Los fracasados

El hombre que pasados los treinta años usa el autobús en sus desplazamientos debe considerarse a sí mismo un fracasado. Esta frase se atribuye comúnmente y por error a Margaret Thatcher, pero quien la pronunció en realidad fue Loelia Lindsay, hija del primer barón de Sysonby y tercera esposa del II duque de Westminster. Las palabras de la acaudalada señora hay que entenderlas como lo que eran: el desprecio extremo de la frívola aristócrata por el esforzado ciudadano común que se movía en transporte público. Un tipo subido a un tren o a un bus no era, a ojos de la dama en cuestión, más que un subgénero embrutecido de persona que tenía lo que se merecía. Alguien que merecía ser humillado por su incapacidad o falta de voluntad para sacar provecho de la sociedad de consumo, procurarse un auto­móvil y escapar de las incomodidades del transporte colectivo.

Si hoy recordamos ese aforismo no es por un capricho formalista. Lo hacemos más bien para referirnos a otros fracasados que nos son más cercanos en el lugar y en el tiempo. Ese lugar es aquí, el tiempo es hoy y los fracasados somos nosotros. Es esta una afirmación realista y nada hiperbólica. Pues de humillación y trato vejatorio hay que calificar lo que viene sucediendo con el servicio ferroviario en Catalunya desde hace lustros en los servicios de cercanías y regionales. Las icónicas imágenes de estos días, con pasajeros saltando de los vagones o esperando estoicamente en andenes abarrotados, cabe entenderlas simbólicamente como lo que son: la derrota sin paliativos del ciudadano ordinario acarreando su pisoteada dignidad entre las vías.

De humillación y trato vejatorio hay que calificar lo que sucede con el servicio ferroviario en Catalunya

No se trata en esta ocasión de una humillación de porte aristocrático, como la que infligía con su desdeñoso comentario la señora Lindsay a sus compatriotas. Un desprecio que, al menos en su caso, era coherente con su rancia y clasista visión de la sociedad. La humillación que se nos dispensa a nosotros viene en cambio envuelta de grandes proclamas de exaltación igualitaria y del elogio de las virtudes cívicas de quienes son usuarios del transporte público. Los poderes públicos lo consideran de boquilla un héroe de la modernidad –concienciado con el medio ambiente, solidario, comprometido, etcétera–, pero con los hechos lo menosprecian dispensándole un trato indigno.

No es este un pasar lista a siglas, partidos o gobiernos del pasado o del presente. La degradación del servicio ha sido un proceso tan largo y continuado que no es atribuible a nadie en exclusiva. ¿Quién ha matado al comendador? Fuenteovejuna, señor. Un abandono tan generalizado solo puede atribuirse a una falta de respeto de vocación transversal al administrado y a sus necesidades más básicas de movilidad.

fotograma (video) TV3 viernes caotico 07/03/2025 KaOs cercanias rodalies Renfe entre Viladecans i El Prat Llobregat
tv3

La señora Lindsay insultaba a sabiendas, pero nuestras instituciones han acabado haciendo lo mismo por dejadez, incompetencia y falta de empatía. El resultado, con voluntad hiriente o sin ella, es coincidente: quienes viajan en tren regional o de cercanías en Catalunya en el 2025 son, como los ingleses a los que se refería Lindsay, unos fracasados. Ese es el mensaje factual que se nos remite desde hace dos décadas, con independencia de los discursos que se pronuncian para edulcorar realidad tan lamentable.

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Se supone que este despropósito es reversible. Que las inversiones que se ejecutan y ejecutarán en las vías catalanas van a darle al servicio la vuelta como a un calcetín. La promesa es que en unos años el aire civilizatorio y la imagen del progreso estarán de vuelta y que no solo la alta velocidad estará a la altura del siglo XXI. Pero para que así sucediese, en primer lugar deberíamos estar seguros de que ya hemos tocado fondo. Y las dudas son más que razonables en este punto.

Puesto que la degradación no afecta únicamente a la puntualidad de los trenes, la fiabilidad de las infraestructuras o al número insuficiente de convoyes. Tan o más grave es el ambiente que ha ido adueñándose de estaciones, andenes y vagones ante tanta dejadez, abandono y negligencia. De estar todavía viva, Lindsay sería una mujer de lo más feliz. La oigo en mi cabeza: My darling , ¿ves cómo tenía razón? ¡Fracasados!

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