Correr bien

Regreso a esta ventana de L a Vanguardia después de un paréntesis quirúrgico, felizmente superado. Cirugía ocular. Es sabido que los enfermos estamos muy agradecidos al médico que nos ha curado. Abusando del privilegio que significa escribir en uno de los periódicos más antiguos y leídos de Euro­pa, me gustaría proclamar las virtudes del doctor Miguel Ángel Zapata Victori (Vall d’Hebron, clínica Girona). El doctor Zapata no es tan solo heredero de la brillante tradición de la oftalmología catalana (que va de los Arruga y Barraquer a los Castilla y Corcóstegui), sino que es uno de los más avanzados pioneros en la aplicación de la robótica y la inteligencia artificial al sutil arte de reparar vítreos y retinas. Tuve la osadía de seguir la operación con calmantes, pero sin anestesia; y escuché la explicación de lo que estaba haciendo con mi ojo. En un momento dado, mientras inflaba mi globo ocular con un gas, explicó que en el hospital de Montpellier, con cuyos oftalmólogos colabora, están experimentando un robot que permitirá realizar victretocmías con un teclado de ordenador (o eso me pareció entender: debo confesar que no estaba en el momento más lúcido de mi ­vida).

Ahora que el mundo parece estar virando de manera tan desnortada, vale la pena poner el acento en las maravillas que tenemos a nuestro alcance. El progreso de la medicina y, muy particularmente, de la oftalmología es milagroso. Gracias a la ciencia médica y a los dedos mágicos del doctor Zapata, he superado un obstáculo más. La vida está llena de espantos y alegrías, de estorbos y toboganes, de caminos empinados y llanuras que dejan paso a nuevos repechos y declives. Los obstáculos nunca desaparecen. A Josep Pla, que era, como tantos escritores, un pesimista descreído y, a la vez, un curioso insaciable, le gustaba evocar ese pensamiento de Montaigne, entre estoico y resignado: “La vie est ondoyante”. La vida es ondulante como las olas. Ahora bien, ese principio realista puede contener un exceso de desilusionado relativismo. A mí, esa frase de Montaigne me hace pensar en el famoso eslogan del impulsor del olimpismo, el barón de Coubertin: “Lo importante es participar”. Parece un eslogan democrático. ¿Pero lo es realmente? ¿En un deporte que entroniza a los vencedores en el podio y los distingue con medallas, resulta que lo importante no es ganar sino participar? El barón, más que democrático, era cínico. Estaba diciendo: resignaos, países débiles, al papel de comparsas de los países fuertes, pues son los que siempre ganan.

Estatua de Giordano Bruno, por Ettore Ferrari, ubicada en el Campo de' Fiori de Roma.

 

 

Vale la pena tener en cuenta el matiz que, en esta reflexión, puede aportar Giordano Bruno, un sabio librepensador y copernicano del siglo XVI que fue quemado por la tozudez con la que defendió sus ­ideas, entonces escandalosas. En la plaza Campo dei Fiori de Roma tiene dedicada una estatua oscura, puede que demasiado fúnebre, ya que Bruno era un tipo apasionado. Creía en la pasión como fundamento de la esperanza. En un diálogo sobre las dificultades de la vida, narra el viaje de un sabio copernicano que visita Oxford para enfrentarse a los pedantes profesores que todavía creen que el universo gira en torno a la tierra. Su viaje por el Támesis está lleno de aventuras y dificultades que le llevan a expresar una idea que se asemeja a la de Coubertin, pero que en realidad la contradice: lo importante es correr bien. No tan solo participar. Correr bien. Puede que no ganes, pero tienes que correr bien.

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Aplicado el pensamiento de Bruno al mundo de hoy, podríamos decir: lo que tenemos que hacer los europeos es juntarnos para correr lo mejor que sepamos. Dejar de ser comparsas de los fuertes, que es lo que hemos hecho durante años, a la manera de Coubertin. Y empezar a ser corredores de altos vuelos. Cada dificultad nos hará más listos y fuertes. Puede que no ganemos la batalla por la hegemonía mundial que está recomenzando, pero seguro que, corriendo, fortaleceremos nuestra musculatura. Esto nos ayudará a mejorar. Dejar la etapa infantil de la queja, dejar de buscar protección paterna y aprender a sufrir para superar dificultades. Quizás no ganaremos la carrera, pero el esfuerzo nos hará resistentes. Se trata de hacer bien las cosas. Sacrificio, esfuerzo, coraje y fraternidad para sobrevivir a la carrera de obstáculos que el futuro nos prepara.

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