Andrea Riccardi: "La sociedad democrática necesita de la religión"
ENTREVISTA
Riccardi conversa con 'La Vanguardia' sobre los objetivos del Encuentro Internacional por la Paz, que empieza mañana en Barcelona
El historiador Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, continuadora del diálogo interreligioso de Asís, es uno de los laicos más influyentes de Italia. En vísperas del Encuentro Internacional por la Paz, que empieza mañana en Barcelona, Riccardi conversó con La Vanguardia sobre los objetivos de la reunión, la crisis global, la política italiana y el pontificado de Benedicto XVI.
¿Qué espera del encuentro?
Ya hicimos esta reunión en Barcelona en el 2001. Pocos días después hubo el atentado del 11-S. Muchos se preguntan qué ha cambiado en este tiempo, en esta plegaria juntos. No cambió nada con los atentados. Yo sostengo que, sin este diálogo, el mundo sería peor. Hemos pasado casi diez años en los que hemos dado nuevo valor a la guerra, a los conflictos de identidad, y nos encontramos con un mundo peligroso, un mundo conflictivo. Creo que, al contrario, tenemos que aprender a vivir juntos. Y el modo de hacerlo es el diálogo de la gente por la calle, el diálogo de las religiones, el diálogo entre las culturas.
Después de aquel gran trauma, ¿dónde nos hallamos hoy?
Es un momento difícil porque estamos en un mundo sin sueños, de crisis económica, sobre todo una Europa que mira hacia atrás. Nuestros estados nacionales son estados en crisis. Esto es válido para Italia y también para España, para Francia y para Alemania. Nos debemos preguntar si nuestros países europeos tienen que repensar su función. Y para hacerlo deben tener coraje y volver a empezar desde el corazón, volver a empezar desde lo espiritual, volver a empezar desde lo que no tiene sólo un valor económico. Creo que hay una secularización del mercado, o un nuevo materialismo, que es extremadamente preocupante. En este sentido pienso que una reactivación de la identidad cristiana no es contradictoria con el diálogo con las otras religiones.
¿La fe puede ayudar a superar la profunda crisis del welfare state, de ese Estado social que ha marcado nuestra historia desde la II Guerra Mundial?
Cada uno tiene su posición en materia religiosa, pero al haber rechazado, eliminado de la vida social, ese don de lo espiritual, el don de la vida cristiana, ha sido una pérdida para el alma. La gente hoy se siente angustiada por el futuro y, sobre todo, sin esperanza. Lo que yo veo en Europa es una crisis de esperanza. La gente no espera nada del futuro. Hay un miedo al futuro, un miedo a la historia. ¿Por qué? Porque la gente no tiene la motivación de la esperanza. Hasta ayer, por ejemplo, había España lanzada sobre el mercado, a la búsqueda de la riqueza, de encontrar el bienestar. Pero la esperanza del bienestar es demasiado poco. Estamos en una gran crisis de esperanza. Eso se percibe en las jóvenes generaciones que no tienen ánimo de afrontar la vida.
La Comunidad de San Egidio es un buen observatorio global. ¿Hay algún país que suscite una especial preocupación?
Muchos en el mundo. Pienso sobre todo en los países africanos. En Europa, en mi opinión, está Bélgica. La crisis de Bélgica es una crisis significativa porque, para mí, es una parábola que podría suceder en otros países europeos. La crisis de Bélgica es la crisis de un país al que no le queda nada para seguir unido. Y era un país modelo en Europa.
¿Y algún país o región que suscite especial esperanza?
Yo no creo en las tierras prometidas. Hubo un tiempo, para los comunistas europeos, en que la tierra prometida era la Unión Soviética. Después pasó a ser China. Después tuvimos las tierras prometidas del sur del mundo, Cuba, etcétera. No creo en las tierras prometidas. Creo que las de este mundo son tierras de dolor y de esperanza. El verdadero problema es hacer emerger la esperanza y el deseo de futuro.
Con su experiencia en el diálogo interreligioso, ¿es optimista sobre la evolución del islam?
Yo creo que el islam es un gran problema, un grandísimo problema, en el sentido de que el islam recuperó un orgullo de sí mismo, en los años sesenta, setenta. Piense en el retorno, en 1979, de Jomeini a Irán. Pero el islam no es todo igual. No es todo fundamentalista. Son un billón de personas, extremadamente complejo. Pero hay corrientes problemáticas.
¿Existe algo como la Comunidad de Sant'Egidio en el mundo musulmán?
No lo sé, pero sí sé que hay musulmanes con los que se puede hablar y se debe hablar. Porque vivimos juntos en nuestras ciudades y en el Mediterráneo. Estará presente en Barcelona, por ejemplo, una alta personalidad religiosa egipcia, Mahmud Zakzouk, que representa un islam moderado, un islam importante en Egipto y en el norte de África.
¿Qué opina de los primeros cinco años y medio del pontificado de Benedicto XVI?
Puedo decir que Benedicto XVI es un hombre de la palabra que habla al corazón de los europeos, de la población mundial, de los cristianos y de los no cristianos. Ha sido muy interesante el viaje a Gran Bretaña porque en una tierra en la que el 40 por ciento se declaran agnósticos y donde hay un extremo pluralismo religioso, él ha presentado la que es su propuesta, es decir, que una sociedad pluralista, democrática, liberal, necesita la religión para asentarse sobre un terreno sólido. Y la figura de Newman (el cardenal John Henry Newman, teólogo que se convirtió del anglicanismo al catolicismo en el siglo XIX, beatificado por el Papa) ha sido un poco el paradigma. Newman, el hombre de la libertad, que sin embargo, no aceptaba lo que él llamaba el liberalismo religioso, es decir, un catolicismo vaciado de su contenido de verdad.
Y sobre el escándalo de la pederastia, que ciertamente ha dañado la autoridad moral de la Iglesia. ¿Cree que la respuesta del Vaticano ha sido ya suficiente?
En esta sucia historia de la pederastia se ve el rostro honesto y de sufrimiento de Benedicto XVI. Es una página dolorosa de su pontificado en la que el Papa se ha empeñado muy personalmente.