El lehendakari, Imanol Pradales, ha abierto las puertas de Ajuria Enea para La Vanguardia en un momento de balance inicial tras su toma de posesión en junio. Coincidiendo con sus primeros 100 días en el cargo se ha publicado un estudio de opinión que le concede, al menos, la virtud de haber sabido alinear sus ejes de actuación más relevantes con las preocupaciones de la sociedad vasca. La ciudadanía le ha otorgado una nota de 6,2 en la macroencuesta EiTB Focus y ha reconocido la prioridad de sus grandes apuestas en este arranque del mandato, aunque es evidente que todo está por hacer.
En la Euskadi del 2024 preocupan la vivienda, la situación del Sistema Vasco de Salud-Osakidetza y, en general, de los servicios públicos, la seguridad, la calidad del empleo... Incluso comienza a emerger, aún tímidamente, una inquietud en torno a la inmigración. Son las mismas preocupaciones que inquietan y mueven gobiernos en toda Europa. Y el PNV, uno de los partidos más sólidos a nivel electoral en todo el contexto europeo, ha terminado exhausto el último ciclo electoral.
Los jeltzales desean un horizonte sin elecciones y con Pradales como su gran activo
La ciudadanía, también en el País Vasco, cuestiona el papel de mediación de los partidos, su verdadera disposición para poner coto a las externalidades que genera el voraz modelo socioeconómico vigente o su capacidad para hacer frente a los intereses de determinados actores corporativos. Apremia a encontrar soluciones y ha demostrado que las fidelidades partidistas inquebrantables forman parte del pasado.
Doctor en Sociología y Ciencias Políticas, Imanol Pradales es muy consciente de que toca pasar a la acción. “No vengo a ser el gerente del Gobierno vasco, sino a liderar la nueva Euskadi”, señaló en campaña. Entre su equipo, un núcleo duro que promedia los 40 años, ha lanzado la consigna de que “hay que arriesgar” y, en caso de equivocarse, rectificar y seguir trabajando.
El retrato de tecnócrata que se trazó tras su proclamación como candidato está perdiendo fuerza, y gana peso su perfil político. El de un nacionalista vasco que disfruta explicando, antes de la entrevista, la historia de la ikurriña del Batallón Gernika en la Segunda Guerra Mundial, del busto del lehendakari José Antonio Agirre que adorna la planta baja del palacio o de la famosa mesa de Ajuria Enea. Un europeísta, muy formado, interesado en cuestiones geopolíticas y preocupado por el auge de los populismos y la pérdida del sentido de comunidad, que ve en “las democracias más avanzadas del norte de Europa” el modelo que seguir.
Así lo expresó hace una semana en el Alderdi Eguna (día del Partido), donde quedó claro que se ha convertido en la gran esperanza del PNV para reconciliarse con un electorado, decepcionado, que le ha enviado unos cuantos mensajes en el último año y medio. Los nacionalistas vascos ansían un horizonte de tres años sin elecciones para poder renovarse –el futuro de Ortuzar se dirimirá en marzo–, rehacerse y maniobrar. También para avanzar en materia de autogobierno, donde la hoja de ruta es clara. Su apuesta por la legislatura es inequívoca, aunque la última palabra sobre el mandato se pronunciará lejos de Ajuria Enea.