Y tú, ¿aún no has participado en una calçotada?

Las Fotos de los Lectores

Se han convertido en las fiestas más típicas y esperadas del tramo final del invierno e inicio de la primavera

Ampliar Calçots y porrón de vino.

Calçots y porrón de vino.

Josep Soldevila

* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia

Este tiempo de calçots y, por extensión, de las calçotades, que se han convertido en auténticas fiestas gastronómicas de preludio de la primavera en Catalunya, cuando amigos y familiares se reúnen para disfrutar de este manjar y divertirse dando rienda suelta a una auténtica tradición, que no ha pasado desapercibida en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia.

El calçot es una variedad de cebollas tiernas. El originario de Valls incluso es un producto con Indicación Geográfica Protegida.

Según marcan los entendidos, después de la cocción, los calçots se sirven calientes y se comen tal como son, solo hay que pelarlos y quitar la parte exterior. Pero no puede faltar la salsa romesco, preparada con ingredientes como: tomate, ajo asado, almendra, avellana, aceite de oliva, vinagre y sal, todo triturado hasta obtener una textura cremosa.

Los calçots también se pueden comer rebozados, hacerlos en tempura o utilizarlos como ingrediente en croquetas y tortillas, abriendo así todas sus posibilidades culinarias.

Lo de "calçot" proviene del hecho de que en su cultivo se amontona tierra sobre los brotes que crecen de la cebolla inicial ("calçar la terra sobre la planta"). Esto se hace para conseguir un tallo blanco de unos 20 a 25 cm.

La tradición del calçot en Catalunya se remontaría a finales del siglo XIX. Hay cronistas que explican la historia de un campesino de Valls, conocido como Xat de Benaiges, que preparó a la brasa unas cebollas que, por descuido, sobrecalentó.

A raíz de este accidente acabó descubriendo una de las especialidades culinarias catalanas de temporada más arraigadas. Es muy consumido a finales de invierno con salsa romesco o salvitxada.

De esta forma, aquel campesino vio que aquellas cebollas se quemaron por la parte exterior, pero, en vez de tirarlas, decidió pelar las capas más externas quemadas, descubriendo que su interior estaba muy tierno y sabroso.

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Calçots y porrón de vino para la fiesta culinaria del momento.

Josep Soldevila
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