De la margarita al fusil. De la paloma de la paz al casco militar. Del Imagine de John Lennon a la marcha de Los voluntarios . La ópera sin fin que es la política ha cambiado la escenografía radicalmente. Ha soplado el lobo Trump y los decorados que creíamos eternos han volado por los aires. Es de tal calibre la mutación cultural que se nos exige que quizás en las próximas Navidades vuelvan a estar bien vistas las cartas a los Reyes Magos en las que la chiquillada pida pistolas, rifles, tanques y bombarderos de plástico sin que sus padres arriesguen la patria potestad por llevarlos por el mal camino. Será verdad que todas las modas acaban por volver. Y ahora le ha llegado el turno al caqui militar.
Hay que tomar decisiones estratégicas, disruptivas y urgentes, se afirma desde todos los frentes y a diario. Sin ir más lejos, el ministro de Exteriores, José Luís Albares, repitió ayer en el Congreso lo que le oímos en Foros de Vanguardia hace una semana en Barcelona: hemos entrado en una nueva era y lo que se decida en las próximas semanas será trascendental y marcará nuestro futuro como europeos, españoles y catalanes.
El PP va a padecer, obligado como estará a salvar al soldado Sánchez
De entrada, la cartera. Hay que gastar más. Pedro Sánchez reafirmaba también ayer desde Helsinki que España llegará a un 2% del PIB en gasto militar antes de 2029 (Úrsula Von der Leyen ya ha pedido el 3% para el conjunto europeo y el actual español es del 1,28%), pero sin aclarar cómo ni cuándo. Solo que mientras el presidente español sacaba la chequera por la boca, Ione Belarra, líder de los podemitas, dejaba claro en el Congreso que no cuenten con sus cuatro diputados para jugar a los ejércitos. Algo similar se le escuchó también ayer al diputado del BNG, Néstor Rego. Y en días precedentes a relevantes dirigentes de IU, Més-Compromís y otras siglas del sudoku izquierdista.
Tanto mirar a Junts y ERC para saber si habría presupuestos, y resulta que en un giro extraordinario de los acontecimientos el no más radical ya lo ha dado Podemos, calificando a Pedro Sánchez en sede parlamentaria de “señor de la guerra”. ¿Cómo pueden aprobarse en estas condiciones unas cuentas que incluyan más gasto militar? Quien se acuesta con niños, y en el extremo izquierdo de las Cortes el infantilismo se cuenta por toneladas, se levanta humedecido. O algo parecido.

Sánchez, ayer en Helsinki
Cierto es que el Gobierno cuenta con mecanismos legales que ya viene utilizando para aumentar el gasto sin pasar por el Congreso, como es el caso de las ampliaciones y modificaciones de crédito. Pero toca dejar constancia de lo extraño que resulta que el propio Ejecutivo defina un asunto como el más trascendente desde el punto de vista histórico de los últimos años y que al mismo tiempo no pueda contar con una mayoría parlamentaria que avale su posición económica sobre el particular. Si este es un asunto de vida y muerte, tal y como se repite insistentemente, las concreciones que vayan acordándose, no sólo el envío de tropas, debieran sacralizarse en el Congreso. Así que no puede naturalizarse, como se pretende insistentemente con el argumento de que no pasa nada, la ausencia de presupuestos. Cuanto más grave es el momento, más relevancia debieran adquirir estos.
Aunque los problemas no van a ser únicamente para el PSOE o para Sumar, formación ésta obligada a desangrarse de nuevo ante la imposibilidad de resolver sus contradicciones internas en la cuestión armamentística por muchos tiempos muertos que solicite Yolanda Díaz. También el PP va a padecer, obligado como estará a salvar al soldado Sánchez, cuando el Gobierno solicite la aprobación del Congreso para enviar soldados españoles a Ucrania. Cosa esta que indefectiblemente acabará sucediendo, aunque de momento en España se prefiera no mentar la bicha todavía.
Claro que también podría ser que estemos ante una paradoja futura de lo más remarcable. Que el “muro” que concienzudamente Sánchez viene construyendo desde su investidura para aislar al PP al lado de Vox acabe cayéndosele encima. A fin de cuentas, no hay que descartar que el líder popular saque carácter y halle la fórmula para imponer condiciones severas al rescate presidencial. Ojo al dato, porque creíamos que todo empezaba y acaba en Catalunya y resulta que las fronteras que de verdad amenazan con voltear la política española en los próximos meses son las de Ucrania.