La nariz de Lucas

En un mundo donde las redes sociales convierten la banalidad en espectáculo y la crueldad en tendencia, un detalle tan nimio como la nariz de alguien puede convertirse en el centro de un debate cruel. Es el caso de Lucas, del dúo musical Andy y Lucas, que se ha visto envuelto en una polémica triste y absurda: su nariz.

Singer Lucas González at photocall for LifeStyle on & Show Business tv in Madrid  on Tuesday, 26 November 2024.

 

GTRES

La obsesión por señalar la diferencia, por destacar lo que se sale de la norma, no es nueva, pero el eco que encuentra en la era digital la magnifica de una manera grotesca. ¿Qué importa si la nariz de Lucas es más grande, más torcida o simplemente mal operada? ¿Qué revela sobre nuestra sociedad que algo tan inocuo como un rasgo físico pueda generar titulares, memes y debates? En lugar de hablar de música o de lo que define a una persona, preferimos reducirla a un único aspecto, convertirla en un chiste, en un objeto de burla.

¿Qué importa si la nariz del cantante es más grande o simplemente mal operada?

Esta polémica, más allá de lo superficial, nos habla de un problema más profundo: la intolerancia hacia la diferencia. Como si existiera un molde universal de cómo debemos ser, de cómo debemos lucir, de qué debemos representar. En una cultura obsesionada con la perfección, la menor desviación se convierte en un “error” que la sociedad señala con dedo inquisidor. La nariz de Lucas, al igual que cualquier otro rasgo que se aparta del canon, no es un problema de él: es un problema de los demás, de quienes la observan con ojos que solo saben juzgar y rechazar.

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Lucas, como cualquier persona, no debería necesitar defenderse o justificarse por algo tan inherente como su apariencia. La contribución como artista ha sido conectar con su público a través de canciones. Reducirlo a una nariz mal operada es un acto de miopía musical. Es inevitable sentir tristeza, incluso rabia, ante esta situación y nos invita a reflexionar, no solo sobre la obsesión con la perfección, sino sobre la falta de empatía y la facilidad con la que olvidamos que, detrás de cada rostro, hay una vida y una sensibilidad.

La nariz de Lucas no es el problema. Sí que lo es la incapacidad de mirar más allá, de ver al ser humano completo, de aceptar y celebrar que lo diferente, e incluso el error, no solo es normal, sino necesario. En un mundo donde todos intentan parecerse a todos, la verdadera revolución está en ser uno mismo. Quizás, algún día, aprendamos a verlo.

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