dos juicios y cuatro sentencias
Un mes después, agentes de la Policía Nacional detenían a los homicidas. ‘El Malaguita’, cabecilla de la banda, no dudó en echar la culpa a los tres menores. Sin embargo, los testimonios de ‘El Rafita’ y los denominados ‘Ramones’ echaron por tierra su declaración inicial donde se auto eximía del crimen. Aquí la causa judicial se dividió en dos. Por un lado, la causa contra los tres adolescentes que debido a La Ley del Menor declararon ante el Juzgado de Menores número 5 de Madrid en octubre de 2003. Y por otro, en lo referente al mayor de edad, ‘El Malaguita’, cuyo juicio en la Audiencia Provincial se celebró en enero de 2005.
Ambas vistas fueron de extrema dureza. Las testificaciones de los expertos en toxicología, medicina forense y policía científica sobrecogieron a los presentes. Pero más aún cuando los responsables de la muerte de Sandra Palo explicaron cómo se produjo el asesinato. El Ministerio Fiscal, además, recalcó la alevosía y ensañamiento de los homicidas: “Su muerte fue agónica, y usaron los medios y las formas más atroces para acabar con su vida. Todos querían que desapareciera”.
Por estos hechos, los menores fueron condenados como autores responsables de un delito de detención ilegal, tres de agresión sexual y uno de asesinato con las siguientes medidas: ‘Ramón’ y ‘Ramoncín’ a ocho años de internamiento y cinco de libertad vigilada; y ‘Rafita’ a cuatro años de internamiento y tres de libertad vigilada. Los tres jóvenes aludieron que actuaron inducidos y manipulados por ‘El Malaguita’.
En cuanto al mayor de edad, la Audiencia Provincial de Madrid le sentenció a 64 años de prisión por el secuestro, violación y asesinato de Sandra Palo. Sin embargo, hay que recordar que el máximo de cumplimiento efectivo de la condena es de 30 años. De hecho, ‘El Malaguita’ es el único que sigue entre rejas. Mientras que los otros tres, no solo ya se encuentran en libertad si no que no han parado de cometer toda clase de delitos.
‘El Rafita’ y ‘Los Ramones’, asesinos menores de edad
“Cuando él salió del centro de menores ya anuncié que iba a seguir delinquiendo, y no me estoy equivocando”. Así de rotunda se mostró María del Mar tras la última detención de ‘El Rafita’ el pasado mes de febrero. A sus veintinueve años, el joven apenas cumplió cuatro años en un centro de internamiento para menores y al pisar la calle continuó su periplo delictivo. La reincidencia no solo era la opinión de una madre devastada por la muerte trágica de una hija, si no el criterio de unos peritos que ya se adelantaron a lo que vendría después. “Se desarrolló en un ambiente delictivo carente de normas y a que tenía construcciones rígidas de pensamiento en la que la violencia y los hechos delictivos son valorados como atributos de poder y masculinidad”, sostenía el informe pericial.
Con más de una treintena de antecedentes a sus espaldas, Rafael ha cometido robo de vehículos, usurpación de vivienda, daños y delitos contra la seguridad vial y contra la autoridad, e incluso pertenencia a grupos criminales. Ha estado dos veces en prisión. Y desde 2011 se encontraba en busca y captura por pertenencia a una banda que se dedicada al robo y despiece de vehículos en la Cañada Real Galiana de Madrid. Aunque el pasado mes de febrero fue detenido, el juez lo puso en libertad poco después.
Lejos queda ya aquella entrevista que concedió al programa La Noria de Telecinco en 2010, cuando ‘El Rafita’ se mostraba ‘parcialmente’ arrepentido del crimen. “El único mal que he hecho ha sido estar allí y no ir a denunciarles. Ya está, ese es el único mal que he hecho, yo ya he cumplido con mi castigo”, aseguraba. Y aunque a cámara no dudó en pedir perdón a los padres de Sandra Palo, “lo que está haciendo esa madre eso es un valor increíble y que durante todos estos años, ese esfuerzo que tiene es increíble”; gracias a una cámara oculta se conoció su verdadero pensamiento al respecto: “Es ella [María del Mar] la que no deja descansar todavía en paz a su hija, ella es la que sigue con todo este jaleo, es ella, yo no hago nada. Sólo mete cizaña contra mí, contra mí, contra mí, ¿y los otros?”.
Ocho años después y tras cambiarse el orden de los apellidos –ahora es García Fernández- ‘El Rafita’ vivió en Alcorcón pero también se le vio en la Cañada Real Galiana, donde se produjo la última operación policial contra delincuencia organizada.
Aunque para historial delictivo el de ‘Ramón’. Desde los 23 años y ya en libertad ha sido arrestado por presunta asociación ilícita, robo con violencia y sustracción de vehículos, además de por liderar una red de atracadores dedicados a robar con hachas tiendas de telefonía. Tras ingresar en prisión volvió a pisar la calle y ya cuenta con casi una veintena de antecedentes policiales. Los perpetrados siendo menor de edad han ‘desaparecido’ de su historial oficial. Así lo estipula la Ley del Menor.
En cuanto a ‘Ramoncín’ tampoco ha perdido el tiempo desde que saliese del centro de menores. Se le imputan delitos por robo con fuerza en las cosas. Los informes de Instituciones Penitenciarias describieron “su dureza emocional; conducta asocial; modo de relacionarse basado en la fuerza física, con agresiones a la madre, con la que tiene una pésima relación”. Pese a dicha documentación, su puesta en libertad siguió su curso.
María del Mar y Francisco, unos padres coraje
“Está claro que no funciona la Ley de Menores ni el Código Penal”, se queja María del Mar en declaraciones a La Vanguardia. “Ojalá las penas fueran más duras” para “los casos de extrema gravedad, los delitos de sangre”, insiste. Su lucha por conseguir que se modifique la responsabilidad penal de los menores es una batalla que llevó a esta familia hasta Estrasburgo en 2008. El endurecimiento de las penas a menores era imprescindible. Aquellos que hubiesen cometido delitos muy graves debían pasar a la cárcel al cumplir los dieciocho años. Pero el procedimiento fue desestimado.
“Yo dejé de creer en la justicia hace muchos años. Porque con mi hija no se hizo justicia”, explica con indignación. Durante la charla, insta a que se reforme la Ley del Menor como le prometió Mariano Rajoy años atrás. “No ha hecho nada”. De ahí que María del Mar se sienta “engañada” por los políticos y con “miedo” de dejar a sus hijos y nietos salir a la calle en estas circunstancias.
También le duele “la poca empatía que tuvieron los políticos hacia nosotros” el día que se votó por la derogación de la Prisión Permanente Revisable. “Ni siquiera levantaron la cabeza para ver a las víctimas. No dijeron nada, ni tan siquiera una pizca de cariño”. Lo único que esta madre pide desde hace quince años es “una justicia digna y justa que no hemos tenido”. Lucha para que los derechos de su hija no sean vulnerados como lo fueron, y para que a otras víctimas no les ocurra lo mismo que a ellos, sentirse “solos”. Por eso, el próximo sábado 19 de mayo a las 12 horas han organizado una concentración en la Puerta del Sol de Madrid. Es su pequeño homenaje a otros casos como el de Yéremi Vargas, Marta del Castillo o Sara Morales.
“Cada día la echo más de menos”, se emociona María del Mar recordando a su hija. Y aunque sabe que algún día se reunirá con ella, solo le pide esté donde esté que le envíe toda la fuerza del mundo para seguir adelante. Para seguir luchando.
Si pudiera pedir un deseo, hoy, en este momento, esta madre coraje solo pide: quedarse “con ese 16 de mayo de 2003 cuando salíamos todos por la puerta. Me quedo con su imagen, con lo bonito. Me quedo con su sonrisa y su risa. Con volver a verla una vez más”.