Libertad creativa y reactiva

Hace unos días, el sector más salvaje de los manifestantes parisinos intentó incendiar y saquear el café La Rotonde, en el barrio de Montparnasse. Los argumentos de los saqueadores conectan con la energía simbólica de la rabia y la ignorancia insurrectas: “Es el restaurante preferido de Macron”. François Hollande, socialista, también celebró allí la victoria de las primarias y, antes de la guerra, fueron clientes Picasso –a quien supongo que también querrán incendiar retroactivamente– o Modigliani. Entono el mea culpa capitalista, reaccionario y carnívoro: una vez me zampé en ese local un sensacional tartar de buey.

Gag en TV3 con la vírgen del Rocío

Gag en TV3 con la Vírgen del Rocío

TV3

El gag sobre la Virgen del Rocío emitido por el programa Està passant (TV3) tiene eco. Cuando la actriz Judit Martín aparece en el plató disfrazada para iniciar su imprevisible parodia, suena La saeta de Joan Manuel Serrat, y Toni Soler, que dirige la orquesta del programa, dice: “No sé qué decir para no cagarla” y, con risa nerviosa, añade: “Estamos en un campo de minas”. El vaticinio es correcto y, además de las reacciones del presidente Juan Manuel Moreno Bonilla, las minas han explotado. En la Cope, con una unanimidad muy crítica. Diferentes tertulianos hablan de “delito de odio”, “supremacismo”, “tufillo xenófobo contra el charnego” hasta que Carlos Herrera dice que, si pudieran, “estos meterían a todos los andaluces en un campo de concentración”. Consciente de la barbaridad pronunciada, añade que cuando habla de estos temas no se controla y que lo mejor que puede hacer es callar.

La polémica sobre el gag de TV3 repite un esquema tristemente habitual

La instrumentalización de la polémica repite un esquema tristemente habitual y de difícil solución: si una de las misiones del humor es provocar y, según cómo, incluso ofender, ¿tiene sentido escandalizarse por las ofensas? Si ampliamos la influencia de la autocensura preventiva y de la susceptibilidad organizada, la libertad y la creatividad (incluidas sus variantes más delirantes) morirán por asfixia. Es un juego perverso en el que preservar la libertad de expresión debería pasar por no caer en la judicialización automática y entender que el que provoca también debe asumir la posible indignación de quienes puedan sentirse provocados. La diferencia radica en el uso de la fuerza (Charlie Hebdo) y el abuso de poder, que prostituyen el ejercicio democrático de la reacción, tan legítimo como el de sentirse aludido, y confunden la revolución y el mantenimiento del orden con incendiar restaurantes o más violencia policial.

En la tertulia del Hoy por hoy (Ser), en cambio, se centran en las encuestas y el repertorio (descaradamente preelectoral) de aciagas previsiones económicas. La ministra María Jesús Montero habló del “catastrofismo indocumentado” de los portavoces de la derecha, pero, escuchando el análisis de Javier Ruiz (“se acerca un iceberg de impagos”), intuyo que el catastrofismo es más la consecuencia de una observación empírica que de la explotación interesada de nuestros estados de ánimo.

Lee también
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...