Como todo diplomático de carrera, el canciller José Manuel Albares es hombre leído y viajado. Siendo joven superó una oposición severa –la de ingreso en la Escuela de Diplomática– y siendo adulto se dedica a materializar la política exterior del presidente Sánchez, sin vocación aparente de verso libre y fiel al mando como la infantería a los generales.
“Donald Trump es el presidente de Estados Unidos elegido democráticamente”, recordó en varios pasajes Albares. Si alguien esperaba –lo dudo– en el auditorio repleto que el ministro se sumase al tsunami trumpfóbico , se fue con las ganas. Por capacidad, estudios y dominio del inglés, un diplomático nunca mete la pata en público, conoce el valor de una coma y sabe que la política exterior no está hecha para las tertulias sino para frases quirúrgicas, inequívocas y reacias a los berenjenales. De ahí que José Manuel Albares quisiera dejar claro que para el Gobierno español Donald Trump es tan respetable como cualquier otro líder elegido en las urnas.
Albares lamenta que el centro-derecha europeo de toda la vida se extingue (y así nos va)
Los problemas y los desafíos, en todo caso, están en Europa. “Ni pertenezco al Partido Demócrata ni a Estados Unidos”, adujo para eludir los juicios de valor sobre la Casa Blanca (ya de entrada sorteó la doble pregunta sobre la escena de Zelenski en el despacho oval, un no comment de manual).
Para el ministro de Asuntos Exteriores, entre los problemas de Europa figura la desaparición de los grandes partidos de centro-derecha –puso como ejemplos el gaullismo o la Democracia Cristiana italiana–, menos resistentes a los vientos atlánticos que los partidos tradicionales de izquierda, tesis muy suya que avaló en el PSOE o el SPD (“formará parte seguro del Gobierno de Alemania”).

El ministro de AA.EE. José Manuel Albares y Javier Godó, presidente-editor de La Vanguardia
Barcelona es una ciudad consular por historia y por legaciones, que rozan el centenar. Estados Unidos creó en Barcelona su segundo consulado de su historia y sólo Nueva York y Hong Kong están por delante en número de consulados, presencia que se reflejó en el auditorio. Es decir: Barcelona siempre ha tenido ojos para el planeta, de ahí el interés con que fue seguida la cita con el canciller español.
Ucrania fue uno de los ejes de la sesión. Para Albares, la hipotética retirada de la ayuda militar y económica de Estados Unidos a Kyiv no implica necesariamente la capitulación del gobierno ucraniano. Europa le apoya. “Será Zelenski quien deberá decidir si quiere resistir o no”, afirmó el ministro, tras recordar que la ayuda de la UE ha sido similar a la de Estados Unidos en estos tres años de guerra.
Para Albares, optimista y alérgico a inflamar el ruedo ibérico, el Gobierno podrá aumentar el presupuesto de Defensa sin que nadie lo impida, bien sea Podemos, bien sean las limitaciones presupuestarias habida cuenta de que entran en la ecuación fondos de la UE.
La figura de Vladimir Putin no apareció en el debate, a diferencia de la oficialidad del catalán en la UE, objetivo prioritario del ministro que dejó entrever que podría aprobarse este año durante la presidencia polaca. “Mi homólogo polaco me hizo una broma, sabía que a los catalanes les llaman polacos”.
¿Marruecos? Un guiño al amigos para siempre: “país amigo y socio estratégico. Nuestra relación es un modelo para toda Europa”. Y de cada tres días del año, uno lo pasa en el extranjero.