La muerte no es cancelable
Advertencia al lector: este artículo no es una crítica al FC Barcelona ni al presidente Laporta. Y confío en que no faltará al respeto a la familia y la memoria del doctor Miñarro, cuyo fallecimiento súbito originó la cancelación del partido contra el Osasuna el sábado, minutos antes del comienzo.
La muerte, ay, no admite cancelaciones, nos pongamos como nos pongamos. Se pueden cancelar –y de hecho está de moda– muchas cosas de la vida salvo su final.
Salí hipnotizado del cine el sábado por “la verdad plena” de Tardes de soledad , de Albert Serra. Reducirla a un plebiscito, toros sí o toros no, sería simplista. Va más allá, y entre esas honduras destaca el concepto de compromiso de un hombre con una profesión arriesgada. Uno se puede casar con una banquera de Luxemburgo o se puede casar con su trabajo. Todo menos morir por debajo de sus posibilidades.
Yo, lo siento, no hubiese suspendido el Barça-Osasuna: es darle un triunfo a la parca
Un rato después, llegaba al Estadi de Montjuïc. No habría partido. Todos aceptamos la cancelación y a otra cosa. Y, sin embargo, anacrónico que es uno, acaso insensible, discrepo de la opinión mayoritaria y de que la muerte cancele la vida. Eso es darle pisto y triunfos a la parca. Pararlo todo, mañana entrenamiento con un minuto de silencio y a ganar al Benfica.
Me pongo en la piel de la familia del doctor Miñarro. ¿Alivia el tremendo vacío del hachazo que no se disputase el partido? A mí no me consolaría. ¿Los jugadores? Igual que toca seguir trabajando cuando acabas de perder un partido, toca sobreponerse y seguir.
Seguir, seguir y seguir.
Soy, insisto, bicho de otros tiempos. Creo en el show must go on y solo dejaría de hacerlo si, dejando de actuar, la muerte fuese reversible. Por eso, no comparto la interrupción de los partidos cuando un espectador sufre un percance. Tiene algo de sobreactuación.
Me impresionan y dan fuerza los ejemplos de aquellos artistas que tragan penas y salen al escenario. La actriz Mary Santpere, por ejemplo. Entre función y función en Barcelona allá por 1964 recibió la noticia del fallecimiento de su madre. Siguió con la obra, y eso que era cómica.
¡Qué mal llevamos la muerte!