* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
En las profundidades del monasterio de las clarisas de Pedralbes, en Barcelona, lejos de los circuitos turísticos y de la solemnidad monástica que adorna las áreas más conocidas de este enclave histórico, se esconde un espacio que habla de la vida cotidiana en su forma más pura y cruda.
Es aquí, en un recinto apartado, donde he capturado para Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia una imagen que busca revelar la esencia olvidada de lo cotidiano: unas antiguas tinajas donde se conservaba el vino, emblema del sustento diario que alimentó generaciones en este monasterio.
La fotografía, en blanco y negro, es un tributo a la sobriedad y al misterio que envuelve estos objetos ancestrales. Decidí apostar por un alto contraste que descompone la escena en luces y sombras marcadas, creando un juego de claroscuros que atrae y desafía la mirada.
Las formas de las tinajas, casi fantasmagóricas en su presencia imponente, parecen emerger de la penumbra, subrayando la textura rugosa de su superficie gracias al grano evidente en la imagen. Este grano, intencionalmente acentuado, añade una capa de crudeza y autenticidad que nos transporta al tiempo en que estos recipientes estaban llenos de vida, almacenando el vino que daba sustento y calidez en el duro invierno monacal.
El encuadre cerrado, centrado en las tinajas, busca descontextualizar el objeto y focalizar la atención en su volumen y textura. El espacio circundante se reduce a un mero telón de fondo, casi irrelevante, que subraya la importancia de estos artefactos en la vida del monasterio.
Las formas de las tinajas, fantasmagóricas en su presencia imponente, parecen emerger de la penumbra
La decisión de mantener el foco en las formas orgánicas de las tinajas, permitiendo que el entorno se diluya en sombras, refuerza la idea de que estos elementos eran el corazón de una rutina silenciosa pero esencial.
El contraste extremo y el granulado no solo aportan dramatismo a la imagen, sino que también evocan la aspereza de la vida monacal, alejada del brillo y la comodidad, y anclada en un mundo donde la austeridad y la subsistencia eran las reglas.
Las tinajas, antaño llenas de vino, son ahora vestigios que resuenan con un pasado olvidado, y es precisamente en esa tensión entre lo visible y lo oculto donde la imagen cobra su verdadera fuerza.
A través de esta fotografía, he intentado capturar más que una mera escena: es una invitación a explorar los rincones menos glamurosos del monasterio de Pedralbes, esos espacios que, aunque no brillan con la magnificencia de los claustros o las capillas, contienen en su silencio la memoria de vidas sencillas, devotas, que encontraron en estos objetos el sustento de su existencia.
Es en estos recovecos oscuros y olvidados donde reside la verdadera historia, la que no se cuenta en las guías turísticas, pero que sigue latente en cada sombra, en cada grano, esperando ser descubierta.
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