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PNV, el último partido analógico

125.º aniversario

La formación nacionalista es el partido de moda en un país que siente nostalgia de lo sólido

El lehendakari Iñigo Urkullu y el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, celebrando la victoria electoral el pasado 12 de julio

H.Bilbao / EP

El Partido Nacionalista Vasco, que hoy cumple 125 años, es el último partido analógico de España. El PNV se ha convertido en el partido de moda en un país que siente nostalgia de lo sólido.

Diversas formaciones quisieran parecerse hoy al PNV: el Bloque Nacionalista Gallego acaba de reclamar un concierto económico para Galicia. Compromís suspira por ser un PNV valenciano, un poco más a la izquierda. Marta Pascal , la joven dirigente del PDECat que tuvo un papel decisivo en la caída de Mariano Rajoy, expulsada de la política por Carles Puigdemont, está poniendo en pie un Partit Nacionalista de Catalunya, que, solo o en alianza con otros grupos contrarios al unilateralismo independentista, piensa concurrir a las próximas elecciones catalanas.

No pocas personas han exclamado en los últimos meses, en diversos puntos de España, “si
pudiese, votaría al PNV”. Su portavoz parlamentario, Aitor Esteban , es considerado en estos momentos uno de los mejores oradores del Congreso de los Diputados. El lehendakari Iñigo Urkullu pasa por se uno de los políticos más serios del país, sin un gramo de frivolidad. Todo en él parece perfectamente medido. Urkullu es hoy la antítesis del político en manos de un alocado director de comunicación. Con más sorna y con oficio de periodista, Andoni Ortuzar , presidente del partido y del Euzkadi Buru Batzar (comité ejecutivo), fija públicamente las líneas de navegación. El PNV es el mensaje y Ortuzar, el mensajero. El gran público no conoce al tercer miembro de la troika nacionalista vasca, el número dos del partido y secretario de organización, Joseba Aurrekoetxea , un hombre que habla muy poco e influye mucho. Un secretario de organización de los de antes. Ortuzar, Aurrekoetxea y Urkullu conforman el primer círculo de decisión de un viejo partido sometido desde su fundación a la autoridad suprema del Euzkadi Buru Batzar.

Al igual que Inglaterra, el Partido Nacionalista Vasco no tiene amigos permanentes, tiene intereses permanentes. Y algunos enemigos permanentes: todos aquellos que cuestionen la foralidad, esencia del autogobierno vasco. Así es el último partido analógico de España. Una organización centenaria con estricta división de poderes. El presidente del Gobierno vasco jamás será presidente del partido. Ningún presidente de diputación foral presidirá el PNV vizcaíno, guipuzcoano o alavés.

Más división de poderes en el planeta Euskadi: el Gobierno vasco manda, pero las diputaciones forales mantienen una fuerte personalidad y recaudan los impuestos. Esa división de poderes ejecutivos permitió al PNV seguir manteniendo un fuerte ascendente entre los años 2009 y 2012, en los que se vio forzado a pasar a la oposición, tras ser desplazado por una nueva mayoría parlamentaria que permitió gobernar al PSOE con apoyo externo del Partido Popular. (Mayoría parlamentaria que a su vez se sustentó en la ilegalización de las candidaturas de la izquierda abertzale).

Urkullu está furioso con Sánchez: necesita parar el golpe con deuda de las diputaciones forales

Un partido disciplinado en el que la ropa sucia se suele lavar en casa. Pocos escándalos, con algunas manchas en el expediente, puesto que en el País Vasco también se ensucia la ropa. (Este pasado invierno, el lehendakari Urkullu tuvo que pedir perdón tras la imposición de una condena de varios años de prisión a una red de militantes del PNV en Álava, entre ellos el ex número dos del partido en esa provincia, por el cobro de comisiones ilegales).

Un partido-comunidad en un país de poco más de dos millones de habitantes. Una hegemonía muy eficiente, que sigue provocando sarpullidos en determinados círculos nacionalistas españoles de Madrid, que no tienen inconveniente en admirar la rocosa hegemonía del Partido Popular de Galicia, organización que controla con mano de hierro los circuitos informativos gallegos y otros tantos aspectos de aquella sociedad. Urkullu y Alberto Núñez Feijóo han trabado cierta amistad, comparten más de un punto de vista sobre el futuro de España y han aprendido a sincronizar, con éxito, sus procesos electorales.

El último partido analógico de España ha entrado en el proceloso mar de las redes sociales pero no puede decirse que hasta la fecha haya tenido mucha fortuna en el arte de los vídeos virales. El pasado mes de abril, un vídeo del PNV dedicado a la celebración del Aberri Eguna (día de la Patria) rompió los códigos de la igualdad de género y corrió como la pólvora. El video mostraba una curiosa escena familiar: el marido sentado en una silla, tocando el acordeón, y la esposa, de pie, planchando una enorme ikurriña. Las acusaciones de machismo inundaron las redes. Fuentes del partido sostienen que fue un video enviado por uno de sus afiliados, uno más de una serie en el que el hombre también aparecía planchando y lavando platos. Las redes no matizan: la audiencia se concentró en el de la mujer planchando. Ese enfoque naif de la propaganda digital, no impidió que el pasado 12 de julio, el Partido Nacionalista Vasco ampliase su número de diputados (de 28 a 31), gracias a la captación de no pocos antiguos electores del Partido Popular, deseosos de defender el concierto foral vasco y desconcertados ante la candidatura promovida por Pablo Casado desde Madrid.

El PNV celebra hoy su 125 años con mucha inquietud, pese a su buen resultado electoral, pese a la segura reedición de la alianza de gobierno con el PSE-PSOE, pese a la carambola de última hora en el recuento electoral, que restó un escaño asignado inicialmente a EH Bildu, en beneficio del PP, con lo cual desaparece aritméticamente la muy remota posibilidad de una mayoría alternativa de la izquierda vasca, la imposible alianza de PSE-PSOE, Podemos y HB Bildu para gobernar Euskadi y acentuar el polo izquierdo de la magmática mayoría parlamentaria que dio la investidura a Pedro Sánchez el pasado mes de enero.

El PNV está inquieto porque el otoño será duro en la industria y tendrá que verse las caras con el poderoso sindicato nacionalista ELA-STV (Eusko Langileen Alkartasuna-Solidaridad de los Trabajadores Vascos), organización obrera que el partido ayudó a nacer hace ya más de cien años para frenar a UGT y CNT, convertida desde hace un tiempo en el principal adversario de la casa madre.

La epidemia está poniendo en dificultad a la industria vasca, los ingresos fiscales están bajando y ese es el punto débil del concierto foral. Si bajan los ingresos, bajan directamente los recursos. El Gobierno vasco quiere que el Ejecutivo central autorice a las diputaciones forales a endeudarse para ganar capacidad de maniobra, con el respaldo de la buena salud financiera del conjunto de las instituciones vascas. El presidente Sánchez y la ministra de Hacienda María Jesús Montero se resisten. Por este motivo, Urkullu no quería participar hoy en la conferencia de presidentes en San Millán de la Cogolla.

El PNV celebra su 125 aniversario feliz por su victoria electoral y muy preocupado por el próximo otoño

El PNV, el último partido analógico de España, está enfadado estos días. Furioso, incluso. La negociación de los presupuestos generales del Estado del 2021 no será nada fácil. Sánchez simula no saberlo.

[Esta mañana ha saltado la sorpresa en Las Gaunas, campo del Logroñés. El presidente vasco acudirá finalmente a la conferencia de presidentes convocada en San Millán de la Cogolla, después de haberse llegado a un acuerdo de última hora sobre la capacidad de endeudamiento de las instituciones vascas, acuerdo que incluye a las diputaciones forales. El único ausente en San Millán será Joaquim Torra, presidente de la Generalitat de Catalunya. Sánchez no podía permitirse la ausencia del PNV en la foto que enmarca el inicio de la negociación presupuestaria. Urkullu ha jugado bien sus cartas. Aumenta le leyenda del PNV, en el día de su 125 aniversario].