Cosas de los idiomas

De paseo por la ciudad. Un estrépito de idiomas y acentos. Una Babel en cada oído. Ver, mirar, oír y sobre todo escuchar. El paseante se siente como en medio de un relato, como en un jeroglífico auditivo que querría descifrar. En Barcelona, 300 lenguas inventariadas. Un perfume de tonos y dejes. La brecha de comunicación emocional a través del habla, que, con la irrupción de todo el universo digital, se ha complicado. Los idiomas tienen matices y su particular pantone; de hecho, en el canto se habla del “color de la voz”.

Unos idiomas, por lejanos, nos pueden parecer ásperos, sobrios, quizá poco expresivos, antiguos. Y otros, envolventes, olorosamente mediterráneos, material para ser cantado. El idioma con el que pensamos es nuestra patria por muchos otros que entendamos y hablemos. Y cada lengua, con su prestigio.

29.10.2016, Barcelona
Turismo en los alrededores de Avinguda Icaria, en el barrio de Vila Olimpica.
Edificio en Av Icaria 147 donde proximamente se inaugurara un macro albergue juvenil.

foto: Jordi Play

  

Jordi Play

Hace años, cuando las libertades estaban secuestradas y también nuestro idioma por un franquismo feroz, mirábamos a Francia. Muchos padres procuraban que sus hijos e hijas aprendieran francés, más que por un futuro profesional, por una voluntad cultural y de conocimiento. La Península era un páramo. Pronto el inglés arrasaría, para lo bueno y lo malo. Era cuando La marsellesa venía a ser nuestro segundo himno. Y con qué devoción –y todo hay que decirlo: con ciertas dosis de bicarbonato– íbamos a ver todo lo de la nouvelle vague , ya saben: Truffaut, Godard, Resnais…, con sus correspondientes foros posteriores. Y los viajes a Perpiñán escondiendo los discos de Raimon y Paco Ibáñez, los libros de Ruedo Ibérico y algo más de discernimiento de un idioma tan vecino.

Lee también

A propósito

Joan-Pere Viladecans
05 February 2025, US, Washington: US President Donald Trump speaks before signing an executive order that is intended to exclude transgender athletes from participating in women's sports, at the East Room of the White House. Photo: Lenin Nolly/SOPA Images via ZUMA Press Wire/dpa

El paseante indígena escuchará, a veces desconcertado, aguzará el oído e intentará averiguar si entiende algo de lo que oye. Adivinará, con más o menos éxito, el origen de los hablantes, su procedencia. Y le asaltará una debacle de autoestima cuando sea interpelado, preguntado por una persona de la cual no entiende nada. Esta ciudad es, hoy por hoy, una inmensa pinacoteca de lenguas, cada una con su acento; con su alma, a fin de cuentas. El máximo botín del ser humano: su idioma, su identidad.

Los que saben dicen que nuestro idioma está enfermo. Que el catalán sufre un retroceso en su práctica. Cierto, el paseante vernáculo lo certifica: se utiliza menos. Volvamos a otros tiempos, en la tan celebrada transición el catalán era una lengua de culto. Prestigiada en toda la Piel de Toro. La voz de la vanguardia, de la cançó, la literatura de los clásicos… el respeto y la admiración por una cultura que había resistido. ¿Y ahora? El paseante oye menos su lengua. No es, por supuesto, una buena noticia. Ahí lo dejo.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...