La serie de la que debes huir si te sientes estancado en tu relación
Vale la pena
Es hora de que hablemos de lo que realmente pasa en ‘Forever’
Aparecía casi sin hacer ruido en el catálogo de Amazon (a diferencia de Jack Ryan ) pero la presencia de Maya Rudolph era razón suficiente para darle una oportunidad. Otra razón era el nombre de Alan Yang como cocreador de la serie, el mismo que había concebido Master of none con Aziz Ansari, y que aquí comparte autoría con Matt Hubbard, guionista de la venerada Parks and recreation. Se podía esperar calidad de Forever. Otra cosa es que pudiéramos esperar una de las mayores bofetadas dramáticas de la temporada.
En su momento ya recomendé darle una oportunidad. Dije que lo más inteligente era acercarse a ella desde el desconocimiento absoluto porque su punto de partida tarda un par de episodios en revelarse del todo (y de forma muy sorprendente). Pero en este texto quiero hablar de ella comentando este punto inesperado, ya sea para aquellos que ya han visto los episodios o para los que necesiten más datos para aventurarse a darle una oportunidad a la enésima comedia dramática de media hora, un formato que puede ser muy refrescante.
Era difícil pronósticar que 'Forever' sería una de las mayores bofetadas dramáticas de la temporada”
La premisa apta para todos los públicos es que Maya Rudolph y Fred Armisen son Oscar y June Hoffman, un matrimonio que no vive sus mejores días, como mínimo desde el punto de vista de ella, que vive aburrida por la repetición. Pero la premisa real (y aquí empiezan los spoilers) es que los Hoffman fallecen y se reencuentran en una especie de Más Allá donde tienen que abordar una realidad: ¿cómo te enfrentas a la idea de “te querré para siempre jamás” cuando es un “para toda la eternidad” de verdad?
Si el arranque ya denotaba la capacidad de Alan Yang de exponer temas delicados con un pulso que nunca abandona la humanidad, con unos cuatro minutos iniciales donde se muestra el amor (apagado) entre los Hoffman y el papel de cada uno en la relación, el resto de la primera temporada profundiza en su dinámica. Lo hace sin maniqueísmos, sin buscar un bueno y un malo, sino iluminando los eternos malabarismos entre dos personas que deciden estar juntas (con lo que esto conlleva) en un acuerdo que no es irrevocable, por más que el idealismo y los recuerdos les empujen a creer lo contrario.
La mayor virtud de Forever es que utiliza su particular universo metafísico para acentuar los dilemas existenciales de June Hoffman, que necesita sentir que su vida (o, mejor dicho, su muerte) debe conllevar novedades y no simplemente una repetición de rutinas, con el “para siempre” respirándose en el ambiente. Es una alma con pena, incapaz de verbalizar sus inquietudes ante un marido pasivo, impertérrito, satisfecho con la monotonía extrema de su nuevo día a día.
Su situación es la metáfora perfecta de la previsibilidad de la vida en pareja para la mayoría de personas, sólo que June no sabe si está conforme (o no se atreve a aceptarlo), en un entorno donde la previsibilidad brilla hasta el absurdo. Es lo que tiene que los Hoffman vivan en un vecindario perfecto, sin preocupaciones, con unas casas perfectamente decoradas y sin nada que hacer en todo el día, unas condiciones que ponen todavía más de manifiesto la falta de novedades y sorpresas del presente y el futuro de los Hoffman.
El absurdo del Más Allá se enfatiza con unas normas que nunca acaban de quedar claras”
El absurdo se enfatiza, además, con unas normas que nunca acaban de quedar muy claras con respecto ese Más Allá. ¿Se trata de un trozo de la Tierra de verdad? ¿Geográficamente tiene alguna lógica? ¿Cómo puede ser que haya tan pocos vecinos cuando la humanidad lleva siglos muriendo y supuestamente despertando en esa nueva y mortal realidad? Yang y Hubbard saben esquivar con inteligencia estas cuestiones porque lo suyo es una comedia dramática con toques conceptuales y casi poéticos.
Su discurso toma un poco más de consistencia cuando entra en escena Kase (la siempre bienvenida Catherine Keener), la nueva vecina de la pareja, que no entiende por qué debe perder el tiempo en convencionalismos ahora que ya ha muerto. Ella plantea en voz alta todo aquello que June no se atreve a verbalizar.
¿Por qué no utilizan su tiempo en experimentar sexualmente con otros vecinos? ¿Por qué no intentan encontrar la forma de viajar más allá del vecindario? ¿Por qué no son honestas con aquellas cosas que no las satisfacen a diferencia de cuando estaban vivas? Su persecución por sentir la lleva, por ejemplo, a quemar un mueble que detesta de su propia casa (y que, por las normas arbitrarias de ese mundo metafísico, siempre reaparece en su sitio).
El viaje de June, de Kase y también de Oscar es la peor receta posible para aquellas personas que se sienten estancadas en su relación, que sienten que la rutina les ha engullido. Pero es un bonito viaje (a ratos deprimente, a ratos divertido y siempre estimulante) que nunca se decanta del todo por la tristeza, y mucho menos por el juicio único. Ese Más Allá es como el estado mental de bloqueo, de inercia tóxica y de tedio de June, aderezado con una oportuna reflexión sobre el libertinaje, del que se duda también de su capacidad de dar felicidad por su inestabilidad.
El caso de Forever demuestra una vez más que, justo cuando crees que nada en televisión te puede sorprender, sí existen todavía las revelaciones. Tiene un episodio, además, que debe reivindicarse como la comedia romántica más triste de la temporada y un claro ejemplo de que las historias autoconclusivas pueden ser la herramienta perfecta para hacer avanzar la trama. Y, de paso, la serie señala todas las parejas que en este momento están en los restaurantes, sentados uno delante del otro, sin ser capaces de encontrar un hilo de conversación con el que amenizar la comida.
Señala todas esas parejas que están en restaurantes, sentado uno delante del otro, sin ser capaces de encontrar un hilo de conversación con el que amenizar la comida”