El quiero y no puedo de la reforma a medias de la antigua carretera N-340 que atraviesa Torredembarra desde Altafulla hasta Creixell está ahora, con el corte de la vía férrea y el consiguiente aumento de tráfico, poniendo de relieve los defectos de su diseño. Son muchos: calzada demasiado estrecha para autobuses, glorietas pequeñas, bordillos del carril bici peligrosos y ya destrozados en muchos tramos, y lo peor de todo, los pasos de peatones elevados, que son demasiado agresivos, y junto con la ridícula limitación de velocidad a 30 km/hora, totalmente inapropiada para una vía troncal de acceso a la localidad, que, todo ello junto, ocasiona importantes complicaciones y pérdidas de tiempo a los autobuses, no ya a los provisionales de Renfe, sino diariamente a los de líneas regulares. El carril bici es un logro y un acierto, excepto en que se comparte en algunos tramos con peatones y en el peligroso bordillo.
Pero está travesía necesita un rediseño en los tramos del paseo de la Sort a Altafulla, y de la estación de Renfe hacia Creixell, ampliando un poco la calzada (hay espacio en el lado opuesto al carril bici), suprimiendo los obstáculos de los pasos elevados y aumentando la limitación de velocidad a 50, que es a la que en realidad se circula. Y claro, dotándola por fin de aceras separadas del carril bici en todo su recorrido. La cacareada movilidad sostenible no consiste en llenar todo de obstáculos incómodos y limitaciones absurdas, sino de conseguir un equilibrio entre todos sus usuarios.
Jesús M. Zúñiga Robles
Altafulla