Siete años después de la masiva y unitaria movilización del 8-M del 2018, el feminismo arrastra aún la erosión de las disputas internas que vinieron en torno a las políticas identitarias, caldo de cultivo para la extrema derecha, que busca en el antifeminismo una bandera de enganche. Bajo esta nube, el mapa empieza a moverse para intentar devolver a sus esencias la lucha por la igualdad de las mujeres con una política que mire a la vida cotidiana.
El retorno del PSOE al Ministerio de Igualdad, y la llegada del PSC hace unos meses a la Conselleria marcan este intento de cambio de rumbo, que huye del ruido. Nuestra política, señala Sònia Guerra, secretaria d´Igualtat, quiere volver a poner el foco en las “condiciones naturales de vida de las mujeres”. Es decir, situar los objetivos en combatir la brecha salarial, las situaciones laborales, el reparto real de los cuidados, la coeducación, la lucha contra la violencia… “Hay que explicar el feminismo –subraya– desde la política útil que transforma”.
Puede sonar a viejo, pero las carpetas de la desigualdad siguen aquí en un contexto político de avance de la extrema derecha, que cuenta con un apoyo fuerte en el electorado masculino más joven. Y el feminismo político que hoy gobierna entiende que debe marcar unas cuantas correcciones con respecto al mensaje que ha podido llegar. “No podemos hacer sentir a los chicos responsables de todas las discriminaciones que han sufrido las mujeres”, señala la secretaria d´Igualtat.
Feministas admiten que hay que cambiar mensajes para recuperar el apoyo de los chicos jóvenes
El movimiento feminista sigue dividido. El debate en torno a los conceptos sexo y género, que tuvieron su eclosión con la elaboración de la Ley Trans, sigue sin encontrar puntos claros de encuentro. La herida es profunda porque implica formas diferentes de entender la libertad, señala Maria Freixanet, investigadora en políticas de género (ICPS). Una visión sobre la libertad individual (derecho a la autodeterminación de género, la elección de llevar velo, prostitución…) frente a la que centra el análisis sobre las causas estructurales que producen la desigualdad y la violencia. El problema, señala , es que la extrema derecha está aprovechando la debilidad que produce la división y se está llevando también el debate a una cuestión identitaria. Muchas veces marca la agenda discursiva.
“La ultra derecha está realizando una propuesta política desde la masculinidad (entendida en una sociedad patriarcal), y se dirige a los chicos diciéndoles que les dejarán ser lo que la corrección política les censura, les promete una identidad alfa, ganadora”, señala Freixanet. Y en este mensaje no sólo se propone el “pack antifeminista” sino todo un sistema de pensar que se alejan de los valores democráticos. La reflexión conecta con lo que señalaba Sònia Guerra y desde colectivos activistas de izquierdas, alertando de que se debe explicar -volver de nuevo a lo básico- que el feminismo no es un ataque a los hombres sino a un sistema.
La extrema derecha armó el antifeminismo como movimiento al ver amenazado el orden patriarcal. Hoy, busca también el voto de las mujeres con un mensaje que vincula la inmigración con la inseguridad -sobre todo para ellas-. Y el islamismo con el retroceso de los derechos de las mujeres. Detrás, se señala desde las instituciones, late el “racismo” de Vox y Aliança Catalana. Pero de nuevo surgen las preguntas. ¿Cómo puede y debe la izquierda rebatir sus argumentos?
El Govern da un tono sobrio al 8-M: “cuando se asiente la agenda básica se pueden abordar temas más polémicos”
En Catalunya, el Govern conmemora el 8-M con un tono discreto. Tras el relevo en la Conselleria que hoy dirige Eva Menor y que hereda de las manos de ERC, el primer gesto simbólico fue sacar la “s” de la nomenclatura. De Feminismes a Feminisme, en una vindicación de poner en el centro los derechos de las mujeres, por delante de otras discriminaciones que puedan sufrir (clase social, raza...). A partir de aquí, se ha marcado una línea de trabajo que pueda coser consensos. El president Salvador Illa, en esta primera etapa de evitar las polémicas, no está haciendo bandera pública de las políticas feministas.
Trabar un pacto catalán contra las violencias machistas será uno de los principales objetivos de la consellera, junto a un paquete de iniciativas que buscan incidir directamente en la desigualdad en las “condiciones de vida”. Revisar también la coeducación en la escuela, con la mirada puesta en chicas y chicos. Asentados estos pilares, se señala desde la Conselleria, se pueden abrir carpetas más complejas. Primero, hay que “enraizar” las políticas básicas que, subrayan, es la mejor arma contra la extrema derecha.