En la metamorfosis de Disney, que tiene que velar por los intereses de la empresa en el negocio del streaming además del rendimiento de las películas en las salas de cine (y los parques temáticos), Pixar empieza a establecerse como productora de series. Después de El Sueño Producciones, el spin-off televisivo de Del Revés, ahora tenemos En la victoria o en la derrota, estrenada este miércoles en Disney+, una comedia deportiva que intenta llevar la filosofía del estudio a la ficción televisiva: calidad técnica, lecturas para todos los públicos e ideas originales.
La primera escena descoloca. No diré por qué pero obliga al espectador a pensar que quizá no todo es lo que parece o simplemente que las metáforas que quiere abordar tienen representaciones inesperadas. Sea como sea, Caririe Hobson y Michael Yates, los guionistas y directores, cuentan la semana previa a una final del campeonato de softball escolar. Cada episodio, una perspectiva distinta: desde la hija del entrenador al árbitro del partido, que necesita una coraza y mucha autoestima para enfrentarse al ambiente caldeado de los padres de los jugadores.
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Se ha estrenado este miércoles con dos episodios.
La factura técnica, como cabe imaginar, es impecable. El sentido cómico, también. Como sucedía con El Sueño Producciones, Pixar parece haber entendido las reglas de la televisión, adaptándose a la estructura y planificación de tramas que requiere este arte (o sea, que no ha cometido el error de Lucasfilm y Marvel, cuyas primeras producciones para la plataforma no tuvieron el ritmo o la sustancia esperable precisamente por creer que estaban por encima del medio).
El primer episodio, sin embargo, quizá no es la mejor entrega para contrarrestar los escépticos que lamentan que Pixar lleva un tiempo sin hacer estallar cabezas con sus conceptos y apuestas, ya sea debido a producciones desinspiradas. Elemental, por ejemplo, era tan simpática como fea en el diseño de personajes y endeble en el tratamiento de los temas y el desarrollo del guion. Y, mientras Del Revés 2 fue reveladora por la introducción de nuevas emociones como Ansiedad, se sumaba a la moda de exprimir franquicias ya existentes.
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¿Otra representación de la ansiedad?
¿Y por qué digo esto? Porque al centrarse en Laurie, la hija del entrenador, repite un recurso de esta última película. La chica es un paquete y, a pesar de la actitud positiva de su padre, se empieza a dar cuenta de que es una decepción. Esto es un pez que se muerde la cola: no puede jugar bien por la presión que siente. Es así cómo se crea a Sweaty, una especie de amigo imaginario hecho de su sudor frío, que no deja de ser una representación de la ansiedad.
El déjà vu no evita que En la victoria y en la derrota alce el vuelo como historia por sí misma, pero gana puntos al entrar en la segunda entrega y centrarse en el árbitro. La manera cómo se muestran los abucheos y encuentros incómodos con los padres de los jóvenes jugadores es maravillosa: tiene escudos y armaduras invisibles, que debe activar todo el rato si quiere perseverar con su sentido de la justicia. Esta es la virtud: el desconcierto sobre los recursos que adoptará su lenguaje visual y narrativo para abordar cada conflicto de personaje.
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Imagen de 'En la victoria o en la derrota'.
Lo irónico de esta apuesta, sin embargo, es que detrás de las cámaras se tire por tierra toda la responsabilidad emocional predicada por Pixar. Se buscó a una actriz infantil trans para dar voz a uno de los personajes, haciendo que leyera unas líneas de diálogo donde se hacía explícita su identidad, y finalmente se borraron estas frases para no incomodar el público más conservador de los mercados en los que opera Disney (y, qué casualidad, en consonancia con los movimientos de las grandes empresas de Estados Unidos para satisfacer a Donald Trump, otra vez presidente).
“Lo llevaba como una medalla. Lo llevaba con orgullo. Lo llevaba con honor porque significaba mucho para mí. La idea de interpretar auténticamente a una chica adolescente trans me hizo muy feliz. Quería hacerlo para otros niños trans como yo”, expresó Chanel Stewart, que era la actriz elegida, y que se arriesgaba a título personal a fichar por una producción con tanta visibilidad y con un papel con estas características. Recordemos qué historial de bullying han sufrido las actrices negras y asiáticas de Star Wars, por ejemplo.
Pero desde Disney, al ser preguntados por este cambio creativo (o directamente censura, si tenemos en cuenta que no es un comunicado de sus creadores), dijo lo siguiente: “Cuando se trata de contenidos animados para una audiencia más joven, reconocemos que muchos padres prefieren discutir ciertos temas con sus hijos en sus propios términos y cuando creen oportuno”.
Adalides de la responsabilidad emocional mediante y del respeto a la diferencia mediante la ficción, borradores de niñas de carne y hueso a quienes contrataron y desecharon en la vida real, como si fueran menos válidas o elementos incómodos.