El difícil examen de la izquierda en las elecciones vascas y gallegas del 12-J
Emergencia sanitaria
Las elecciones vascas y gallegas muestran las asignaturas pendientes del PSOE y Podemos
En cuatro decenios el centroizquierda sólo ha presidido el Gobierno vasco a través del PSOE durante casi cuatro años, con la antigua Batasuna ilegalizada, mientras que en la Xunta lo hizo en seis, dos de ellos, en los ochenta, gracias a tránsfugas populares.
En este terreno favorable para el centroderecha, nacionalista del PNV en Euskadi y del PP en Galicia, se va a desarrollar la cita electoral del 12 de julio, complicada ya de por sí para el Gobierno de coalición de Pedro Sánchez, por los sobresaltos generados por la pandemia, que se han intensificado en los últimos días tras la onda expansiva del controvertido acuerdo con EH Bildu. Esta se apuntó así a la política del peix al cove, mientras el BNG, en la abstención, no logró que el PSOE aceptase sus demandas .
El papel de Bildu fue agitado ayer por el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, para erosionar a los socialistas, que, comandados por Gonzalo Caballero afrontan el 12-J en un ambiente caracterizado por la resignación de la izquierda ante la mayor fortaleza que exhibe el PP que efectuó esta convocatoria, controvertida en Galicia, a partir de favorables datos demoscópicos internos. La negra sombra del fatalismo progresista gallego resurge, mientras que en Euskadi Podemos alienta la creación de una compleja mayoría alternativa al dominio del PNV, un tripartito con EH Bildu y el PSE, aliado de Iñigo Urkullu.
El progresismo gallego vuelve a sumirse en la resignación
“Hay mucha resignación”, confiesa un dirigente de la oposición gallega para resumir el estado anímico con el que se afrontan las elecciones del 12 de julio. En privado en las cúpulas de los partidos se parte de la premisa de que el presidente de la Xunta, el popular Alberto Núñez Feijóo, goza de una posición más ventajosa que la que ya tenía ante los comicios suspendidos del 5 de abril. Es el fruto del desigual desgaste de la pandemia para los ejecutivos de Madrid y Santiago y de la perspectiva de que se avecina la campaña más mediática, en una Galicia con un escaso pluralismo informativo.
La expresión de Isabel II cuando calificó como annus horribilis 1992 para la monarquía del Reino Unido sirve para caracterizar lo que supuso el 2019 para el PPdeG desde el punto de vista electoral. En las generales del 28 de abril dejó de ser por primera vez desde 1979 la fuerza más votada en Galicia ante un PSdeG que jamás se había impuesto. Volvió a pasar en las europeas, mientras que en las municipales y generales de noviembre los populares vencieron por unas décimas, con el conjunto de la izquierda en máximos.
Es crucial la participación de los mayores, pero llegan señales confusas de Francia, donde se votó con Covid-19
En la pandemia los resultados del 2019 se antojan muy lejanos. Ya en el camino de las fallidas elecciones gallegas del pasado 5 de abril se observaba una creciente desmoralización progresista por unas encuestas que, con algunas dudas, tendían a pronosticar una nueva mayoría absoluta de Feijóo. Pero se percibía en los líderes de PSdeG y BNG, Gonzalo Caballero y Ana Pontón, la voluntad de al menos intentarlo, lo que no ocurrió en el 2016, cuando los candidatos progresistas no se atrevieron a confrontar a Feijóo en el debate de la TVG con las fotos de su amistad con el narco Marcial Dorado, a pesar de que después se pasarían años hablando de ellas en el Parlamento, sin que sus intervenciones saliesen en los diarios.
La resignación, que quizá sea menor en un BNG al alza, se observa en el muy leve escándalo político y social por el papel de los restos de En Marea, la otrora exitosa marca creada por Unidas Podemos y Anova en el 2015. Ya sin ellos y sin el juez Luís Villares, el candidato del 2016, En Marea apoyó la convocatoria electoral de Feijóo, mientras PSOE, BNG y comunes pedían que se respetase el acuerdo de esperar al fin del estado de alarma.
La postración también se refleja en que estos partidos no usen el estudio epidemiológico del Gobierno frente al principal mensaje de Feijóo, el de que Galicia tiene una letalidad, la tasa de muertes por casos detectados, de la mitad que España y la más baja junto a Canarias, lo que probaría la calidad de su sanidad. Con los datos serológicos la letalidad gallega es ligeramente inferior a la media española, pese a que la sobrecarga sanitaria fue menor, porque el coronavirus llego más tarde.
Así, la única duda reside en si el PP logrará movilizar en la medida habitual a sus más fieles, los mayores. De las municipales francesas de marzo, celebradas ya en la pandemia y con gran abstención, llegan señales confusas, puesto que, según una encuesta de IFOP, la participación de los mayores de 65 años bajó 35 puntos, aunque otra, de Ipsos, reduce la caída a 14.
Podemos pugna por un tripartito con PSE y EH Bildu
Es la única alternativa real a la hegemonía del PNV en el País Vasco, y Podemos está más que dispuesto a explorarla. El partido morado ha intensificado con vistas a las elecciones del 12 julio su intento de formar un tripartito de izquierdas junto a EH Bildu y PSE, una fórmula que, sin embargo, para llevarse a cabo, debería superar un camino plagado de escollos que va desde Madrid hasta Vitoria.
El triunfo del sector afín a Pablo Iglesias en las primarias de la formación en la comunidad el pasado febrero supuso un giro total en su estrategia. Los morados pasaron de facilitar por primera vez unos presupuestos de Iñigo Urkullu a hacerle una oposición frontal. Y, sobre todo, a plantear sin complejos una alternativa al dominio del PNV mirando a abertzales y socialistas, estos últimos socios tradicionales de Sabin Etxea.
La única alternativa real al PNV, una coalición de izquierdas, tiene muchos escollos en Madrid y Euskadi
Es complicado que el PSE cambie de bando. Las repercusiones a escala estatal tanto dentro como fuera del partido serían inmensas. El galimatías montado en torno al pacto con EH Bildu para derogar la reforma laboral es solo una muestra del tornado que lo acompañaría. Hay otro ejemplo más cercano a Euskadi, el de Navarra. El pasado verano, los socialistas llegaron al Gobierno autonómico –que comparten Geroa Bai y Podemos– con la abstención de la izquierda abertzale, un voto en blanco que provocó una campaña de acoso y derribo de la derecha contra Pedro Sánchez y que se alargó durante meses. Eso solo con una abstención.
La suma del PSE al tripartito tendría otra consecuencia seria en Madrid, como es perder el apoyo de los seis escaños del PNV, socio preferente de la Moncloa. Siguiendo la hipótesis, la caída de estos votos jeltzales podría ser sustituida por los cinco escaños de EH Bildu, que ha entrado a competir en serio con el partido de Urkullu en cuanto a influencia en Madrid. Aun así, como se ha demostrado, respaldarse en el voto abertzale tiene un coste político y de desgaste para Sánchez en todo el Estado difícil de asumir. “El PSOE ya tiene suficientes problemas en España como para generarse más”, valoró ayer el presidente del PNV, Andoni Ortuzar.
De todas formas, el pacto a tres bandas de esta semana entre socialistas, morados y abertzales para derogar la reforma laboral, por encima de la guerra dialéctica causada, se ha interpretado en algunos sectores como un aviso a navegantes para el 12-J. La construcción de otras mayorías en Euskadi, sin embargo, se encuentra con muchas resistencias. Otra importante es la de la secretaria general socialista, Idoia Mendia, cuyo portal ha sido atacado esta semana con pintura por disidentes de la izquierda abertzale que llevan a cabo una campaña de sabotajes para protestar por la situación de un preso de ETA en huelga de hambre. “No podría compartir gobierno con un partido que no condena que me persigan hasta el portal de mi casa”, zanjó ayer Mendia en alusión a Bildu, al que acusa de tibieza a la hora de rechazar estas coacciones.
A pesar de la distancia entre miembros del hipotético tripartito, desde Podemos insisten en que trabajarán para acercar posturas, para lo que ponen de ejemplo el papel de su partido como “puente entre las dos orillas” de PSOE y EH Bildu para que firmaran la derogación de la reforma laboral.