El catalanismo travesti

Entre la fecunda tradición cultural catalana, se encuentra el travestismo, al mismo nivel que otras manifestaciones que suelen tener más visibilidad en los medios, como la gastronomía, la canción de autor o las torres humanas. Y, sin embargo, el vestirse de mujer (o de hombre) cuando se espera lo contrario de ti es una puerta a un universo cargado de densidades literarias, estéticas y hasta filosóficas. Si alguien lo duda, no tiene más que ir a ver estos días Jo, travesti a la sala Villarroel, donde unas espléndidas Roberto G. Alonso y Jordi Cornudella, dirigidas por Josep M. Miró, recorren, bajo una apariencia de desmadrado show de cabaret barriobajero, una historia y una realidad disidentes que no surgen de la nada –o de la clonación de espectáculos de Broadway– sino de un magma genuino que recorre las décadas (bueno, los siglos) y que atraviesa lugares tan barceloneses como La Criolla (destruido por una bomba en la guerra civil), Cal Sagristà, en general todo el Barri Xino o la seminal avenida del Paral·lel. 

Miró nos evoca las crónicas de Josep M.Planes o las novelas de Sagarra de un modo en que, de forma natural, se entremezclan Leopoldo Fregoli, Dolly van Doll, Víctor Català o el caso del señor Derkas, que se transvistió accidentalmente para una suplencia y acabó triunfando en media Europa imitando a folklóricas, como hacia Edmond de Bries, más famoso que muchas cantantes que versionaba.

Fragmento de 'Jo, travesti'.

 

FOCUS / Europa Press

Alonso hace, claramente, autoficción, esta es sobre todo su vida, la de un hombre que se considera mejor actriz que actor y que no lo ha tenido fácil. Para dialogar con él, Miró realizó una extensa investigación, en fuentes escritas desde finales del siglo XVIII, además de innúmeras entrevistas con protagonistas y testigos de otros tiempos. Y, sin renunciar a una cierta chabacanería propia del género, el texto consigue entroncar con la alta cultura, y junto a gags procaces escuchamos reflexiones dignas de un doctorando de literatura comparada. Pero, sobre todo, vemos mucha humanidad pues, como dice Miró, “en nuestra vida cotidiana todos incorporamos actos de travestismo, en mayor o menor grado”.

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Toda la alegría que transmiten los dos personajes muestra el reverso de la violencia, no ya la de los insultos –ese calificativo mamarracha resonando en la cabeza de la protagonista– sino las palizas. Hoy. Catalunya, año 2024. Alonso narra la agresión que originó el espectáculo y, desde que este se representa, ha sufrido otra. Es, como dice Miró, “odio puro, pegar a alguien por su aspecto”. Ese odio que, envalentonado, circula por nuestras calles y ante el que no cabe otra respuesta que la de Alonso: “Mañana me volveré a poner unos tacones”.

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