Al aterrizar en Barajas, los aviones queman agua de rosas. No hay patos y humedales directamente afectados por la futura ampliación del gran aeropuerto de Madrid. Las lagunas más cercanas son las de Belvis del Jarama, en el municipio de Paracuellos, a escasos kilometros. Un poco más lejos, las lagunas de Velilla de San Antonio, y a mayor distancia, el embalse de El Pardo. Los patos los sirven laqueados en los restaurantes orientales de la capital. Conclusión: nadie cuestiona seriamente la ampliación del aeropuerto de Barajas, en la que Aena prevé invertir 1.600 millones de euros, cifra ligeramente inferior a los 1.700 millones asignados a El Prat, según las más recientes comunicaciones oficiales.
Al despegar y aterrizar en Barajas, los aviones queman agua de rosas en lugar de queroseno. No se detecta en estos momentos un fuerte movimiento social contrario a la ampliación de la primera terminal aérea de España. Para el próximo domingo está convocada una marcha ciclista y habrá que ver cuánta gente acude. No, no se detecta en Madrid una gran onda contra la ampliación de Barajas, que verá aumentada su capacidad de 70 a 80 millones de pasajeros al año, consolidando un potente hub de enlaces aéreos con Latinoamérica. Una apuesta estratégica de primer orden.
¿Nadie pía? Bueno, Íñigo Errejón , amarrado ahora a la bandera verde, dice que está en contra de la ampliación, ya que, en su opinión, las actuales terminales están siendo infrautilizadas. Pero una cosa es escribir un tuit y otra organizar una gran batalla política. El partido de Errejón (Más País) solo cuenta con dos diputados en el Congreso. Su puntal más fuerte es la agrupación regional Más Madrid, segundo grupo en la asamblea legislativa madrileña, y no consta que la aguerrida Mónica García , que se ha ganado a pulso el papel de principal antagonista de Isabel Díaz Ayuso , se vaya a lanzar de cabeza contra la ampliación de Barajas. Tampoco lo hará Unidas Podemos, coalición que salió debilitada de las elecciones madrileñas de mayo, ante la dimisión de Pablo Iglesias . Aunque quisiera, UP no está en condiciones de encabezar una batalla de tal calibre, ni en la calle, ni en el seno del Gobierno de España.
Tampoco ha hecho mucho hincapié sobre la ampliación de Barajas, la vicepresidenta tercera, Yolanda Díaz , a la que Ada Colau , con notable destreza táctica, arrastró el pasado jueves a la primera línea de la batalla de El Prat, ante la incomodidad de los sindicatos, que nada tienen en contra de la laguna de La Ricarda, pero no quieren perder una inversión de 1.700 millones en el área metropolitana de Barcelona. La vicepresidenta laborista ocupa una casilla muy delicada en esta historia.
La izquierda madrileña no ve graves riesgos ambientales en la ampliación de Barajas
Evidentemente, el PSOE madrileño, también muy debilitado después del batacazo de mayo, no va a hacer campaña contra la ampliación de Barajas, aunque se halle muy necesitado de levantar cabeza. Los socialistas madrileños no pueden hacer oposición a Aena, empresa pública que dirige Maurici Lucena por encargo de Pedro Sánchez . Nadie se opone frontalmente a la ampliación de Barajas, pero algunos municipios próximos al aeropuerto, como Coslada y San Fernando de Henares, ya han anunciado que presentarán alegaciones al proyecto, puesto que temen un incremento del ruido de las aeronaves. En definitiva, habrá un poco de tensión, pero ningún drama. El crecimiento estratégico del Gran Madrid está asegurado y nadie lo va a poner en cuestión.
Evidentemente, hay diferencias sustanciales entre los proyectos de ampliación de Barajas y de El Prat. Como decíamos al principio, en el aeropuerto Adolfo Suárez, los aviones queman agua de rosas, con el consiguiente ahorro de emisiones de CO2 a la atmósfera. No hay en el entorno inmediato de las terminales de Barajas ningún espacio natural protegido de las características de La Ricarda. Y en Madrid, Aena no pretende ampliar ninguna pista. El proyecto se basa en la fusión de las terminales 1, 2 y 3, la ampliación de la T4 y la creación de una ciudad logística en terrenos anexos. Más capacidad operativa. Más potencia estratégica.
Hay otras diferencias entre ambas plazas. En la capital de España, la izquierda se lo pensaría tres veces, quizás cuatro, quizás cinco, antes de lanzarse frontalmente en contra de una inversión de 1.600 millones de euros, después de la humillante derrota en las elecciones autonómicas de mayo, comicios que significaron la entronización de la señora Díaz Ayuso como nuevo referente social de la derecha española. Mayo del 2021 consolidó plenamente el proyecto expansivo de la gran área metropolitana madrileña, cada vez más independiente del resto de España. Y reforzó, en la capital, la hegemonía de una ideología política cada vez más belicosa con los postulados de la izquierda, al estilo de las derechas duras latinoamericanas. Ante ese indiscutible dominio cultural, lo que queda de la izquierda madrileña nunca pondrá en cuestión los motores que alimentan la potencia económica del Gran Madrid. Propondrá su reforma, acaso, pero nunca los impugnará frontalmente. Serían socialmente arrollados si lo hiciesen.
Por ello, en Madrid casi nadie habla hoy de decrecimiento, postulado que está ganando adeptos en Catalunya, sociedad política y culturalmente muy propensa a las grandes causas redentoras, desde que en los años sesenta, a raíz de las reformas del concilio Vaticano II, la religiosidad se escapó por debajo de las puertas de las iglesias y se difundió en formato aerosol. No hay discurso político en Catalunya que no apele a la voluntad y a la bondad.
En Madrid casi nadie habla de decrecimiento, concepto que está ganando adeptos en Catalunya
Y por último, aunque no lo último, el denso momento táctico catalán: todos los patos de La Ricarda tienen su propia agenda.