Kissinger en Catalunya

Kissinger en Catalunya

Llegó en avión privado la calurosa mañana del 7 de julio de 1982. “Vengo a ver fútbol y a conocer el país”. No, con Henry Kissinger nada era lo que parecía, incluso cuando ya no ejercía de secretario de Estado. Aunque para entonces el mundo no ­estaba pendiente de él, presidente honorario de la Liga Americana de Fútbol, sino de un italiano. Paolo Rossi había apeado con un hat trick a la canarinha de Sócrates para llevar a su selección a la semifinal del Mundial.

Kissinger visitó Montserrat y almorzó en Sitges con su jovial esposa Nancy, once años menor. En el entretanto, la maquinaria paradiplomática de la Generalitat carburaba a todo gas. Su presidente no quería dejar escapar la fotografía con un pez gordo de la historia.

Al día siguiente, el americano almorzó en el palacete Albéniz con el alcalde de Barcelona, Narcís Serra, pero se indispuso. Se recuperaba de una cirugía de bypass y saltaron las alarmas. Pasado el susto, el médico lo achacó al calor y Kissinger tuvo que conformarse con ver en el hotel como un par de goles de Rossi apeaban a Polonia en el Camp Nou. Por la noche, ya recuperado, el americano acudió a una cena con personalidades locales. A ello había venido.

Pujol olvidó incluir el encuentro con el secretario de Estado de EE.UU. en sus memorias

La mañana siguiente, mientras Nancy iba de compras, Kissinger departió durante una hora con Jordi Pujol, que le explicó su acción de gobierno y algo de la historia de Catalunya. A continuación, siguió los pasos del secretario de la presidencia, Lluís Prenafeta, por el salón Sant Jordi hasta asomarse al balcón de la Generalitat ante una plaza Sant Jaume vacía y con un guardaespaldas siempre en el cogote.

Salió de Palau cargado. La edición en inglés del Estatut d’Autonomía, un opúsculo sobre Salvador Dalí, el libro de Miquel Roca Per què no? Una proposta de modernització de l’Estat y otros dos volúmenes: Catalonia e Investing of Catalonia . Kissinger aseguró estar impresionado por el sentir auto­nó­mi­co de Catalunya y su relación con el Estado. “Creo que podemos ver aquí la posibilidad de construcción de una democracia fuerte en la diversidad”, soltó. Y se despidió.

En Madrid, el día 11 vio como la Italia de Rossi endosaba tres goles a Alemania y se hacía con la Copa del Mundo. Por la noche se reunió en el madrileño Club 31 con el presidente de la FIFA, João Havelange, y un grupo selecto de personalidades. Objetivo: impedir que Colombia acogiese el Mundial que tenía encargado y lo organizase una candidatura conjunta Estados Unidos-Canadá.

El gobierno colombiano no tardó en renunciar por falta de fondos. Pero las negociaciones secretas del exsecretario de Estado no obtuvieron su fruto. México se llevó el Mundial 86. El americano, contrariado, soltó con su carismático cinismo: “La política del fútbol me hace añorar la política de Oriente Medio”. El yankee visitó Barcelona, sí, pero no era la Generalitat aquello que quería ver. Así lo debió de entender Pujol, que olvidó incluir el encuentro con Kissinger en sus memorias.

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