PSOE: No logo
Análisis
La ausencia del anagrama socialista en el acuerdo de presupuestos no es un error ni un descuido, ni siquiera un homenaje al célebre libro contra las marcas comerciales ‘No logo’, de Naomi Klein: es un elocuente diagnóstico del momento político español
Con la boca pequeña, algunos socialistas refunfuñan por el acuerdo presupuestario firmado el jueves pasado por el Gobierno y el grupo confederal de Unidos Podemos, En Comú-Podem, En Marea. Entiéndaseme, no por lo que dice el acuerdo, que ha provocado una corriente de simpatía en el país como la que causó en su día la moción de censura contra Mariano Rajoy. Al PSOE (que es una cosa muy diferente del Gobierno) no se le ocurrirá ponerle pegas a lo que ha firmado el presidente Pedro Sánchez, por más que, como todos (incluso los periodistas que seguíamos de cerca las vicisitudes del acuerdo) se hayan quedado con los ojos redondos ante la ambición de lo acordado, que trasciende con mucho una rectificación en la política ingresos/inversión y fija nuevos marcos estructurales, como los que afectan al mercado energético, la ley electoral, la soberanía municipal, las políticas de igualdad y violencia de género, los juegos de azar y el mercado de trabajo.
No, la consternación no viene por lo que dice el acuerdo, sino por el acuerdo, el objeto, el documento de 50 folios que, de aprobarse finalmente el presupuesto, será uno de los pactos políticos más significativos de la última década. Si entra en vigor, los catedráticos de Historia Económica de España fijarán una etapa que empieza exactamente el 12 de mayo del 2010, cuando José Luis Rodríguez Zapatero, hostigado por la pureza neoliberal de Washington y Bruselas, anunció la Gran Rectificación de su política económica: no habrá keynesianismo, anunció con otras palabras, habrá sufrimiento de las clases y medias y trabajadoras para salvar a las entidades financieras que se habían jugado su vida y la de todos en el casino de Wall Street. Si el documento firmado el jueves sobrevive a la negociación parlamentaria, la etapa que se abrió ese 12 de mayo de 2010 tendrá su cancel el 11 de octubre de 2018, y su foto, en esa firma, con la solemnidad de un acuerdo antimisiles, en un Palacio de la Moncloa con la puerta abierta al jardín.
Cada folio del pacto está encabezado por los logotipos del Gobierno de España y el grupo confederal de Unidos Podemos”
En ese documento no está el PSOE. Ni el cuadradito rojo ni la rosa. Esa es la consternación. Cada folio del pacto está tercamente encabezado, cincuenta veces, por el logotipo del Gobierno de España y el del Grupo Confederal de Unidos Podemos. La marca centenaria y hegemónica del socialismo español fundada por Pablo Iglesias Posse no aparece por ninguna parte. La razón última de esta ausencia, por no maliciar retorcidas conspiraciones internas entre socialistas gestoristas y socialistas sanchistas, puede ser la sagacidad de los morados, que quisieron incluir su marca, combinada con el descuido de La Moncloa, que incluyó su símbolo institucional pero no el ideológico. Pero a la vez, es una ausencia justa, muy precisa, porque expresa el papel que el Grupo Parlamentario Socialista está jugando en estos primeros meses del Gobierno de Sánchez. O el que no está jugando.
Algunos medios (este, entre otros) subrayaron en junio la elocuente diferencia entre la forma en que festejaron el éxito de la moción en la bancada de Unidos Podemos y en la del veterano PSOE. Los primeros lloraban, se abrazaban y coreaban su grito de guerra: “Sí se puede”. Los segundos aplaudían flemáticos, con cara de vaca mirando al tren, aún estupefactos por un éxito al que habían contribuido entre poco y nada: durante la intensa semana de negociaciones, fueron Marta Pascal, entonces mandamás del PDECat, y Pablo Iglesias(Turrión) los que tiraron de poder de persuasión y estrategia política y reunieron los escaños que tumbaron a Mariano Rajoy. A Marta Pascal la audacia le costó el puesto. Albert Rivera aún debe de estar pensando cómo se dejó engatusar por Iglesias para anunciar juntos una segunda moción instrumental para convocar elecciones que acabó por inclinar el voto del PNV.
Lo que llamamos “el Gobierno de los 84” es más bien “el Gobierno de los 71”; como mucho, “el Gobierno de los 77”
Transcurridos unos meses, ya caben pocas dudas de que aquello que llamamos “el Gobierno de los 84” (en alusión al número de escaños del Partido Socialista) es más bien “el Gobierno de los 71”, los que suman Unidos Podemos, En Comú-Podem, En Marea más el grupo de Compromís. Si nos ponemos tiquismiquis, tal vez “el Gobierno de los 77”, incluyendo a los seis parlamentarios del PSOE que se negaron a seguir la orden de la Gestora de Javier Fernández de hacer presidente a Rajoy. El Grupo Parlamentario Socialista, con la excepción de esa media docena de díscolos que permanecieron fieles a Pedro Sánchez cuando la conspiración de octubre de 2016 lo lanzaba por la ventana de Ferraz, no está muy en la onda del Ejecutivo, es un espectador y aún se está preguntando cómo ha llegado a La Moncloa el tipo al que defenestró apenas 20 meses atrás. (Defenestrar: 1. Arrojar a alguien por una ventana. 2. Destituir o expulsar a alguien de un puesto, cargo, situación, etc)
De ahí que, durante el mes de julio, fuera Unidos Podemos quien trabajase con denuedo para conseguir apoyos para la renovación de RTVE. Con el concurso no muy entusiasta de los diputados Rafael Simancas y Adriana Lastra, Podemos achicharró los teléfonos de ERC, que amenazaba con romper el acuerdo. Y seguramente aquel magnicidio de la rosa sobre el que hoy pesa un denso silencio en el PSOE y las consecuentes primarias expliquen también por qué en la procelosa articulación del acuerdo de RTVE faltaron el último día dos sospechosos votos, a modo de tamayazo televisivo.
Desde el mes de julio, es el grupo confederal de Unidos Podemos el encargado de reunir apoyos a las iniciativas del Gobierno”
Es común hoy que en el Grupo Confederal reciban llamadas de miembros del Gobierno interesándose por la negociación de acuerdos parlamentarios con los partidos catalanes o el grupo vasco, y es expresivo de esta situación el encontronazo de julio con el techo de gasto, cuando Unidos Podemos quiso ejercer la autonomía de abstenerse, como si no fuese el partido del Gobierno, y provocó el consecuente enfado de Moncloa, que se dijo sorprendida, casi traicionada. A pesar de que estaba avisada desde hacía semanas del sentido del voto de Unidos Podemos.
El sueño teórico de Íñigo Errejón, “ser clase dirigente antes que clase gobernante”, parece haberse cumplido sin su concurso ni su estrategia, y es probable que, si Bruselas no pone muchas pegas, en las próximas semanas, en paralelo a las negociaciones que está desplegando el Gobierno con los partidos que apoyaron la moción del 1 de junio, el equipo parlamentario que actúe como enlace y refuerzo con los minoritarios para la consecución de unos presupuestos sea el de Unidos Podemos. Es lo propio, el acuerdo es suyo, y en las negociaciones, resueltas en último término por el gabinete de Pedro Sánchez y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, de una parte, e Iglesias, Pablo Echenique y Ione Belarra, de otra, el papel del grupo parlamentario socialista ha sido, en el mejor de los casos, de convidado de piedra. De oyente un poco teniente.
El logo de las huestes de Pablo Iglesias Turrión ha orillado al de los fiduciarios de Pablo Iglesias Posse”
Quizá lo más significativo sea que en La Moncloa no parece inquietar esta evaporación del PSOE, pues el icono potente, como vaticinó muchos meses antes del éxito de la moción el experto en mercados electorales Jaime Miquel (fichado la semana pasada por el jefe de gabinete de La Moncloa, Iván Redondo), “una cosa es la marca PSOE, que está amortizada, y otra muy distinta la marca Pedro Sánchez y la militancia, que sigue siendo un vector electoral importantísimo”. Semanas antes de que Gürtel acabara de enterrar al PP, Miquel escribía sobre el PSOE en La Voz de Galicia: “Ellos verán, o aterrizan ahora donde despegaron, que es al lado de Podemos para hablar con ERC y los demás, o lo harán en las generales donde el Pasok, el PSF y el Partido Democrático de Renzi”. Aterrizaron, un poco sin querer, empujados por Pablo Iglesias y Marta Pascal. Y ahora La Mocloa apenas se encoge de hombros ante la certeza de que el logo de las huestes de Iglesias Turrión ha orillado al de los fiduciarios de Iglesias Posse.