El tramposo argumento del péndulo


Para algunos, la realidad del movimiento feminista tuvo un punto de inflexión tras la controvertida aprobación de la ley del solo sí es sí y la aparición del consentimiento en las relaciones como elemento troncal en el debate público.

El tramposo argumento del péndulo

El tramposo argumento del péndulo

Eulàlia Duran

En esa realidad cotidiana de las reivindicaciones feministas se ha generado en España, ahora más que nunca, una apasionada y controvertida polémica que ha hecho que algunos apelen a la ley del péndulo para sentenciar que el feminismo se ha pasado de frenada y es necesario volver al feminismo clásico más moderado en contra de lo que bautizan como el feminismo moderno y radicalizado. Y yo me pregunto ¿qué significa pasarse de frenada? ¿Que se revindican y se consiguen los mismos derechos que los hombres? ¿Que los señores se sienten amenazados porque la justicia e igualdad implica que algunos vean y perciban que sus privilegios peligran y se notan intimidados cuando la justicia para con las mujeres se impone? ¿Que hay un clamor social que no se achica ni se achanta en su reivindicación? ¿Realmente alguien con espíritu progresista y con voluntad de avanzar en una sociedad con derechos para todos los ciudadanos y ciudadanas puede plantear que la justicia en equidad se está pasando de frenada? Ese péndulo que ahora da tanto miedo es, ni más ni menos, la ecuanimidad en razones y obligaciones, y esto debería ser una reivindicación de cualquier persona de bien ante el desolador panorama que tenemos en perspectiva.

Ese péndulo que ahora da tanto miedo es la ecuanimidad en razones y obligaciones

La nada sospechosa de feminista radical Carmen Calvo apuntó hace unos meses que “decir que hay un feminismo clásico y otro moderno es neomachismo. Concluía, por lo tanto, que el feminismo tiene razón de ser y de evolucionar en el tiempo, como cualquier otro movimiento que reivindica la igualdad de su colectivo para con el resto de los ciudadanos porque sigue sin existir una real imparcialidad entre individuos y eso es algo que no se debe dar nunca por hecho si no estamos seguros de haberlo obtenido.

En ese ámbito de reflexión es oportuno recordar que mientras que en sus inicios el termino woke se relacionaba con un movimiento “atento y despierto” y se asociaba en conceptos al feminismo, la extrema derecha mundial, en esa deriva de contaminar los logros sociales, ahora ya sin pudor, se ha apropiado del vocablo y de manera torticera bautiza ataca como woke a los movimientos progresistas reivindicativos considerándolos despectivamente “demasiado rabiosos, entusiastas, agresivos, agitadores y susceptibles…”.

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Ilustración de Eulàlia Duran para artículo Isabel Llauger

No haría falta (que también) irnos a Afganistán (por ejemplo),  donde la vergüenza mundial se hace presente cada minuto de cada día dejando que las mujeres no sean nada para nadie. Mirémonos a nosotros desde nuestro privilegio occidental y a nuestros vecinos europeos, donde la extrema derecha cuestiona ya cualquier política de igualdad. Viajemos a Argentina, donde Milei considera que “feminismo, diversidad, inclusión, equidad, inmigración, aborto, ecologismo e ideología de género” son enemigos y su Gobierno quiere eliminar la figura del feminicidio como la forma extrema de violencia hacia las mujeres por razones de género. O miremos a EE.UU. y a la instrucción que ha dado el recién estrenado presidente Trump exigiendo a los funcionarios que denuncien a los compañeros que hayan aplicado políticas de igualdad porque la diversidad, para él, es woke. Quizás así, ojeando a un lado y a otro, nos concienciaremos de la incuestionable necesidad de mantener, resguardar y apelar al feminismo en toda su envergadura.

¡Qué pena¡ Qué inmensa pena saber que, si no estamos todos alerta y nos esforzamos sin descanso defendiendo que el péndulo nunca es injusto cuando se trata de eliminar prebendas de unos a favor de los derechos de otras, puede pasar, más pronto que tarde, que aquellos hombres y mujeres aparentemente progresistas consideren, como hacen Trump, Milei o Abascal (entre otros) y sus políticas, que el feminismo se ha pasado de frenada y, por lo tanto, en una sociedad ya irremediablemente enferma, estimen que, para ellos (o ellas), la reivindicación feminista es también un movimiento demasiado rabioso, entusiasta, agresivo, agitador y susceptible.

Y al final, ¿está en juego algo? Nada, una nimiedad: solo la justicia e igualdad para todos. Para ellos y para ellas. 

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