Agenda del reencuentro en Miraflores

El mirador

Agenda del reencuentro en Miraflores

Escuchando a los alcaldes de Madrid, Barcelona y València ayer en el palacio de Miraflores, nueva sede madrileña del think tank de Foment del Treball, la refundada Sociedad Barcelonesa de Estudios Económicos y Sociales (SBEES), España parecía otra. Y mejor. Las cortesías que, auspiciados por los oficios de moderador del exministro, expresidente y exalcalde Alberto Ruiz-Gallardón, se intercambiaban José Luis Martínez-Almeida, Jaume Collboni y María José Catalá, regidores respectivos de tres capitales que se saben competidoras y se propusieron aliadas, gustaron mucho al ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu –exalcalde de Barcelona–, encargado de cerrar el acto. 

Ciudad del siglo XXI

Sánchez Llibre secundado por los alcaldes, el ministro Hereu y los representantes de las patronales. 

Dani Duch / Propias

“Es un privilegio escucharos”, dijo complacido Hereu, recordando que la “convivencia es condición para el desarrollo social y económico”. Seguramente ayudaba al ambiente el reencuentro entre Gallardón y Hereu. El exalcalde de Madrid recordó con especial afecto y agradecimiento la complicidad del exregidor barcelonés en el impulso de aquella candidatura olímpica madrileña que no se materializó por poco y por una pregunta envenenada de Alberto de Mónaco.

Los alcaldes de Madrid, Barcelona y València expresan su voluntad de competir y colaborar

La inauguración de la sede madrileña de la SBEES, bajo los auspicios del presidente de Foment, Josep Sánchez Llibre, tuvo los tonos, la asistencia y casi la solemnidad de una reapertura de la embajada de Estados Unidos en Moscú –o viceversa, no sean suspicaces– y los tres alcaldes supieron leer la ocasión en esos términos. Català y Collboni coincidieron en su forma de presentarse –“València ha vuelto”, “Barcelona ha vuelto”– como si volvieran de un mal sueño. 

Hablaron de los retos de las tres ciudades en clave cómplice, coincidieron los tres en el apoyo a las grandes infraestructuras pendientes –corredor mediterráneo, ampliación del puerto de València y ampliación del aeropuerto del Prat– y en los serios desafíos de cohesión social que enfrentan sus grandes urbes. “No podemos permitirnos un Madrid de dos velocidades”, dijo un Almeida de súbito bruñido de socialdemocracia. Hablaron de intereses comunes en cambio climático, movilidad, colaboración público-privada y vivienda –si bien con recetas diferentes, incluso opuestas– y coincidieron en reclamar mejoras de financiación, competencias y autonomía fiscal para las administraciones locales.

Presentados por el presidente de Agbar, Ángel Simón Grimaldos, al que precedieron en las intervenciones los presidentes de las patronales, Antonio Garamendi –que le dejó un recado a la vicepresidenta Yolanda Díaz para que no convirtiera el diálogo social en “monólogo”–, Gerardo Cuervas y Miguel Garrido, se defendió la centralidad del papel de las empresas en los grandes retos que abordan las ciudades y el país, y todo se desarrolló en unos términos de recíprocas gentilezas y consideraciones que no parecieron fingidas.

Qué poco se parecía el país que hablaba ayer en el palacio de Miraflores a lo que se ve cada día en las televisiones que emiten desde el norte de la capital. Qué poco se parecían incluso cada uno a sí mismo, cuando les acercan un micrófono del color de las cadenas a media mañana. Y qué atrás y qué lejana quedaba anoche Galicia.

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