Brujas, vampiros, feminismo y tipos que muerden

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La batalla cultural reaccionaria se expresa estos días en todo su fragor y pone de manifiesto las dificultades de un cierto sector del mundo masculino para interiorizar los cambios

Brujas, vampiros, feminismo y tipos que muerden
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“¡Bruja!”, se escuchó esta semana en las bancadas del Congreso. A veces la realidad se resume a sí misma en una escena plena de significado en la que todos sus elementos son elocuentes: un diputado de ultraderecha de modales y verbo decimonónicos elegía este epíteto de Antiguo Régimen a una diputada en el uso de la palabra que defendía que el derecho al aborto se ejerza en libertad. La fantasía masculina del súcubo frente a la mujer soberana de su cuerpo.

Pero repasando la actualidad de la semana tenemos también el cachondeo que ha generado la frase del novelista Arturo Pérez Reverte, que describía: “Mi protagonista es el hombre con quien sueñan las mujeres mientras sus maridos duermen”. De entre los miles de respuestas que ha generado la frase en redes sociales, mi favorita fue la de una tuitera que concluyó que la novela la protagoniza “un hombre que limpia el baño”. De forma más inocente, el caso expresa la misma colisión que la escena del Congreso.

El hombre con quien sueñan las mujeres es uno que limpie el baño, sostiene una tuitera

La masculinidad más cavernaria, bélica y hormonada se paseó por el barrio de madrileño de Chueca hace seis días para proclamar que la verdadera hombría es heterosexual y lo demás sucedáneos deplorables, y en menos de 24 horas se producía un divertido sainete en redes sociales porque alguno de los manifestantes era bien conocido por la zona, y no precisamente por su lealtad a esa virilidad vieja y católica.

¿Qué les pasa a los hombres? La pregunta es pertinente incluso contemplando con asombro nuestros indumentos veraniegos, siempre a medio camino entre el explorador colonial y el acordeonista menesteroso. La respuesta podemos encontrarla en la evolución de los vampiros. Del viejo aristócrata engominado –sea con el rostro de Bela Lugosi, Christopher Lee, Gordon Gekko o Mario Conde– a las vampiras contemporáneas del cine y las series: Eli, de Déjame entrar (2008), o la chica de Una chica vuelve a casa sola de noche (2014) no solo han desplazado a los condes de Bram Stoker, los aristócratas decadentes de Anne Rice o los jóvenes lánguidos de Stephenie Meyer, sino que son mejores que ellos. Lo cuenta David Remartínez en Una historia pop de los vampiros, un libro que repasa la feminización y el progreso ético que la cultura de masas ha propiciado transformando paulatinamente el mito terrorífico del agresor sexual con colmillos en una crónica del empoderamiento femenino.

Este aterrizaje concluye con Marceline, la vampira de la serie Hora de Aventuras, prueba de que las chicas están dispuestas a convertir la sensualidad en la forma virtuosa de relacionarse con el mundo. Este desplazamiento del marco hace que los viejos condes con castillo expresen sus convicciones de antiguo depredador transparentando la ruina de sus haciendas y la ridiculez de sus trasnochados ademanes. Sean diputados, novelistas o manifestantes. Entre tanto, todos los demás, necesitamos una nueva moda masculina para el verano.

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