Sobre un millar de gallegos crearon hace justo 40 años en el frontón coruñés de Riazor una nueva organización política. Con las cuestiones centrales definidas antes, la votación clave resultó la del nombre. Fueron desechados los de Frente de Unidade Nacionalista y Galicia Unida. Ganó con rotundidad, con el 67% de los 790 votos, el de Bloque Nacionalista Galego (BNG). Nacía así, como un frente de liberación nacional, el más longevo, exitoso y también convulso partido que ha tenido Galicia. En estos cuatro decenios pasó de nacer extramuros del sistema autonómico a ser por primera vez la alternativa al PP, en obligada alianza con el PSOE.
La palabra Bloque producía rechazo porque ya había sido usada electoralmente por la principal formación dentro de la naciente organización, el partido comunista patriótico Unión do Povo Galego. Pero tenía también su predicamento, ligado a las luchas agrarias, estudiantiles o ambientales, en las que el nacionalismo mostraba más fuerza que la que expresaban sus descalabros electorales.
La líder y gran activo, Pontón, se sitúa en la línea de ERC; los ortodoxos de Rego, más en la de la CUP
El Bloque Nacional-Popular Galego (BN-PG) obtuvo tres diputados en las primeras autonómicas, de 1981. Sin embargo, en noviembre de 1982, ya después de la asamblea de Riazor, fueron expulsados del Parlamento por no prometer la Constitución, en una más que controvertida decisión con carácter retroactivo.
En 1985, el BNG como tal sacó un escaño, el de Xosé Manuel Beiras. Tras un turbulento proceso, que acabó en la primera escisión, Beiras acató la Constitución, por la memoria del patriarca nacionalista, Castelao. A la autonomía el Bloque entonces le llamaba “autoanemia”, pues la Xunta debía asumir la responsabilidad de problemas sin poder para resolverlos.
En el documental del BNG sobre la fundación, en el mismo frontón de Riazor la ahora líder, Ana Pontón, que en 1982 tenia cinco años, proclama que, aunque no sea la meta final, el objetivo actual consiste en presidir la Xunta,
En estos 40 años el BNG se convirtió primero en la casa común de todo el nacionalismo gallego y después, en el 2012, sufrió la escisión de su máxima referencia histórica, Beiras. La evolución ha sido cualquier cosa menos lineal, tanto en el plano organizativo como en el del ideario y el electoral.
La entente de Beiras con la Esquerda Unida de la hoy vicepresidenta segunda del Gobierno Yolanda Díaz y con Podemos, bajo la marca de En Marea, casi funde al BNG. Aguantó en el 2016 gracias a la debutante Pontón y a la base genuinamente nacionalista.
En el 2020 el Bloque se multiplicó por tres en votos y escaños y quedó segundo, delante del PSOE. Si los datos numéricos resultan similares a los de 1997, el escenario global no tiene nada que ver. Entonces también presidía la Xunta un popular, pero era Manuel Fraga, con su más del 50 % de los votos, y no el bisoño Alfonso Rueda. Beiras generaba más admiración que Pontón, a la vez que un rechazo mucho mayor y pocos lo veían de presidente. Por contra, lo de ella no parece disparatado.
Pero encabezar la alternativa en una Galicia en la que sólo en el 2005 no hubo una mayoría de centroderecha tampoco es el paraíso. Y hoy, con el PP lanzado en España con el gallego Núñez Feijóo al frente, el triunfo popular estaría cantado. Pero faltan algo menos de dos años para las gallegas. En el BNG el sector de Pontón, pragmático, en la línea de ERC, tiene una hambre de poder que no se observa en la parte ortodoxa, liderada por el diputado en Madrid Nestor Rego, en coordenadas más cercanas a las de la CUP. Además, Pontón necesita que el PSdeG ni se hunda ni renazca hasta superarla. Su reto resulta colosal, pero era muchísimo más inimaginable en el frontón de Riazor en 1982.