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‘We are who we are’, una rareza de HBO que sigue sus propias reglas

La recomendación

Luca Guadagnino dijo que nunca había visto una temporada completa de una serie y es posible a tenor del resultado

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Adolescentes y jóvenes revolucionados en una base militar.

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Directores de cine que no ven películas y escritores que no leen novelas. No se suelen leer muchos casos de estos en los medios de comunicación. ¿Los habrá? Es posible (y no me refiero a las estrellitas que se sacan un libro de la chistera que no han escrito ellos mismos). Pero los artistas suelen ser suficientemente inteligentes como para no alardear de su ignorancia, conscientes que no contribuirá a su imagen. Sin embargo, cuando se trata de televisión, hay creadores que se sienten muy cómodos reconociendo en público que no tienen ni idea de series: que se han puesto a escribir y rodar series sin haber visto casi nada. El último en hacerlo es Luca Guadagnino, el director de cintas como Call me by your name y Suspiria, que este 2020 ha estrenado We are who we are en HBO aunque en una entrevista a El País reconocía que nunca había visto una temporada completa de una serie. Y se nota.

Como amante de la televisión sería casi tentador encontrarse con un desastre en We are who we are, un experimento fallido, una decepción que pone de manifiesto su falta de talento y la dificultad de crear en el medio televisivo. Pero tras ver los ocho episodios sólo queda reconocer su talento y apreciar una mirada refrescante de lo que debemos esperar de una narración de naturaleza episódica (se agradece que como mínimo Guadagnino no venda la reflexión condescendiente de “he rodado una película y no una serie de televisión”).

Fraser es un personaje muy antipático, hay que reconocerlo.

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¿En qué sentido? We are who we are habla de la adolescencia y del despertar y evolución sexual de unos jóvenes en una base militar del ejército estadounidense en suelo italiano. Sobre todo se centra en Fraser (Jack Dylan Grazer), un chaval al que uno querría tirar por la borda en alta mar, y la amistad que desarrolla con Cait (Jordan Kristine Seamón), una persona reservada pero popular y con un grupo de amigos siempre dispuestos a romper las normas y fumar y beber y pegarse unas fiestas de campeonato.

En un contexto social actual donde las etiquetas están a la orden del día, Guadagnino, que ha escrito la serie junto con el novelista Paolo Giordano (La soledad de los números primos) y Francesca Manieri (El milagro), prefiere adentrarse en temas como la orientación sexual, la identidad de género, el culto religioso o realidades no neurotípicas sin verbalizar en ningún momento etiquetas.

Chlöe Sevigny y Alice Braga son las madres de Fraser.

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La decisión coloca al espectador en una especie de limbo donde todo es posible, donde siempre está la sospecha, donde hay margen para que el personaje pueda oscilar, meditar o reafirmarse. Y tiene sentido. ¿Al fin y al cabo, la adolescencia no es una etapa de crecimiento, de cuestionarse la identidad de forma constante, de descubrirse a uno mismo, de meditar aunque sea en silencio?

La mentalidad de Guadagnino dinamita las expectativas de lo que deberían ser los arcos dramáticos de los personajes, ofreciendo pinceladas y en algunos casos proponiendo retratos inacabados (en los secundarios). De repente, hay un final (precioso) y te quedas con más impresiones que conclusiones con respecto a la naturaleza de Fraser, de la relación entre las madres, de Cait, de las amistades en la base militar. Quien esperase que se resolvieran dudas de forma convencional, estaba más que equivocado.

Los pósters promocionales (uno para cada personaje) son muy chulos.

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¿Esto en qué convierte a We are who we are? Pues en una obra que confía en la idea de evocar más que de deletrear conceptos y conflictos con diálogos, a ratos permitiéndose la licencia de desbordar la sexualidad y los sentimientos de los personajes. Sólo hay que ver episodios como el cuarto y el séptimo, que representan dos caras de una misma moneda: la euforia y la desolación, dos estados muy vinculados a la adolescencia, cuando toda vivencia se siente elevada al cubo. Son dos episodios, por cierto, imperdibles.

Y, como Guadagnino tiene un talento natural para retratar sitios, capturar la luz, insinuar conflictos y crear momentos, la serie de HBO es una experiencia estimulante para dejarse llevar sin esperar unas conclusiones que en la vida real raramente tenemos.