Las cavilaciones de 'El paso de la laguna Estigia'

Lectores Expertos

El pintor flamenco Joachim Patinir trata en esta obra dos grandes preocupaciones: la muerte y destino final

'El paso de la laguna Estigia'.

'El paso de la laguna Estigia'.

Museo Nacional del Prado / Dominio público

* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia

Joachim Patinir (Dinant, 1480-Amberes, 1524) fue un pintor considerado como el primer paisajista flamenco. Sus amplios paisajes presentan horizontes altos con extensas campiñas en las que destacan macizos de rocas puntiagudas, de carácter fantástico, mezclándose lo real y lo simbólico. Consigue así un paisaje panorámico que fue precedente del utilizado por los pintores flamencos de los siglos XVI y XVII.

Se piensa que pudo trabajar primero en Brujas, en donde conoció la obra de Gérard David y, en 1515, aparece citado como maestro en Amberes, ciudad donde conoció a Alberto Durero, durante su viaje por los Países Bajos (1520-1521). 

El propio Durero le haría un retrato e incluso asistió a la boda de su hija. Fue amigo también de Quinten Matsys, que colabora realizando algunas figuras de sus cuadros, como sucede en Las tentaciones de san Antonio Abad

'El paso de la laguna Estigia'

El artista aborda en El paso de la laguna Estigia una de las grandes preocupaciones del hombre en todos los tiempos: la muerte y su destino final. Esta pintura representa el tema clásico relatado por Virgilio en la Eneida y Dante en El Infierno.

La escena, presidida por Caronte con el alma del hombre, representa la metáfora de la elección de los caminos a través de la vida.

De un lado vemos la laguna Estigia que según la mitología clásica era uno de los ríos infernales griegos, situado entre los Campos Elíseos y el Tártaro, y constituía los dominios de Caronte. Por ella, Caronte con su barca cruzaba las almas al reino de los muertos tras el pago de una moneda, que era preciso colocar en la boca del fallecido.

Pero, por otra parte, el artista va más allá en esta escena y conjuga conceptos de la mitología greco-latina con el pensamiento cristiano medieval que está presente en la representación del Paraíso en el que el ángel señala el buen camino, mientras el Infierno y sus castigos aparecen en el lado opuesto.

Retrato del pintor Joachim Patinir para la obra de Dominicus Lampsonius.

Retrato del pintor Joachim Patinir para la obra de Dominicus Lampsonius.

Dominio Público

Al comienzo del siglo XVI con la llegada de Julio II, en 1503, testimonia la unión entre la mitología griega y la y la tradición de la iglesia católica. Rafael y Miguel Angel también representan en su obra esta visión mitologíca. Apareció la Utopía de Tomás Moro y Erasmo de Róterdam escribió el Elogio de la locura.

En el centro de la composición el ancho río que, desde el primer término hasta el horizonte, divide verticalmente el paisaje en dos zonas contrapuestas: a la izquierda, los Campos Elíseos y a la derecha, el Averno. 

En el centro, en el eje de la composición, en las azuladas aguas que separan el Paraíso del Infierno, destaca la figura del barquero Caronte semidesnudo, con el cabello en desorden y barba descuidada, que dirige la pequeña embarcación en la que, a sus pies, aparece una figura diminuta desnuda, que representa el alma del difunto. 

Caronte guía al alma hasta el punto en que ésta ha de elegir entre los dos caminos. La posición de la figura indica claramente haberse decidido por el Averno.

El camino difícil que conduce hacia el Paraíso se expresa no solo por los accidentes del terreno sino a través del simbolismo religioso que se deduce de la representación del gladiolo, el nenúfar o el coral de la orilla, que hacen alusión a la Pasión y muerte de Cristo, cuyo sufrimiento debe ser imitado por el hombre para lograr la Salvación.

Su profunda emoción ante la naturaleza se percibe en el carácter naturalista y el preciosismo con que ejecuta los animales, los árboles frutales y la vegetación, que permite casi la identificación de las especies.

En el primer recodo el canal desaparece a las puertas del Infierno custodiado por el monstruo de tres cabezas, el Cancerbero, perro guardián del Averno. Hacia el fondo se desarrolla un impresionante paisaje iluminado por el resplandor del fuego en el que se perciben seres monstruosos y se desarrollan los castigos.

El alma de la barca al final elige su destino mirando hacia el Infierno e ignorando al ángel en la orilla del río en el Paraíso que le hace señas para que se acerque al más dificultoso sendero que lleva al Cielo.

Es una pieza maestra en el tratamiento del tema mitológico en el que la luz, la prodigiosa gama cromática y la atmósfera anticipan las obras holandesas del siglo XVII

El azul de Patinir lleva el sueño, la poesía, la vida. Son paisajes de eternidad, una armonía platónica.

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