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Jordi Martí, el director de la orquesta Colau

Quién

Exsocialista, hoy en las filas de BComú, en el 2015 fue gerente municipal y hoy intenta que nada desafine en la sala de máquinas

Jordi Martí aprovechó su buena relación con la Banda Municipal de Barcelona para coger la batuta y dirigir algunos compases, durante un ensayo en el Auditori

Xavier Cervera

“¡Un poco más de tempo!”, reclama el saxo tenor, riendo. Los músicos ensayan en el Auditori y este martes tienen a un director amateur que no da con el ritmo de Cabaret. Batuta en mano, Jordi Martí (Barcelona, 1965) ha elegido fotografiarse al frente de la Banda Municipal de Barcelona, a la que dio el impulso definitivo hace una década, cuando era gestor cultural en el Ayuntamiento, y con cuyos integrantes mantiene una relación de afecto. “Sois la puerta de entrada de muchos melómanos”, les dice al despedirse, ya sin americana y arremangado, tras haberse entregado con pasión al simulacro. La banda le corresponde con un cálido aplauso.

“Fui profesor de música, y hacía cantar a coros de 150 niños en el festival de fin de curso, ¡mucho más difícil que esto!”, bromea Martí, en la cafetería del Auditori, recordando su etapa docente, ya lejana. Hoy es una de las personas de máxima confianza de Ada Colau, en Barcelona en Comú y en el Ayuntamiento: concejal de Presidencia y Presupuestos y, desde julio, con la jubilación de Joan Subirats, sexto teniente de alcalde de Cultura, Educación y Ciencia. En sus manos están algunas de las principales carpetas económicas, incluida la negociación de las cuentas para el 2022: una propuesta de 3.400 millones de euros que ahora depende de las estrategias electorales.

Fue profesor de música y ha viajado por toda Europa en ‘roulotte’ con su mujer y los cuatro hijos; ahora van ellos dos

Martí fue uno de los fichajes que hizo Ada Colau en el 2015, cuando llegó a la alcaldía. Le ofreció la gerencia del Ayuntamiento, un cargo poco visible, pero potente, que supuso un salto en la carrera política del exconcejal socialista, hoy en las filas de BComú. En el 2019, tras las elecciones, Martí fue quien negoció con el socialista Jaume Collboni –primer teniente de alcalde de Economía y Hacienda– el gobierno bipartito por el que Colau retuvo la alcaldía.

Hijo del gestor de una empresa de libretas y una maestra de música, Jordi Martí respiró en casa una atmósfera tan política como musical. Los padres se habían conocido cantando en el coro Madrigal y junto a sus tres hermanos estudió solfeo desde niño y aprendió a tocar la flauta barroca. Terminado el instituto, se licenció en Ciencias de la Educación y se dedicó luego a la pedagogía musical.

También era monitor de esplai , en Ciutat Vella. Y por esa actividad entró en contacto con el Ayuntamiento, y se afilió al PSC a principios de los noventa. Acabó saltando del barco socialista en el 2014, en plena crisis interna por el procés , que provocó una diáspora del ala soberanista. Martí fue uno de los que rompieron el carnet. “Quiero ser alcalde”, decía unos meses antes, en un vídeo promocional de las primarias que acabó perdiendo precisamente ante Collboni.

Ahora ya no le interesa optar a la alcaldía, asegura: “Me gusta estar en la sala de máquinas. Las veleidades políticas se han acabado”, sostiene. Al llegar al Ayuntamiento en 1996, se dedicó a la gestión cultural, en diversos cargos, entre ellos director del Institut de Cultura de Barcelona (ICUB). Pero en el 2011, siendo concejal, dio un salto adelante: con la renuncia de Jordi Hereu tras perder la alcaldía, Martí fue jefe del grupo municipal socialista y líder de la oposición al convergente Xavier Trias. Sin responsabilidad de gobierno, aprovechó para hacer una inmersión en áreas de la gestión pública que le eran totalmente ajenas.

Con ese bagaje, Ada Colau le fichó hace seis años. Martí, que tras dejar el PSC se había unido a MES, la formación creada por el también exsocialista Ernest Maragall, no le siguió luego en su viaje a ERC. “No me convenció y no me arrepiento”, asegura. El flechazo con la alcaldesa fue en el 2015. Se conocieron en una cena a cuatro, con Jaume Asens y un amigo común, y días después, en casa de Colau, con pizzas de por medio, conoció al núcleo duro de BComú. “Me reconectó con el trotskismo, no por la ideología sino porque era un proyecto cálido”, señala, en alusión al PST, al que se afilió con 16 años.

En la adolescencia no solo le interesaba la política. Tenía novia desde los 14. Se habían conocido en el esplai con seis años y a los 19 se fueron a vivir juntos, explica. Marta, su mujer, es antropóloga especializada en educación. Tienen cuatro hijos y, con esa precocidad, no es de extrañar que sean abuelos de dos niños. “Una tarde a la semana la paso con el mayor, de 3 años. Ser abuelo es algo mágico, que no imaginaba”, asegura.

Siendo seis de familia, se aficionaron a viajar en caravana, por toda Europa. Ya sin los hijos, lo siguen haciendo. “Te devuelve a un cierto nomadismo. Mi jubilación ideal sería una roulotte y no tener día de vuelta”, asegura. En familia viajaron también por Latinoamérica. De hecho, en el 2003 hizo un paréntesis de medio año en Brasil y fueron todos. Su misión era formar en políticas culturales a ciudades como São Paulo, Porto Alegre o Brasilia. Era un acuerdo con el Ministerio de Cultura de Gilberto Gil. Otro músico enrolado en la política.