Por qué ‘The mandalorian’ dio un ‘patinazo’ al reunir a Din y Grogu en otra serie
Opinión
Una obra audiovisual no debería cometer el error de ser incapaz de sostenerse por sí misma
El clímax dramático de la segunda temporada de The Mandalorian tuvo su impacto en la audiencia. Cuando Din Djarin (Pedro Pascal) y sus aliados estaban en horas bajas, Luke Skywalker (un Mark Hamill hecho por ordenador) apareció con su sable láser y se ofreció a llevarse a Grogu. “Es poderoso en la fuerza, pero el talento sin entrenamiento no es nada: yo daré mi vida para proteger al niño pero él no estará seguro hasta que no domine sus habilidades”, explicó el jedi. “Él es con quien debes estar”, le dijo el mandaloriano a Grogu antes de traicionar su credo, quitarse el casco y dejar que su protegido le viera bien el rostro y se lo pudiera tocar. El principal interrogante que dejaba la serie era qué sería de Din y Grogu por separado (y, en consecuencia, qué sucedería con la serie) y, contra toda lógica dramática para quienes no ven las demás series de Star Wars producidas por Disney, la nueva temporada empezó con los protagonistas juntos.
Había quienes esperaban un flashback que justificara esa reunión de los personajes. También había quienes interpretaron que podía ser uno de los misterios de la temporada: descubrir de forma gradual lo que había sucedido entre su despedida y su reencuentro. Pero las respuestas ya se habían dado, sólo que en otra serie: en el tramo final de El libro de Boba Fett, el spin-off criminal ambientado en Tatooine con Temuera Morrison y Ming-Na Wen, quienes habían aparecido en The Mandalorian, en los papeles protagonistas. De hecho, en 2022 había llamado la atención que este spin-off se desviase de la trama principal para resolver, de repente, la situación personal del mandaloriano. “Por qué el reencuentro emocional de Din y Grogu se insertó en un punto arbitrario en mitad de la batalla final de una serie distinta”, criticaba una usuaria.
En una entrevista con Empire, el creador Jon Favreau explicó que iba a ser interesante ver cómo llevarían la resolución del conflicto aquellos espectadores que no hubieran visto el spin-off: “El libro de Boba Fett dejó que pasara el tiempo. Pudiste ver cómo era Mando sin el Baby Yoda y vimos cómo era Grogu sin el mandaloriano, y ninguno de los dos estaba demasiado bien”. De esta forma, podían volver a escribir The Mandalorian sin tener que prescindir de la “relación central” que se había iniciado a partir del segundo episodio. En otra entrevista, también explicó la cantidad de tiempo que había pasado entre su despedida y el inicio de la tercera temporada: unos dos años. Si Grogu se pasó casi todo este tiempo formándose con Luke es un punto que no está claro.
Y, para quienes quieran saber lo que sucedió a los dos personajes en El libro de Boba Fett, es simple. Din reconoció delante de la Armera que se había quitado el casco por voluntad propia delante de terceros y que, como le indicaba la mandaloriana, ya no pertenecía a su comunidad. Tenía que ir a las minas de Mandalore y meterse en las aguas sagradas para redimirse por este pecado imperdonable. Din visitaba a Grogu en Ossus, donde coincidía tanto con Luke como con Ahsoka. Más adelante, a Grogu se le presentaba con una decisión: debía elegir entre formarse como jedi o volver con su protector. Y él elegía al mandaloriano.
La decisión creativa de Jon Favreau se puede entender desde un punto de vista práctico: The mandalorian es una serie que depende de la química y los lazos entre Din y Grogu. Pero, al resolver la situación en una serie distinta, The mandalorian traicionó un principio televisivo básico: resolver las tramas en la propia obra. Y es que, por más que la creación de universos de ficción permiten visionados más complejos y miradas y matices complementarios, un conflicto tan principal como la separación de los protagonistas tenía que desarrollarse y solucionarse en la misma serie. Pero esto, visto lo visto, es un problema que Disney arrastra en más de una de sus franquicias: también las películas de Marvel están perdiendo peso en las salas de cine a medida que se venden como fracciones de historias en vez de historias sólidas por sí mismas.
Una obra audiovisual no debería cometer nunca el error de ser incapaz de sostenerse por sí misma. Y es que, ante el afán de expandir, sumar y enriquecer (y sobre todo enriquecerse), el resultado puede ser el contrario: erosionar ese universo.