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La partida de Rivera abre un incierto proceso de sucesión en Ciudadanos

Nuevo ciclo

El hasta ayer líder del partido asume la carga del fracaso electoral y deja la política

Albert Rivera, en su rueda de prensa de dimisión

Dani Duch

En la semana de su 40.º aniversario, Albert Rivera ha dado por acabada una fulgurante carrera política, plagada de éxitos en las urnas, desde que en el 2006 asumió el liderazgo del recién nacido Ciudadanos hasta que el pasado domingo perdió más de 16,6 millones de votos, 47 escaños menos respecto al 28-A. Un descalabro histórico del que asume toda la responsabilidad. Se abre hora un incierto proceso de sucesión en Ciudadanos con Inés Arrimadas como la posible sustituta con más apoyos internos y externos. Sin descartar tampoco las opciones del eurodiputado Luis Garicano y Ignacio Aguado.

En un gesto poco habitual en la política española, donde aferrarse al cargo parece casi la obligación genética de todo líder, Rivera anunció su dimisión tras reunirse con la ejecutiva del partido en la sede de Cs en la madrileña calle de Alcalá. Rivera renuncia a la presidencia de Cs, al acta de diputado y a su continuidad en toda actividad política después de 13 años.

Arrimadas emerge como el recambio natural, pero no se puede descartar la opción de Garicano

“Nunca he escatimado en responsabilidades, nunca me he escondido, nunca me he tapado la cara, he sido valiente y coherente y por eso tomo la decisión de dimitir para que Cs decida en un congreso su nuevo rumbo”, dijo en una comparecencia pública sin preguntas.

Rivera no pudo disimular la emoción, com tampoco lograron evitar que sus rostros fueran bañados por un mar de lágrimas la mayoría de dirigentes que formaban hasta ahora la ejecutiva del partido liberal. Minutos antes habían roto en una larga ovación cuando a puerta cerrada les comunicó sus planes.

En su último discurso al frente de la nave naranja, Rivera defendió que, más allá del descalabro del 10-N, y de su partida forzosa, el “centro político existe y muchos españoles quieren seguir votando liberal”. Revindicó así la historia de un partido que empezó en Catalunya en el 2006 como un tímido movimiento de reacción al nacionalismo catalán y que hoy gobierna en cuatro comunidades autónomas, tiene siete eurodiputados y está en más de 400 ayuntamientos de toda España.

“Los malos resultados son del líder, lo he mamado así en mi casa, de mis entrenadores, de mis profesores. No creo que a nadie le sorprenda hoy que dimita. Hay gente que puede pensar que es injusto, otros que es muy justo. Es lo responsable”, afirmó Rivera. Cumplía así los avisos que había hecho en los últimos días de campaña de que no se iba a atornillar en el cargo si las cosas le iban mal. Pocos le creyeron entonces. “Hay vida más allá de la política” , añadió.

Rosa M.ª Anechina

Si en un primer momento, con los resultados del 10-N aún calientes, el dirigente liberal tuvo la tentación de poner su continuidad en manos de la militancia y que fuera un congreso extraordinario el que decidiera si podía seguir siendo presidente –una suerte de patada hacia delante para ganar tiempo–, ayer por la mañana tomó la decisión de irse.

Su apuesta vital ahora pasa, según palabras del propio Rivera, por dedicarle más tiempo a su familia y volver al sector privado, que abandonó con apenas 26 años recién cumplidos.

“No voy a ser el presidente de las familias como he dicho estos días, pero sí mejor padre, mejor pareja, mejor hijo, mejor amigo, que es lo que creo que se merecen”, declaró.

Al margen de esa voluntad de no aferrarse en el cargo tras un resultado calamitoso, no puede obviarse que entre las razones de peso de su repentino adiós está el hecho de que Rivera era consciente de que una parte muy importante del partido le responsabiliza directamente del fiasco. Y en caso de no moverse y dejar el trono liberal libre, no iban a tardvera ar en abrir la batalla sucesoria. Rivera en parte se va antes de que le echen.

Desde que antes del verano estalló la crisis con el sector liberal encabezado por Luis Garicano, era evidente la fractura entre el líder de Cs y algunos destacados cuadros que habían dejado de confiar en él y en su instinto político, criticando su “derechización”.

A todos ellos, también a Pedro Sánchez y Pablo Casado, les deseó “suerte y aciertos” para evitar que España se vuelva a dividir entre “rojos y azules”. Y citó una frase del expresidente Barack Obama dirigida al líder del PSOE y a Vox: “Si para ganar vas a tener que dividir a la gente vas a tener un país ingobernable”.

La salida de Rivera, santo y seña de la formación naranja desde sus inicios en Catalunya, abre una etapa de incertidumbre. Muchos miembros de la formación están en un auténtico estado de shock. Cs había crecido a la sombra de Rivera, cuyo mando era personalista: todo pasaba por él, siempre tenía la última palabra...

“Hay que meditar mucho y analizar con calma alternativas y posibilidades”, señala un veterano dirigente que alerta paciencia y evitar las prisas. La supervivencia del proyecto está en juego.

El primer paso del “nuevo” Cs ha sido disolver la ejecutiva. El siguiente será que el consejo general, máximo órgano de gobiernos entres congreso, y que está presidido por un dirigente con mucha experiencia como Manuel García Bofill, apruebe la constitución de una gestora (formada por unos quince miembros y que podría estar presidida por José Manuel Villegas) que pilote el partido hasta la celebración de una asamblea extraordinaria dentro e cuatro meses. Un cónclave del que deberá salir la nueva presidencia y,seguramente, un nuevo discurso y estrategia.

Cs no puede dormirse en los laureles, ya que Catalunya podría ser su primer examen electoral si, tras la probable inhabilitación del president Quim Torra por desobediencia, se convocan elecciones al Parlament.

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