Carlos Mazón se ha quedado sin sombra, algo que sucede a las personas que se han vuelto invisibles. El presidente de la Generalitat Valenciana dejó de verse en el espejo el 29 de noviembre del 2024. Aquel día no estaba, pero se le esperaba, cuando el cielo barruntaba tragedia. Ha dado varias versiones de su extravío, aunque todas empiezan en el restaurante El Ventorro, pero ninguna acaba de ser creíble. Lo cierto es que no llegó a la reunión de urgencia en el Centro de Coordinación de Emergencias (Cecopi) hasta las 20.28 h, cuando la Horta Sud era un mar y más de doscientas vidas iban a la deriva.

Alberto Núñez Feijóo no quiere precipitarse, pero sabe que Mazón no es el futuro. Y tampoco tiene claro que sea el presente. Cinco manifestaciones multitudinarias pidiendo su dimisión jalonan la reparación de la comarca. La oposición pide su cabeza, y el PP intenta ganar tiempo con la excusa de que es la hora de la reconstrucción. El líder de los populares evitó aclarar si le ha pedido la dimisión al presidente valenciano, pero reconoció que no había estado a la altura, por más que matizara que ningún gobierno lo estuvo. Cuando uno no está a la altura es que no da la talla, que ha defraudado las expectativas y que se ha convertido en parte del problema.
Mazón es un zombi desde el momento en que Feijóo reconoce que no estuvo a la altura
Giuseppe Tomasi di Lampedusa le hace decir a Fabrizio en El gatopardo: “No todos los soberanos pueden estar a la altura (...), pero los reyes que encarnan una idea no pueden descender por debajo de cierto nivel, si no también la idea se menoscaba”. Dicho de otra manera, cuando quienes están al frente de las instituciones no son capaces de afrontar las situaciones complicadas por incapacidad o falta de destreza, acaban dañando a la propia institución a la que se deben.
Hace unos días, Feijóo deslizó en Telecinco que su partido tomaría la decisión más oportuna sobre Mazón, porque al PP le interesa “volver a gobernar Valencia”, lo que es una manera no solo de tomar distancia, sino de hacerle abandonar cualquier esperanza. El PP insiste en que ahora no es el momento de las auditorías, pero si esperan mucho, puede ser la justicia quien se les adelante fijando responsabilidades.