La pinza contra Esquerra

La pinza contra Esquerra

P edro Sánchez es un líder tan táctico y ha tenido tanta suerte que tiende a olvidar cosas muy básicas. Ha olvidado, por unos días, que no se puede gobernar España contra Catalunya. Tomo aquí la parte por el todo, con permiso de los catalanes contrarios a la secesión: lo que quiero decir es que cualquier gobierno debe tender siempre a entenderse con aquellos que gobiernen en la Generalitat, sean del color que sean; resulta que, hoy por hoy, son los independentistas los encargados de gestionar la autonomía y, por lo tanto, hay que contar con ellos. El error no es nuevo en el PSOE: en su día, Zapatero no escuchó a Maragall y lo marginó en instantes clave, con el concurso de Montilla y del convergente Mas.

Dicen que Iván Redondo es muy bueno (ya hemos visto que también se puede equivocar), pero quizá no sabe historia. Hay spin doctors que, de tanto leer encuestas, menosprecian el pasado que nos ha moldeado. Pero la historia es la madrina de la política, como sabían los líderes modernos y descubren a varapalos los posmodernos.

Sánchez quería dejar a ERC en fuera de juego en Madrid, cuando Aragonès más precisa mostrar algún avance

La intención de la Moncloa de fraguar una nueva mayoría pasando por Murcia ha pinchado, pero da pistas sobre la enorme frivolidad con que Sánchez aborda el postprocés . Sustituir el peso de los independentistas catalanes y vascos en el Congreso por la preeminencia de los de Arrimadas certifica algo que es peor que un engaño: el autoengaño del líder PSOE sobre la profundidad de la crisis catalana, extremo que Iceta debería haber evitado, porque él sí sabe que eso no es una broma. Sánchez quería dejar a ERC en fuera de juego en Madrid, justamente cuando Aragonès tiene más necesidad de demostrar que el giro posibilista produce algún avance. La operación murciana ha fracasado, pero deja los republicanos en una situación comprometida, sobre todo ante sus propias bases.

La pinza que amenaza la vía de ERC no se ha creado, pero se ha dibujado en las últimas horas: mientras el Ejecutivo español quiere que los de Rufián tengan un papel secundario en Madrid, el partido de Puigdemont parece dispuesto a mantener el mismo discurso de confrontación de la anterior legislatura, como evidenciaron las palabras inaugurales de Borràs en el Parlament. Esta pinza sería diabólica porque todo el mundo ve venir que el inmovilismo de Sánchez nutre automáticamente la estrategia de Junts y, a su vez, la retórica de los puigdemontistas sirve de coartada para un PSOE con pocas ganas de convocar la mesa de diálogo. Unos y otros tirando de la cuerda, y los de ERC en medio, a merced de los agrios reproches de sus socios.

Y, por encima de este paisaje irrespirable, sobrevuela el asunto más candente: el indulto de los dirigentes presos, que alguien podría tener la tentación de postergar en función de los comicios madrileños.

La apuesta gradualista de ERC embarrancará si en Madrid no se pasa pronto de las buenas palabras a los hechos. Esta semana será complicada para los que deben cerrar un acuerdo sobre el nuevo Govern. Algunos no ayudan: el sábado, TV3 emitió una entrevista a Torra que parecía pensada para torpedear las conversaciones entre republicanos y Junts, un espectáculo tan autodestructivo que podría tener como guionista a Illa.

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