Las razones que empujaron a Xavier Domènech a dejar la política
La crisis de los comuns
La difícil tarea de conciliar a las familias de la nueva izquierda catalana desbordó al ya ex líder de Catalunya en Comú, que arrojó la toalla
En la campaña a las últimas generales Xavier Domènech hizo un paréntesis para impartir una conferencia sobre el catalanismo popular. Fue en junio del 2016, en el espacio Francesca Bonnemaison de Barcelona, donde reivindicó la tradición de Pi i Margall, Almirall o Salvador Seguí para el nuevo partido que quería construir. Realmente se le veía disfrutar dando esa clase de historia, no como en los mítines, donde a veces se enredaba con el discurso y sufría un poco para hacer vibrar al público. Daba la impresión de que el profesor universitario prevalecía sobre el político, y así ha sido finalmente.
Domènech sorprendió a todos el martes al anunciar que renuncia a sus cargos y regresa a la Universitat Autònoma. A partir de ahora deja el acta de diputado y la dirección de Catalunya en Comú y de Podem, y tiene previsto retomar inmediatamente su investigación académica para, ya el próximo semestre, comenzar a impartir clases en la facultad de Historia.
“Tres años frenéticos que han parecido diez”
Su inmersión en la política ha durado solo tres años, “tres años frenéticos que han parecido diez”, comentan algunos de sus colaboradores más cercanos. En este tiempo ha afrontado tres campañas electorales, dos procesos de elecciones internas, ha asumido la dirección de dos partidos en construcción, la difícil coyuntura catalana y no pocos sacrificios personales, un cóctel que ha acabado por sobrepasarle. Pero esta suma de retos no es exclusiva de los comunes. Al fin y al cabo, Domènech no ha pasado peores trances que otros líderes, pero a él no le ha compensado la experiencia y se ha sentido abrumado por la intensidad y dureza del ejercicio de la política, coinciden muchos en su círculo.
Desde que se incorporó al Ayuntamiento de Barcelona junto a Ada Colau como comisionado de memoria histórica –una de sus primeras decisiones fue despedir a Quim Torra de la dirección del Born y sacar el busto del Rey de la sala de plenos–, Domènech repetía que él estaba de paso, que su intención era volver algún día a la universidad.
El difícil paso del Congreso al Parlament
Pero fue antes del verano cuando empezó a meditar seriamente abandonar la política. En su entorno señalan el traslado del Congreso al Parlament de Catalunya como un momento de inflexión. En Madrid no eran pocos los que le aconsejaban no dar el paso. “No lo hagas ni loco”, le repetían compañeros de Podemos. El mismo Pablo Iglesias se movilizó para que los comunes pusieran a otro cabeza de lista en las elecciones del 27-D, incluso llamó a Ernest Urtasun para intentar convencerle de que dejara el Parlamento Europeo y liderara él la candidatura. Las gestiones de Iglesias no surtieron efecto y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, presionó para que Domènech se presentase a las autonómicas. “No tenemos a nadie más”, repetían en Catalunya en Comú. Domènech acabó aceptando “por responsabilidad” y porque ello le acercaba a su familia en Barcelona. Los resultados del 27-D no fueron los esperados.
No le resultó fácil pasar de ser el vencedor en las Generales y ocupar un puesto destacado en el Congreso junto al líder de Podemos, a batirse en la empantanada política catalana con solo ocho diputados y en medio de dos bloques antagónicos. Al poco de llegar al Parlament, Iglesias le cargó con más deberes: ser el secretario general de Podem. Ya lo había intentado antes y ahora, con el partido envenenado en Catalunya después de la rocambolesca dirección de Albano Dante Fachin, confiaba en que Domènech enderezase las cosas y culminase la integración con Catalunya en Comú.
Remontar el partido y la tensión de las listas
Remontar el partido, sin embargo, no está siendo tarea sencilla. En medio, llegaron las elecciones internas. Las negociaciones para acordar una lista con Colau e ICV fueron muy tensas. Finalmente llegaron a un acuerdo, pero este pacto alejó a Domènech de la que había sido una de sus personas de confianza, la portavoz del partido Elisenda Alemany, que se ha ido creando su propio círculo con personas más cercanas a las tesis soberanistas. El historiador no se ha sentido con fuerzas para abordar todos estos frentes y no estaba dispuesto a asumir más renuncias personales –en alguna ocasión había acudido a las reuniones de partido con su hijo porque era la única manera de pasar algún tiempo con él–.
Hace unos días comunicó su decisión a Colau, que ha intentado convencerle para que se quede. Lo mismo que Iglesias, con quien Domènech se vio este mismo lunes. Miembros de la dirección de Iniciativa también han tratado de hacerle cambiar de opinión. El agotamiento de Domènech ha sido total y no se siente con fuerzas para estar en la primera línea política. Nadie en el partido le ha reprochado su salida –es una persona muy querida–, pero reconocen que Catalunya en Comú afronta ahora un periodo de crisis en un contexto nada favorecedor.
Colau asume de momento el liderazgo del partido en solitario, a la espera de que la ejecutiva se reúna después de la Diada para decidir si sustituye a Domènech o no –los estatutos del partido dicen que la dirección ha de ser bicéfala–. En el grupo parlamentario Colau ha apuntado que la diputada Jéssica Albiach podría asumir la presidencia, pero aún no está cerrado, y la portavoz en el Parlament, Elisenda Alemany, ha manifestado su intención de “tomar un tiempo para reflexionar” sobre lo que hacer a partir de ahora. Podem, que no levanta cabeza desde su creación, discute también si elige un nuevo secretario general –ayer desembarcó en Barcelona un equipo de la secretaría de organización estatal–.
Domènech verá todo este proceso desde la universidad. Al final, se ha revelado más como un hombre de pensamiento que de acción.