¿Por qué tenemos que asistir a clase si podemos hacerlo desde casa? ¿Por qué ir a la oficina si con una buena conexión podemos asistir a todas las reuniones y acceder a cualquier archivo? ¿Por qué ir al gimnasio si puedo seguir un vídeo online? ¿Por qué salir a comprar nada si con un clic nos lo traen a casa?
Como ya dijo Aristóteles: “El hombre es un ser social por naturaleza”. Necesitamos de los otros para sobrevivir. Hay empresas que saben muy bien que la interacción fomenta la creatividad y genera serotonina.
Paradójico, las que más empeño ponen en mantener la presencialidad son las que trabajan en el desarrollo del universo virtual. Solo un mundo donde el valor productivo de la existencia prevalece sobre el valor de la propia vida socialmente vivida, puede poner en duda este valor y encaminarse hacia la teoría-presagio de Orwell.
Ponte, pues, cómodo (si puedes), túmbate en el sofá (si lo tienes) y mientras piensas si la presencialidad tiene o no valor, la vida te pasará por delante.
Sin duda podemos platearnos otras maneras de hacer, otras maneras de trabajar para mejorar temas de conciliación, para optimizar ciertos recursos, pero el aislamiento no es la solución, al contrario, embrutece, deprime, anula la creatividad, la reflexión, el deseo y el sentimiento de felicidad.
Algunos se preguntan, si es su caso, ¿por qué salir de casa si se está tan cómodo? Cuidado con la supuesta comodidad y el excesivo valor que le estamos dando.
Barbara Berini
Barcelona