Pues sí, señores, sí. A algunos no les gusta que de manera oficial el Gobierno de España celebre, en este recién iniciado 2025, el 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco. Algunos defienden, de manera eufemística y tendenciosa, que conmemorar la muerte del dictador polariza y divide a la sociedad española porque su muerte no fue el inicio de la democracia. Argumenta el PP que las efemérides que inician nuestra democracia son el año de las primeras elecciones libres (1977) o de la Constitución ( 1978).
¡Claro que habrá que celebrar también esas dos fechas históricas!, pero hablemos sin las cortapisas que provocan equívocos que una democracia madura no puede permitirse y, por lo tanto, no olvidemos que el inicio de nuestra andadura democrática fue posible por la muerte de ese tirano Caudillo que entraba, con el beneplácito y soporte de la Iglesia católica, bajo palio en las iglesias.
Se hace pedagógicamente imprescindible para nuestros jóvenes celebrar la muerte del militar sublevado
Señores del PP: que necesiten ustedes no molestar a sus simpatizantes inclinados a la extrema derecha para no perder votos hacia Vox les hará hacer y decir muchas barbaridades, pero es un cobarde engaño a la realidad histórica que lamentablemente vivió este país durante 40 años negar que esa dictadura indecente finalizó, sin ninguna duda, con la muerte de su dictador.
Se hace pedagógicamente imprescindible para nuestros jóvenes celebrar la muerte del militar sublevado que, con un golpe de Estado a un gobierno democrático, dejo a España en una oscuridad cavernícola, pegajosa y hostil. Una España que con la ignominia y bajeza moral del Caudillo dictador y su política llevó a este país al oscurantismo de la pérdida de las libertades individuales y colectivas.
¿Y saben por qué ahora más que nunca se hace imprescindible recordar y celebrar institucionalmente que Franco murió hace 50 años? Pues porque esa realidad que representó la dictadura, aunque ahora algunos parezcan olvidarlo, no es nunca banal en un momento en que los jóvenes (mayoritariamente hombres) en España se cuestionan si el franquismo fue perjudicial y se radicalizan defendiendo posturas autoritarias, faltas de libertades y vinculadas al machismo consustancial que defendió el movimiento totalitarista y se instauró en nuestra sociedad hasta 1975.
Y también porque, entre otras muchísimas razones, antes de que el dictador fascista muriese, mi madre (y mi abuela), a diferencia de mí, necesitaron el permiso de su padre primero y de su marido o su hermano después para abrir una cuenta corriente. A diferencia de mí, ellas precisaron del beneplácito marital, paternal o fraternal para tener pasaporte y viajar al extranjero cuando les diera la gana. A diferencia de mí, si alguna hubiese requerido abortar (clandestinamente, por supuesto), la hubiesen encarcelado. A diferencia de mí, si hubiesen tenido amantes, las habrían castigado. A diferencia de mí, si se hubiesen declarado lesbianas, las hubiesen condenado a prisión. A diferencia de mí, si no hubiesen bautizado a sus hijos y hubiesen renegado de la fe católica, estos habrían sido unos parias y apartados (ellos y ellas) de la sociedad. A diferencia de mí, si en su vida conyugal las cosas se torcían, el divorcio les estaba prohibido. A diferencia de mí, si públicamente se hubiesen declarado claramente feministas combativas y no hubiesen dejado como bueno ningún discurso machista encima de la mesa, el Estado las habría reconvenido.
Gritémonoslo a quienes no lo oyen y no demos ni un paso atrás. Hablemos alto y claro a nuestros jóvenes explicando que las reminiscencias que pretenden blanquear nuestro pasado franquista más inmediato no pueden tener cabida en una sociedad democrática que tanto costó construir.
La democracia no es un valor absoluto ni inquebrantable, y un país que no puede celebrar la muerte del dictador que condenó a varias generaciones a vivir bajo el yugo de la falta de libertades es que es un país inmaduro democráticamente. Y eso, aún ahora y por lo menos a mí, da mucho miedo.