Cuántas veces nos encontramos con series admiradas por la crítica pero que apenas ven un puñado de personas. Miles. Cuántas veces nos encontramos en reuniones y, de repente, alguien ordena “tienes que ver tal serie” como si fuera una obligación, como si te fueran a retirar un carnet imaginario de seriéfilo. Cientos. Pero esta serie de la que vamos a hablar seguramente no será mencionada en los encuentros sociales, ni la crítica le dedicará una sola opinión a su regreso. Esto no quita que sea (a todas luces) un exitazo. Nos referimos a Tracker.
En febrero tuvo la suerte de estrenar el primer episodio después de la Super Bowl y así tener 18 millones de espectadores en su lanzamiento. Esta estrategia de programación y promocional, sin embargo, a menudo ha sido una especie de maldición en la televisión estadounidense: implica que los directivos esperan un alto rendimiento de la producción y no son pocas las series que se dieron de bruces al empezar sus emisiones normales sin un colchón de espectadores de más de 100 millones.
En su regreso con la segunda temporada se confirma como el mayor éxito de la televisión en abierto de EE.UU.
Pero Tracker encontró rápidamente la forma de fidelizar la audiencia con una estructura y un perfil de personajes muy reconocible. Un Justin Hartley con estatus de estrella televisiva tras protagonizar This is us durante seis temporadas interpreta a Colter Shaw, un experto cazarrecompensas. Es un detective que ayuda a encontrar personas y objetos desaparecidos a cambio de un sueldo o de la recompensa anunciada. Esto no quiere decir que sea un desalmado: se deja la piel intentando salvar a quienes se encuentran en un apuro.
En su cometido, Colter cuenta con una socia, Velma (Abby McEnany) que le ayuda a rastrear posibles casos y hace sus pesquisas desde casa, alejada del terreno. También contrata los servicios informáticos de Bobby (Eric Graise), a quien nunca ve, o de Reenie Fiona Rene), una abogada a quien debe llamar de forma recurrente cuando se encuentra en un aprieto. Y, con estos aliados, se mueve por los Estados Unidos sin atarse a nadie, arrastrando un trauma familiar de infancia relacionado con la muerte de su padre en extrañas circunstancias.
Que nadie piense que este artículo es una recomendación: Tracker, disponible en España a través de Disney+, es básica a más no poder. Las interpretaciones de los actores episódicos suelen ser justas. La búsqueda de localizaciones no concuerda con una dirección rutinaria. La cámara encuentra cualquier excusa para grabar a Hartley sin camiseta, consciente que tiene su volumen de fans que esperan que luzca su cuerpo de gimnasio. Y, de fondo, el principal misterio de Tracker se trata con esa lentitud y sutileza de la televisión de siempre, ahora con Jensen Ackles (The Boys) contratado para interpretar a su hermano.
Pero estos son aciertos suficientes para una parroquia que simplemente busca horas televisivas estructuradas con el pasa-ratismo como única aspiración creativa. Los 8,3 millones de espectadores obtenidos en su regreso con la segunda temporada en Estados Unidos confirman hasta qué punto este modelo de ficción clásica (y sin ínfulas ni excesivo esmero) no forma parte del pasado sino del presente, que se combina en el streaming con apuestas que a menudo desperdician el potencial del episodio como unidad narrativa. Ostenta, de momento, el título de estreno o regreso más visto de este inicio de temporada.