Le Clézio: "Si gana Marine Le Pen, devolveré mi pasaporte"
El escritor francés acaba generar una polémica en Francia al defender la apertura total de fronteras como reacción a los atentados terroristas
"Es injusto que los franceses tengamos tantos Nobel, Mercè Rodoreda lo mereció más"
"No leeré la novela de Houellebecq, porque no es un buen mensaje meter miedo hacia el islam"
El francés J.M.G. Le Clézio (Niza, 1940), seguramente el premio Nobel de literatura más viajero de la historia -un Corto Maltés de las letras- ha pasado unos días en Cartagena de Indias, invitado por el Hay Festival, uno de los escasos eventos a los que acude. Acaba de publicar Tempête en Gallimard -para la que no hay aún una fecha de publicación en España- y ha originado polémica en Francia al defender, en una carta abierta a su hija, la apertura total de fronteras como reacción a los atentados terroristas.
¿Conoce Barcelona?
Fui una sola vez, persiguiendo a Salvador Dalí. Viajaba en tren con un amigo japonés, primero fuimos a Perpiñán, luego a Figueres, pero nos dijeron que estaba en un hotel de Barcelona y nos prometieron que ahí nos recibiría. Le esperamos durante tres días en la ciudad, íbamos charlando continuamente para matar el tiempo, convencidos de que nos llamaría. Al tercer día sin noticias, nos presentamos en el hotel y ya había vuelto a Figueres. Fue un plantón en toda regla.
¿Le gustaba Dalí?
Me fascinaba, ya desde muy joven. Su capacidad para burlarse del mundo serio, el personaje que se creó... Leí con pasión su libro Diario de un genio, aún recuerdo la escena en que casi se ahoga en una cuba de agua en un desierto.
¿Dónde vive usted ahora?
En Nuevo México, Estados Unidos, la mayor parte del año. El resto, en París, donde está mi hija. Me divido entre el viejo y el nuevo mundo. Escribo mejor en Nuevo México, bajo ese cielo enorme... Desde mi estudio, por la ventana, se ve un enorme terreno baldío, como una página en blanco.
¿Sus últimos viajes?
He estado ahora en China, Corea del Sur y Marruecos, de donde es mi mujer. Cuando mis hijas eran pequeñas dejé de viajar tanto, pero he vuelto a las andadas.
Y sus libros ¿por qué no se pasan al cine?
Atraen solo a los cineastas humildes, que no pueden filmar historias que suceden en tantos países, con paisajes espectaculares. Ha habido intentos, pero siempre les ha faltado el dinero.
Tras los atentados de París, usted publicó una carta abierta a su hija en Le Monde oponiéndose a la reacción de algunos gobiernos europeos de restringir el tráfico en las fronteras.
No estuve en ese momento terrible en París, pero mi hija sí y fue a la gran manifestación y quise felicitarla en público. Las restricciones del espacio Schengen son una vergüenza. Cerramos Europa a África, a Oriente, a América Latina... La frontera Schengen no es buena para nosotros, nos ensimisma. Debería suprimirse. Se deberían eliminar fronteras para que la gente pueda circular más fácilmente por todas partes. Pero no hay ningún político francés que defienda eso.
¿Qué propone usted?
Combatir la pobreza y el aislamiento en los barrios suburbiales de Francia, donde cada vez crece más gente excluida del sistema. Esa es la auténtica raíz del problema. Siempre habrá locos, pero si la gente tiene una vida digna no les seguirá. Hay que quitarles apoyo social.
¿Por qué la extrema derecha es tan fuerte en Francia?
Cuando pienso en eso, me siento más mauriciano que nunca. No entiendo a los franceses. Si gana el Frente Nacional, con Marine Le Pen, devolveré mi pasaporte francés, y seré solo mauriciano.
La literatura ¿puede desempeñar algún papel en eso?
Es un buen medio para atravesar fronteras, y así es utilizada por los que no pueden viajar, por culpa de las restricciones migratorias. Es una caja de resonancia de las cosas, pero no tiene un rol moralizador, eso depende de la lectura y las decisiones de cada uno.
¿Ha leído Sumisión, la última novela de Michel Houellebecq?
No. No me gusta su título y probablemente no la leeré jamás, porque no es un buen mensaje decirle a los franceses que hay que tener miedo del Islam. En Francia ya existe una fuerte tendencia a ceder ante el temor, no es necesario poner el acento en eso.
¿Por qué Francia tiene tantos premios Nobel de literatura? No se corresponde con su tamaño...
Es totalmente injusto, Catalunya merecería alguno, el caso de Mercè Rodoreda, que no lo obtuvo, es flagrante. Yo la leía con afán, ella lo debió haber obtenido.
¿Se ve con Modiano?
Somos muy amigos. Hablar en público le incomoda, pero utiliza técnicas teatrales, así que ahora, en privado, balbucea... pero cuando habla en público no.
¿Qué supuso para usted la paternidad?
Cambió mi literatura, me dicuenta de que la vida no es gratuita, y luché contra la impunidad vital de que gozan los machos en países como Colombia. Entre los indígenas no hay tantos machos.
¿Mantiene aún el contacto con comunidades indígenas?
Sí. En Colombia he visitado una comunidad que no conocía, y les invité a venir aquí y poder vender sus productos. La guerrilla y el ejército les castigan mucho, ellos son seminómadas y han tenido que agruparse para vivir en Bogotá, en condiciones horribles, en casas sin agua corriente. Algunos intelectuales los defienden y alzan su voz contra estas injusticias, esta falta de respeto.
Es usted uno de los máximos expertos en las comunidades indígenas de América...
Yo diría más bien que soy su alumno, ellos han sido mis maestros. Me han enseñado cómo sobrevivir a un medio hostil como es la sociedad moderna. Ellos me han enseñado mucho más que nadie, que cualquier libro o profesor universitario, para mí son también intelectuales, me han inculcado la armonía, la tolerancia y el respeto al medio natural. La sociedad capitalista amenaza a la humanidad entera, y ellos lanzan un mensaje de equilibrio que deberíamos asumir.
Usted, de hecho, ha sobrevivido, a veces, con trabajos poco intelectuales...
Fui descargador en un muelle, sí, trabajé como lazarillo en el estado de Tabasco, he cortado madera... Pero ahora ya estoy bastante mayor.
Usted no es hombre de discursos.
El único discurso que he escrito en mi vida es el de la recepción del premio Nobel, y les pedí que no lo publicaran... pero los suecos no me hicieron caso.
Como lector, ¿qué libros le empujaron a escribir?
Curiosamente, dos libros españoles. El Lazarillo de Tormes, que leí de niño, cuando tenía la edad del propio lazarillo, y me identifiqué inmediatamente con aquel chaval travieso que anda libre por la calle todo el día. El otro fue el Quijote, que me impresionó muchísimo, en una edición traducida al francés e ilustrada por Doré, yo ni sabía quién era Cervantes, lo empecé a los 9 años y lo acabé a los 10.
Acaba de publicar, en francés, Tempête...
Es un libro con dos novelas muy cortas, nouvelles. La primera trata de mujeres ancianas, de más de 80 años, que van a pescar orejas marinas, un tipo de molusco, en el mar de Japón, donde estuve un tiempo observándolas. La segunda mini-novela es sobre una chica que no tiene pasaporte ni papeles, porque nació de una violación y la familia escondió su nacimiento en África, así que carece de identidad, y se va a París sin documentación y trata de sobrevivir allí. Un caso real, en parte.
¿Y en qué proyectos anda?
Estoy escribiendo tres libros a la vez. Un ensayo sobre tres escritores mexicanos, Juan Rulfo, Sor Juana Inés de la Cruz y Luis González, a los que considero mis maestros. Sor Juana fue intermediaria entre las comunidades indígenas de América y el mundo culto de Occidente. Rulfo fue el último gran autor que recogió el ambiente popular, fue costumbrista y a la vez pionero del realismo mágico, es para mí el mayor escritor del siglo XX. Luis González, que fue amigo mío y falleció en el 2003, fue un historiador auténtico. El otro es una novela, que me está saliendo un poco larga, sobre mi propia tribu, provengo de los franco-mauricianos, que están desapareciendo, yo soy su último hijo, se titula Alma, el nombre de una propiedad azucarera de mi familia en esa isla africana. El tercero es un ensayo sobre el arte, que estoy escribiendo en China, en inglés, con la ayuda de unos alumnos que tengo allí, es un paseo por el arte no lineal, un tema que apasiona a los chinos, que son budistas y taoístas, creen mucho en todo aquello que no es lineal, lo que no es cronológico.
¿Esa es su idea también?
Sí. En arte y literatura no hay progreso, volvemos una y otra vez a lo mismo. Los antiguos mexicanos ya nos lo decían: volveremos otra vez.
¿Profesa alguna religión?
Soy animista, pero ahora ya no practico tanto como cuando vivía en la selva.