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Un problema llamado Generalitat

12-M informes: la administración pública

Los síntomas de deterioro del servicio público son evidentes en Catalunya. Por muy buenas que sean las decisiones políticas, su aplicación es cada vez más ineficiente. Estos problemas repercuten en toda la sociedad y en la actividad económica del país.

¿De dónde son quienes han gobernado la Generalitat en los últimos 25 años? por Laura Aragò

informe administración 12-M

Una vez celebradas las elecciones del 12 de mayo, el nuevo presidente de la Generalitat entrará en su despacho y el monstruo seguirá ahí. Pese a que quizás no sea su primera preocupación –ahí empieza el problema–, el jefe del gobierno catalán es, como lo fueron todos sus predecesores, el mayor director de recursos humanos de Catalunya.

450 altos cargos y 282.000 trabajadores públicos

Si sigue el ejemplo de sus predecesores, una de sus primeras tareas será designar a unos 450 altos cargos. Otras administraciones han empezado a limitar los nombramientos políticos y han apostado por una cierta profesionalización de la dirección pública. Catalunya todavía no.

La paradoja es que estas 450 personas deciden sobre el trabajo de 282.000 empleados (datos del presupuesto del 2023) al servicio de la Generalitat y su extensa galaxia de 208 organismos públicos o participados. Estos trabajadores, cada vez que cambia el gobierno, miran hacia el despacho de arriba y se preguntan quién vendrá a ocuparlo, aunque ellos, la mayoría, seguirán ahí pase lo que pase. Esa es la naturaleza de la Administración: permanece, aunque la democracia cambie el rumbo político.

De estos 282.000 empleados, unos 183.000 son funcionarios, otros casi 100.000 ocupan otras categorías, incluidas las sustituciones. El 80% presta servicio en las áreas de Educación, Sanidad, Interior y Justicia.

Pueden parecer cifras descomunales, pero como señala Ismael Peña-López, el hoy director de la Escola d’Administració Pública de Catalunya, “está lejos de la media de los países con los que podemos compararnos para atender las necesidades que demandan sus ciudadanos. Otra cosa es que esta estructura funcione bien, y está claro que tenemos problemas”.

A la cola del European Quality of Government Index

En el 2021, con el sello de la Unión Europea, se publicó el Índice de Calidad del Gobierno, la cuarta entrega de este indicador desde el 2010, y la Generalitat, que ya iba rezagada, quedó en la cola de las comunidades autónomas españolas y de la mayoría de las regiones europeas homologables.

El politólogo Antoni Biarnes, es el coordinador del Fòrum d’Entitats per la Reforma de l’Administració (FERA). En su comité esta Cecot, la Cambra, Esade, Iese, el Col·legi d’ Economistes o el Tercer Sector. Los sucesivos informes del Fòrum son concluyentes: la Administración catalana funciona mal. “Hay demasiada burocracia, no se alcanzan los objetivos; al revés, se entorpecen y nadie evalúa qué se está haciendo. Hoy un buen funcionario tiene los mismos incentivos que un mal funcionario. No hay dirección”.

Ahí están los síntomas: los demoledores informes PISA, las listas de espera en la sanidad, la revuelta de los agricultores contra la burocracia, la ineficaz gestión de las inversiones, de las ayudas sociales y a las empresas... “Las decisiones políticas pueden ser buenas, pero su aplicación no lo es”, resume Biarnes.

La Escola d’Administració Pública que dirige Peña-López tiene 111 años. La fundó Prat de la Riba, el presidente de la Mancomunitat, anticipándose a lo que más tarde harían otros países: formar al servidor público.

13 - 11 - 2023 / Barcelona / Edificio de la Agencia Tributaria de Catalunya en el passeig de la Zona Franca / Foto: Llibert Teixidó

Llibert Teixidó / Propias

De ahí “el optimismo antropológico” con el que Catalunya, en la descripción de Carles Ramió, catedrático de Ciencia Política y Administración de la Universitat Pompeu Fabra, empezó a reconstruir la Generalitat en los años setenta. “Al principio, Catalunya y el País Vasco fuimos el modelo. Pero a medida que pasaron los años y la Administración fue creciendo, los políticos perdieron interés o capacidad para enderezar lo que no funcionaba”.

Los sucesivos intentos de reforma, fracasados

Ya en los últimos años de los gobiernos de Pujol se hicieron los primeros intentos de corregir algunos síntomas de corrosión. Luego, con el tripartito se elaboró un libro blanco y se limitó el número de altos cargos. Con Artur Mas se hicieron como mínimo dos informes, en parte, forzados por la política de recortes. Pero nadie se atrevió a dar el gran paso. El procés no hizo más que postergar la solución.

“Pero ya no hay más tiempo –subraya Peña-Lopez–, en diez años un tercio de estos servidores públicos se van a jubilar. ¿Volveremos a ocupar las mismas plazas vacantes? ¿No deberíamos preguntarnos antes si en lugar de un administrativo no necesitamos un experto en IA cuya plaza hoy no existe? Y para eso hace falta alguien que tenga un mapa de la administración y pueda responder a la pregunta ¿qué necesitamos para hacer bien lo que se nos pide?”.

¿Cómo arreglarlo? Primero: una dirección profesional

“Necesitamos –señala Ramió– una dirección pública profesional a la que se acceda con un sistema meritocrático, de acuerdo con las competencias y la trayectoria del trabajador”. Y no hay excusas. “Con la legislación del Estado se puede hacer. Solo hace falta adaptar la de la propia Generalitat. Aún sigue anclada en el siglo pasado”.

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