Un mundo nuevo

A raíz de la covid se abrió el debate sobre si la dependencia de suministros de localizaciones geográficas alejadas comportaría un repliegue de la globalización. De hecho, unos años antes se había iniciado un retroceso en los flujos internacionales de mercancías. Su impacto en la desigualdad, la desaceleración económica, el aumento del proteccionismo y la ofensiva contra el multilateralismo de la ad­ministración del primer mandato de Trump habían abierto la puerta a un nuevo mundo.

Traditional Russian wooden dolls called Matryoshka depicting Russian President Vladimir Putin, front left, and US President-elect Donald Trump, front right, are displayed for sale at a souvenir shop in St. Petersburg, Russia, Monday, Jan. 20, 2025. (AP Photo/Dmitri Lovetsky)

 

Dmitri Lovetsky / Ap-LaPresse

Así se reforzó la preocupación por la dependencia del exterior de suministros esenciales, y en la UE, el término soberanía (alimentaria, industrial, energética, sanitaria…) quedó acuñado como catalizador del de autonomía estratégica. Discurriendo en paralelo, tanto en lo que a la gestión de la covid se refiere como respecto al proteccionismo asociado a la desglobalización, asomó también el debate relativo a supuestas ventajas de los regímenes con fuerte concentración de poder en el líder versus los sistemas democráticos. Ese nuevo mundo iba emitiendo señales de un orden neoliberal en declive, de debilitamiento de la democracia y de robustecimiento del autoritarismo.

¿Se comparten los temores sobre Donald Trump fuera de la UE? ¿O sobre el propio Putin?

Antes de que la OMS diera por acabada la pandemia, Putin invadía Ucrania y violaba la integridad territorial y la independencia de un país soberano. La comunidad occidental, que erróneamente había excluido a Rusia tras la caída de la URSS, se mostró débil frente a la anexión de Crimea en el 2014. Debilidad que Occidente también mostró con la precipitada y vergonzosa retirada de EE.UU. (y con él, de sus aliados) de Afganistán en mayo del 2021. El mundo estaba mutando, Occidente (y sus valores) se debilitaba y las autocracias continuaban fortaleciéndose.

Ya en el 2022 Freedom House señalaba que el autoritarismo se había convertido en el modelo dominante global. La autocracia estaba logrando avances contra la democracia y esta evolución animaba a más líderes a abonar regímenes donde los derechos políticos y libertades civiles mermaban progresivamente. En la propia UE son varios los gobiernos con rasgos autoritarios que han sido elegidos democráticamente. Y en países como Francia y Alemania la extrema derecha está en la antesala del poder. La reelección de Trump refuerza el viraje. Se rompe el orden internacional, se abandonan instituciones como la OMS, se liquidan acuerdos bilaterales como los comerciales con Canadá o México o multilaterales como el de París sobre el clima y se amenaza con la fuerza para afianzar sus propósitos. Y todo ello aliñado con la irrupción de los nuevos multimillonarios tecnológicos en las estructuras gubernamentales dispuestos a recrear la distopía orwelliana y controlar nuestra vida sin posibilidad alguna de escapar a su control.

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President-elect Donald Trump participates in a wreath laying ceremony at Arlington National Cemetery, Sunday, Jan. 19, 2025, in Arlington, Va. (AP Photo/Evan Vucci)

Pero ¿y si además parte de este análisis responde solo a parámetros europeos? ¿Se comparten los temores sobre Donald Trump fuera de la UE? ¿O sobre el propio Putin? ¡Pues, oh sorpresa! El estudio demoscópico elaborado por el Consejo Europeo de Relaciones Internacionales y la Universidad de Oxford revela que en muchos países alrededor del mundo las sociedades se sienten optimistas sobre la segunda presidencia de Trump. Piensan que Trump no solo será bueno para EE.UU., sino que traerá paz a Ucrania, Oriente Medio y que reducirá las tensiones con China. Pero es que también muestran una notable aceptación de Rusia como aliado o socio necesario, y en China, India, Arabia Saudí, Turquía o Sudáfrica la mayoría de la población espera que la influencia global de Rusia crezca. ¡Qué fracaso de Occidente a la hora de aislar a Putin!

¿Qué debe hacer la UE ante este nuevo mundo postoccidental? De entrada, invertir nuestras energías en solucionar nuestros problemas, que no son pocos. Y como señala el citado estudio, en lugar de retroceder al orden posterior a la guerra fría, aprovechar las oportunidades que ofrece el nuevo mundo. ¿Es esto posible con el modelo de éxito económico-social de la Europa del siglo XX? Con sus actuales déficits en investigación, con su negligente política industrial, con sus dependencias (empezando por la defensa), con veintisiete mercados estatales y no sé cuántos “regionales” regulando hasta la asfixia… Sinceramente, creo que no.

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