El actor Ted Danson está nominado al Globo de Oro por su trabajo en El hombre infiltrado. El hombre es incombustible: de 1982 a 1993 pasó a formar parte de la primera línea de la comedia americana con Cheers y desde entonces nunca se ha ausentado de la televisión con Becker, Daños y perjuicios, Curb your enthusiasm, Bored to Death, una etapa de criminalista en CSI y la original The good place. Pero, ahora que Netflix ha renovado la serie por una segunda temporada, quizá toca responder la eterna pregunta de los escépticos que no se atreven a empezar nada por miedo a la cancelación: ¿merece la pena echarle un vistazo?
Es una adaptación en clave de ficción y muy libre de 'El agente topo', el documental chileno
Un hombre infiltrado es una adaptación en clave de ficción y muy libre de El agente topo, el documental chileno sobre un hombre octogenario que se infiltró en una residencia de ancianos para investigar si una mujer ingresada allí era maltratada. La trama, como si temiera meterse en un tema demasiado complicado de abordar desde la comedia, estudia un caso con un menor peso dramático: en vez de posibles malos tratos, tenemos robos de joyas en las habitaciones de una residencia con inquilinos todavía bien de salud.
Como Charles, Danson interpreta a un viudo que todavía echa de menos a su mujer. Su hija Emily (Mary Elizabeth Ellis) le aconseja que intente rehacer su vida, que encuentre nuevas ocupaciones. Así que él, cuando ve una oferta de empleo en el periódico, se presenta para el puesto. Julie (Lilah Richcreek Estrada), una detective privada, le propone entrar en Pacific View, un edificio donde sus inquilinos mayores tienen toda la atención, cuidados y servicios que necesitan para vivir de maravilla los últimos años de su vida, ayudándoles también a socializar y no sentirse solos.
Michael Schur, de reputación sólida con títulos como Parks and recreation, Brooklyn Nine-Nine y The good place, se mantiene fiel a la comedia. En estos tiempos en la que tantos guionistas abandonan (erróneamente) el género a la mínima oportunidad, como si deformar la comedia hacia el drama fuera una elección más interesante, sorprende ver cómo busca la forma de meter instantes tristes y emotivos en un montaje y unas interpretaciones que no abandonan el sentido del humor.
Es una forma, también, de reivindicar los personajes y el tema principal de la serie: la dignidad en la vejez. A partir de la galería de secundarios, se aborda desde la demencia, la pérdida y cualquier problema de salud, se rinde homenaje a las personas que fueron y sobre todo se reconoce las personas que son, con sus anhelos, cuentas pendientes, ilusiones, conocimientos y los buenos momentos por llegar. Aquí Charles es donde tiene su recorrido: entra como si fuera un extraño, ya que siente que no necesita ayuda en su día a día, y encuentra entre los residentes un hogar donde sentirse a gusto y dejar de sentirse solo.
Pacific View no tiene un ápice de contexto social, lo que impide profundizar más allá de lo teórico y previsible, pero es un entretenimiento pulcro y depurado
Un hombre infiltrado a ratos adolece del artificio de Hollywood y de una realización muy Netflix: Pacific View es un colorista decorado cualquiera, sin ápice de realismo o de contexto social, lo que impide profundizar más allá de lo teórico y previsible. Pero, en su propósito, ofrece un entretenimiento pulcro, más depurado que Grace and Frankie en sus primeros episodios al tratar la tercera edad.
En resumen, merece un vistazo como la obra accesible y con oficio que es, a la espera de ver cómo puede reinventarse en la segunda temporada. Quien haya visto The good place sabe que Schur no es de los que se estancan creativamente.