El 16 de mayo de 1981, el PSC celebró la primera Fiesta de la Rosa y había que impresionar. El listón de las farras políticas estaba muy alto en Catalunya porque el PSUC se llevaba la palma con su Festa del Treball, que ese mismo año, en septiembre, congregó a 100.000 personas, así que los dirigentes socialistas, por entonces comandados por Joan Reventós, decidieron echar los restos con un cartel de actuaciones entre las que sobresalía una artista que, aunque conocida, aún no había logrado asaltar los cielos: Tina Turner.
En el año del golpe de Estado del 23 de febrero, en España, y por ende en Catalunya, despuntaba un anhelo de libertad. De hecho ese era el lema de la Festa de la Rosa socialista -“Per la llibertat”- que se celebró en Avenida María Cristina de Montjuïc y que, bajo las luces de la Font Màgica, aglutinó a 50.000 personas atraídas por la Reina del Ácid recién fallecida, que actuó a las 19:45 horas después de Quico Pi de la Serra y su guitarra.
“Se juntó el hambre y las ganas de comer”, admite uno de los promotores de traer a Tina Turner a Barcelona contratada por el PSC. Alguien del partido tenía el contacto de su agente y manifestó que la artista tenía disponibilidad para actuar en las fechas de la Festa de la Rosa, y además “el precio se podía asumir”, admite la misma fuente.
El evento socialista de entonces dista mucho de los que ahora celebre el partido en la pineda de Gavà. No era un acto político como ahora donde el acto central son los mítines, entonces solo era una fiesta organizada por el PSC con actuaciones musicales, en la que se cobraba entrada, y en la que las agrupaciones del partido montaba sus stands. Pero había un trasfondo político. El PSC combatía “contra la pasividad y la resignación de una etapa difícil”, marcada por el franquismo y el intento de golpe de Estado. Y en Catalunya, “contra los intentos de división y de discriminación, y por la unidad de los trabajadores y del pueblo de Catalunya”.
Tina Turner fue un gran reclamo. “La energía que transmitía Tina Turner y las dos bailarinas que formaban el coro era brutal, no te lo puedes ni imaginar. Era una fuerza de la naturalez que no estábamos acostumbrados a ver aquí”, relata la misma fuente.
Las crónicas de entonces revelan que la artista se hizo esperar pero que el momento en que saltó al escenario fue el más memorable de la fiesta. Actuó con un vestido dorado lleno de flecos, como solía ser habitual en ella, que realzaban su energía motriz, y junto a un grupo de músicos blancos excepto el pianista. Fue la segunda en actuar en la fiesta, después lo hicieron otros nueve artistas, entre ellos Teresa Rebull, el brasileño Baden Powell, Marina Rossell, Rossianne, Juliette Greco, Roque Navaja e Isaac Hayes.
La actuación fue un éxito a pesar de que no ser un concierto de larga duración, como el que poco más de un mes antes protagonizó Bruce Springsteen, en su primera actuación en España, a unos metros de allí, en el palacio municipal de deportes de Montjuïc. Tina Turner causó furor interpretando canciones de los Rolling Stones como “Honky Tonk Woman” o “It’s Orly rock and roll”, pero también tiró de repertorio propio, cantando “River deep. Mountain higt”, uno de sus mayores éxitos hasta la fecha, compartido con su exmarido Ike Turner.
Tina se había divorciado cinco años antes, en 1976, como consecuencia de los malos tratos que recibía de su marido, pero en España aún no era legal, de hecho no lo fue hasta un par de meses después, en julio, aunque divorciarse entonces no era tan fácil como lo es ahora porque primera era necesaria una separación judicial.
Mientras en España se anhelaba libertad, también en el ámbito doméstico, Tina iba algunos pasos por delante y siete meses después de actuar en Barcelona, en diciembre, reconocía en la revista ‘People’ el infierno de su vida conyugal. El medio apenas llevaba en portada un pequeño reclamo de aquel relato brutal en el que la artista aseguraba que se había acostumbrado a los puñetazos de su marido hasta tal punto que podía saborear la sangre cuando cantaba, y que llegó a no saber lo que era no tener un moratón en la cara. Aquel testimonio hizo que la revista vendiera millones de ejemplares y que a la cantante emergiera para siempre como un símbolo de resiliencia y de fuerza.
Todo lo que estaba por venir fue un éxito. Del puesto 12 en el Bilboard 200 de EE.UU. que ocupaba en 1979 con su disco ‘Love Explosion’, su cuarto álbum de estudio, pasó al número uno en todo el mundo en 1984, con ‘Private Dancer’.