No todos los actores pueden ser estrellas
Los currantes
Un homenaje a Conchata Ferrell, la roba-escenas de ‘Dos hombres y medio’, que falleció este lunes
Muere Conchata Ferrell, la mítica Berta en ‘Dos hombres y medio’
El lunes fallecía Conchata Ferrell. Será recordada por sus seres queridos, por supuesto, y también por las decenas de millones de espectadores que tenía Dos hombres y medio y que adoraban las intervenciones de Ferrell como Berta, la mujer de la limpieza con tanto carácter como los inquilinos de la casa de Charlie Sheen. Pero, si no se hubiera encontrado con ese papel al cumplir los sesenta, quizá su muerte habría pasado desapercibida para el público, un rostro casi anónimo porque nunca la dejaron ser la estrella de la función.
Porque Conchata Ferrell era de las que picaban piedra en el cine y la televisión, de las que no dejaban de trabajar pero que nunca obtenían los papeles protagonistas, las que aparecían en el fondo o mataban en la primera escena del episodio, de las que se acordaban para interpretar papeles diminutos, incluso tras ser nominada al Emmy en 1992 por La ley de Los Angeles. Ella misma diferenciaba “trabajos” de “papeles” en función de la presencia que tenía y los matices de los personajes. “He intentado tratar los trabajos como papeles, para que así tengan más capas, pero algunas veces puedes y otras veces no”, reconocía en una de las pocas entrevistas en profundidad que concedió.
En su currículo hay de todo. Sospechosa en Se ha escrito un crimen, víctima en su primera escena en Buffy, trabajó al lado de Bea Arthur en un episodio de Maude en los setenta, coincidió dos veces con Julia Roberts (primero en Mystic Pizza, después en Erin Brokovich), era una de las vecinas cotillas de Eduardo Manostijeras (película que no tenía claro si saldría muy bien o terriblemente mal tras leer el guión) y Reese Witherspoon la encadenó a una cama en Freeway en los noventa. Ni tan siquiera vio nunca su trabajo en esa película, lo consideraba demasiado anecdótico, pero de allí sacó una clara impresión de la oscarizada actriz y super-productora: “Lo que me llevé de ese trabajo era lo increíblemente seria que era Reese y lo maravillosa que era como actriz”.
Ella misma asumió que era una actriz secundaria por la carrera y los papeles que le habían tocado: “No soy una estrella, nunca seré una estrella, soy una actriz de carácter, pero he trabajado y he tenido papeles como también he tenido trabajos”. Y, mientras adoró que las cámaras tomasen su fotografía en las entregas de premios (estuvo nominada al Emmy otras dos veces por Dos hombres y medio), lo normal era que pasaran de ella o que directamente le pidieran que se apartase para poder fotografiar mejor a Halle Berry o Al Gore (”y no podía culparles, aunque era un poco deprimente”).
Quizá uno podría preguntarse por qué la industria no le ofreció papeles más jugosos después de pasar por una temporada de La ley de Los Angeles, serie por la que fue nominada a pesar de no contar con el apoyo de la productora, que le había informado antes de terminar la temporada que no contaban con ella para la siguiente. ¿Sería porque tenía un cuerpo poco normativo? ¿Porque no encajaba con la clase de cuerpo y rostro que debía tener una estrella de televisión?
De hecho, el papel de Berta al lado de Charlie Sheen y Jon Cryer en Dos hombres y medio ni tan siquiera tenía que ser fijo. La contrataron para interpretar a la asistenta en únicamente dos episodios. De hecho, querían que Berta tuviera acento y en la audición ella decidió ir a por todas, aprovechando que tampoco sería un trabajo estable. Le dijo al creador Chuck Lorre que adaptaría el personaje a “trailer park” (que es una forma de referirse a personas blancas con muy poca educación y un nivel económico bajísimo, las que viven en los parques de caravanas). Él respondió que “adelante” y, contra todo pronóstico, se hizo con el papel.
Tras trabajar en los dos episodios, un día llegó a casa y le dijo a su marido Arnie Anderson: “Espero que ellos piensen lo mismo que pienso yo, porque realmente encajo allí”. Y sí, eran de la misma opinión. La llamaron para aparecer un tercer episodio y en otro y en otro. Y, cuando tocó producir la segunda temporada, ya era una secundaria fija, saliendo al final en más de 200 episodios. Siempre secundaria pero siempre empleada, siempre visible, siempre reconocida como una roba-escenas.
De no haber tenido este papel, este miércoles no sería noticia. Como mínimo no sería noticia de la forma en la que lo ha sido: en la portada de las webs, recordándola en el set de rodaje de Dos hombres y medio, teniendo una idea clara de lo que había ofrecido al panorama televisivo. Esta es la vida de muchos actores y actrices, que pican piedra y apenas son reconocidos, aquellos que vemos por todas partes y que pocas veces nos quedamos con su cara o la olvidamos porque no tenía suficientes minutos.
Ni tan siquiera su papel en 'Dos hombres y medio' tenía que ser fijo: debía actuar en dos episodios y ya está, pero finalmente se la quedaron al ver la química en el set”
Ella era una currante, el modelo de actriz que últimamente se ha reivindicado en la apreciable Better things por la que Pamela Adlon, otra currante, finalmente es reconocida con nombre, apellidos y rostro tanto como actriz como creadora de la obra. Y no podía ser más consciente. Su padre, que trabajaba en una fábrica, ya le había avisado: “Somos clase trabajadora, siempre tendremos que trabajar, así que lo importante era que nos gustara nuestro trabajo”.
Así que, consciente de ello, cuando empezó a estudiar teatro y trabajar sobre los escenarios, optaba por no dejar su trabajo de día. Por si acaso. Una vez se mudó a Los Angeles, pudo centrarse en la interpretación pero siempre desde la mirada del trabajador, del actor que no aspira ser una estrella porque la industria no estaba por la labor y porque no todas las personas que entran en Hollywood pueden tener suerte (y ella la tuvo a los sesenta, que conste).
Y, tras su muerte a los 77 años de edad, quizá merece la pena reivindicar tanto a Conchata Ferrell como a todos esos actores y actrices que no acaparan portadas, de quienes el público suele desconocer los nombres, pero que contribuyen en la industria como la estrella de turno, el electricista, el director, los asistentes de producción. Porque, sin actores y actrices de carácter como ellos, profesionales que se toman en serio cuatro frases en una película o en un episodio suelto, no existirían las buenas películas y las buenas series.
Sin actrices como Conchata Ferrell no existirían las buenas películas y las buenas series”