La ministra mediadora
Fátima Báñez
Fátima Báñez dirige la cartera de trabajo y seguridad social, pero su desconocido perfil negociador la ha llevado a otras mesas de pactos políticos
Cuando Fátima Báñez entró a finales del 2011 en el primer gabinete de Mariano Rajoy, fueron muchos quienes, dentro y fuera del PP, levantaron la ceja. Sorprendió su relativa juventud, su escasa experiencia en puestos de responsabilidad y, en general, su perfil poco conocido. Un desconocimiento que se ha convertido con el tiempo en casi un marchamo, pero que no ha sido obstáculo para acabar repitiendo en el ejecutivo de Rajoy, y consolidándose al frente del complicado Ministerio de Empleo.
Desde hace casi seis años, esta licenciada en Derecho y Económicas lleva las riendas del área responsable de mejorar el funcionamiento del mercado laboral y de la Seguridad Social. Báñez (San Juan del Puerto, Huelva, 1967) tuvo que lidiar en plena recesión con la losa insostenible socialmente de un paro que llegó a afectar a más de 6,2 millones de personas (27,2% de la población activa). Meses antes también fue ella la encargada de sacar adelante una reforma laboral fuertemente contestada por los sindicatos y que propició una huelga general. Ahora, con la mejora económica, la propia ministra reconoce que la presión se ha ido atenuando y que se le hace menos cuesta arriba repasar los datos sobre afiliación y desempleo que le llegan cada día sobre las 7.30 de la mañana. De todas formas, sigue teniendo una buena pila de deberes: está obligada a rendir cuentas por el ritmo de recuperación de todo los puestos de trabajo destruidos con la crisis (aún falta uno de cada tres). Y se enfrenta además a la necesidad de contribuir a la lucha contra la precariedad que sufren millones de trabajadores en España, así como garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones.
Le gusta la poesía porque la evade de los números y es fan de Sabina, con quien tiene pendiente un encuentro
Báñez se bregó durante años en el equipo parlamentario del PP en la oposición que montó la ahora vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Junto a Cristóbal Montoro y Álvaro Nadal, ambos también con cartera, formaron un grupo compacto que se encargó de las cuestiones económicas.
En los primeros años al frente del ministerio, primó su poca querencia por el primer plano en la vida pública y una relación distante con los medios de comunicación –que algunos atribuyen a una situación difícil, en la que no tenía precisamente muchas buenas noticias que contar–. En todo caso, Fátima Báñez se mantuvo refugiada en la zona de los ministros del gobierno menos conocidos por los ciudadanos. Sólo adquirió cierto protagonismo cuando se encomendó a la Virgen del Rocío porque “ha hecho un regalo en nuestra salida de la crisis”.
Su fuerte, coinciden quienes le han tratado, son las distancias cortas. Reconocida como una mujer con mano izquierda, destaca por su capacidad de entablar buenas relaciones con rivales políticos y con los líderes sindicales y de la patronal. Incluso en épocas de mayor enfrentamiento con el gobierno, se ha esforzado en tejer una tupida red de confianza con sus interlocutores. Red que mantiene a golpe de móvil, del que no se despega con facilidad.
Esta experiencia en las mesas de negociación se acabó trasladando a la entablada con Ciudadanos en agosto pasado para lograr la investidura de Rajoy. Báñez representó al PP junto a José Antonio Bermúdez de Castro, Fernando Martínez-Maillo, José Luis Ayllón, Álvaro Nadal y Dolors Montserrat. Fuentes parlamentarias vinculan la presencia de la ministra a la preocupación de Rajoy, porque en la búsqueda de un acuerdo con la formación naranja no salieran malparadas reformas básicas para el líder del PP como la laboral y la de las pensiones.
Es madre de dos hijos de 11 y 14 años: con el pequeño juega a bádminton en su tiempo libre
Onubense militante, hace todo lo posible por volver al menos un fin de semana al año a su tierra. Y allí pasará las vacaciones de verano, intentando recuperar el déficit de mar que arrastran los oriundos de la costa cuando se instalan en Madrid. Madre de dos hijos de 11 y 14 años admite que sus dotes de mediadora no le sirven de mucho en una casa, donde ha de buscar cotidianamente consensos para cuadrar las posiciones y deseos de cada miembro de la familia. Cuando tiene tiempo libre, aprovecha para jugar al bádminton con su hijo pequeño. “Somos muy fans de la campeona olímpica Carolina Marín, que además es de Huelva”.
Además, no oculta su pasión por la poesía. “La poesía es lo que me desconecta de los números”, asegura y recomienda sin dudar un momento el último poemario de un veterano periodista del área económica, José María Triper.
Seguidora confesa de Joaquín Sabina, explica que aún espera que el ex líder sindical Cándido Méndez propicie un encuentro con el cantante, tal y como le había prometido. “Para tomarnos una cocacola... o lo que sea”.